El prolífico actor y director adelanta sus proyectos para este año y presenta su libro Lo incapturable, donde analiza las tensiones entre arte y entretenimiento.
Por Alejandro Lingenti
Actor, director de teatro y docente, Rubén Szuchmacher tiene una carrera artística admirable. Su obra El siglo de oro del peronismo (2004), por citar uno de sus trabajos más celebrados, ganó los premios ACE de Oro, Florencio Sánchez y María Guerrero. Director artístico del teatro Elkafka durante años, hoy cumple esa misma tarea en el Payró. También fue director del FIBA. Y el año pasado se asoció con Gabo Ferro para llevar adelante un proyecto muy particular: ideó diferentes puestas en escena para la presentación de toda la discografía de ese talentoso músico independiente en una serie de funciones que se llevaron a cabo a sala llena. En 2016, su agenda también estará cargada: dirigirá en el Payró Todas las cosas del mundo, de Diego Manso, con Ingrid Pelicori, Iván Moschner y Horacio Acosta ("Un texto que va a dar que hablar", anticipa), y un espectáculo sobre textos de Walter Benjamin, traducidos por Gabriela Massuh; también se hará cargo de un trabajo de teatro musical, aún sin nombre, con texto de Beatriz Sarlo y música de Martín Bauer; seguirá con las clases de puesta en escena y dirección en Elkafka, y, por último, "quizás dirija una ópera del período clásico en algún teatro lírico del país, pero eso está por verse", informa. Como si todo esto fuera poco, acaba de editar un libro, Lo incapturable (Reservoir Books), que analiza las tensiones entre arte y entretenimiento, reflexiona sobre el lugar de la dirección y subraya la importancia de un buen trabajo de puesta en escena, entre otros tópicos íntimamente relacionados con la actividad teatral.
¿Cuál fue la principal motivación para que decidiera editar este libro?
Hace mucho que los alumnos y los asistentes a las conferencias que doy me venían pidiendo que pusiera blanco sobre negro lo que decía allí. Me daba mucha fiaca, pero a la vez era un deseo poder plasmar todas esas palabras en un libro. Hasta que llegó primero una propuesta del INT que terminé rechazando. Después, Mario Espinosa, de la UNAM de México, me hizo otra propuesta que sí acepté. Ahí arranqué con una primera versión. También me pidió un pequeño libro la editorial mexicana Paso de Gato. La fusión y la reescritura de ambos textos dio por resultado Lo incapturable.
¿Qué libro dedicado al teatro ha sido un estímulo para usted?
He leído muchos libros sobre teatro. Los que más me impactaron desde muy joven fueron los escritos teóricos de Bertolt Brecht. A los tipos de mi generación nos marcaron los libros de Peter Brook, sobre todo El espacio vacío. Alberto Ure también era una lectura frecuente en las revistas donde publicaba, y siempre fue muy polémico. Y tengo como lectura permanente, desde hace mucho tiempo, los textos sobre teatro de Roland Barthes y los de Bernard Dort, alguien menos conocido pero fundamental a la hora de entender algo sobre la relación del teatro con la sociedad.
Usted es un hombre interesado en la política. ¿Le parece que cambiará el ambiente cultural con el resultado de las últimas elecciones?
Por supuesto que el ambiente cultural cambiará. No sé en qué dirección, pero habrá algún movimiento. Es algo lógico, más allá de las afinidades políticas que se tengan. El gobierno del PRO, en todas las instancias de poder (al menos las cercanas: Ciudad, Provincia y Nación) intentará hacer cambios, establecer diferencias con el gobierno kirchnerista. Es posible que algunas veces conserve funcionarios o programas existentes, pero inevitablemente la dinámica será otra. Los que vivimos en la Ciudad de Buenos Aires tenemos experiencia en esos cambios, así que a las pruebas me remito.
LA NACION