Algunas reflexiones sobre la humildad y los terraplanistas
Uno puede entender el desconcierto del señor Mike Massimino. El hombre es de profesión astronauta y anduvo ya tres veces por allá arriba, en el espacio, volando para la NASA.
Pobre Mike: tanto estudiar y entrenar desde chico para cumplir su sueño de infancia, para que vengan personas a decir que la Tierra es plana y que ese globo gigante que él veía desde su nave y al cual eventualmente investigaba, era una mentira.
Esa Tierra redonda sobre la que estuvo dando vueltas Massimino, para algunos no existe. De hecho, los miembros de la cofradía terraplanista suscriben, tal como lo indica su nombre, que la Tierra es plana, algo similar a lo que sostenían muchos antes de Colón. Es ante esas afirmaciones que, en sus declaraciones de hace unos días, el astronauta expresó que los terraplanistas debieran volver al colegio y, también, que valdría l a pena hablar con los docentes que los educaron, para investigar qué había salido mal en su proceso educativo.
Sin embargo todos hemos comprado buzones a lo largo de la vida. La realidad que se presentaba a nuestros ojos no era siempre como se veía, y hubo que aprender a conocer que las cosas suelen ser más complejas de lo que parecen.
Pero el hecho de que nuestra percepción pueda ser eventualmente engañada, por nuestras limitaciones o por manipulaciones deliberadas, no significa que haya que abolirla y tirarla por la borda. Una cosa es ser prudente acerca de los engaños y otra es abolir la percepción misma, otorgándole a nuestra mente todo el poder, como si nuestro pensar, nuestro decir y nuestro querer fueran generadores absolutos de la realidad, sin que otros elementos tengan que ver con lo que existe, más acá y más allá de nosotros.
Así como decía el refrán de las abuelas que "aunque la mona se vista de seda, mona se queda", podemos decir que, aun cuando puedan autopercibirse habitando una Tierra plana, los terraplanistas deberán aceptar que habitan un planeta redondo, y punto. Ciertas realidades no son más que eso, realidades a ser aceptadas, y no frutos mentirosos de un poder maléfico contra el cual hay que rebelarse.
La importancia de la mente como cocreadora de lo que llamamos realidad es superlativa, pero no nos transforma en dioses. Desde lo humano sabemos que la fuerza de la mente es gigantesca, siempre que acepte una realidad externa a ella, con la cual se vincule con la humildad del caso.
No siempre el criterio mayoritario es fruto de una conspiración del poder malvado al que refieren las teorías conspirativas, y tampoco los criterios minoritarios son, por el sólo hecho de ser minoritarios, garantía de "tener la posta" mientras la "gilada" sigue la corriente del "discurso del poder". En este caso, si casi todos decimos que la Tierra es redonda, debe entenderse que es porque, de hecho, es redonda, más allá de nuestras teorías y deseos.
La realidad humana es una realidad vincular. Somos en tanto nos vinculamos en y con el mundo que, a su vez, nos constituye.
Algo de esto último debe haber corroborado el astronauta Massimino cuando se maravilló al ver nuestro planeta desde las alturas. Se vinculó con la redondez de la Tierra para contemplarla en éxtasis. Se abrió ante aquello que estaba frente a él, sin que su mente quisiera imponerse a lo dado.
Después de eso, bajó de la nave para encontrarse con los terraplanistas. Y por todo lo que aprendió en el espacio inferimos que no pudo más que sugerirles a los teóricos de la Tierra plana volver al colegio, para que aprendan no tanto geografía sino algo de humildad.