A 15 años de la Resolución 125 que originó el conflicto entre el Gobierno y el campo, el senador recuerda los momentos más tensos de la puja que tuvo en vilo al país durante cuatro meses hasta “el voto no positivo” de Julio Cobos
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Alfredo De Angeli (66) conoció a Cristina Fernández de Kirchner el 11 de marzo de 2008 por la mañana. Casualmente, horas antes del anuncio del sistema de retenciones móviles conocido como “la resolución 125″. Quizás ella no lo recuerde. Fue durante el acto de apertura del ciclo lectivo en una escuela de Larroque. El líder de Federación Agraria quería contarle a la presidenta el difícil momento que estaban atravesando los productores rurales en Entre Ríos. Como sus pedidos de entrevista no fueron respondidos, le advirtió al entonces gobernador que llegaría al evento al frente de una caravana de tractores. Así consiguió una posición al pie del escenario, en un improvisado besamanos. “Apenas la vi pasar. Le entregué un sobre pidiéndole que nos bajara la carga impositiva, al menos a los pequeños y medianos productores. Ella lo agarró sin mirarme y siguió. Me hubiese gustado explicarle la situación que estábamos viviendo, pero no me dio oportunidad. Ni siquiera me dijo ‘buen día’. Así nos conocimos”, dice De Angeli.
-Ese mismo día, por la tarde, se anunció el sistema de retenciones móviles, “la 125″. ¿Sabían que iba a suceder?
-No teníamos ni idea. Le digo más, al principio los productores no entendíamos de qué se trataba. Nos costó comprender la norma, por eso demoramos unos días en salir a la ruta. Fueron los productores más grandes, los que tienen asesores contables, los que nos empezaron a advertir lo que se venía. Era grave, una confiscación. Teníamos que organizarnos.
-¿Usted fue promotor de los primeros cortes de ruta?
-No, comenzaron de forma espontánea. Yo tropecé con el primer piquete en Basavilbaso. A partir de ahí, me propuse organizarnos porque la organización vence al tiempo. Teníamos que unirnos. Había piquetes en Paraná, Cerrito, Alcaraz... pero sin comunicación entre ellos. Para colmo, había mucha desconfianza. Fui piquete por piquete levantando números de teléfonos. Cuando llegué a Diamante estaban los rusos alemanes del Volga, que no conocen a nadie, y pensaban que yo era político. ¡Lo que me costó hacerlos entender! Es como querer callar un chancho a palos: más le pegás, más grita.
-La reacción del gobierno, que nunca antes había reprimido los cortes de calles o rutas, fue contundente: les declaró la guerra.
-Apenas empezaron los cortes, el expresidente Kirchner mandó a Moyano a Ceibas, donde confluyen las rutas 12 y 14, a despejar la ruta. Los muchachos llevaron carpas y se instalaron en el lugar donde íbamos a acampar nosotros. Cuando vimos eso decidimos irnos, queríamos demostrar que no necesitábamos pelear con nadie. Nuestro reclamo no era con ellos. Así que nos corrimos a Arroyo del Sauce que está a unos 30 kilómetros de Gualeguaychú, donde se estaba haciendo la autovía y ahí empezó a venir gente de todos lados.
-Fue el momento de mayor tensión en los cuatro meses que duró la crisis.
-Sí, por lejos. Se decía que los muchachos de Moyano iban a venir esa noche a sacarnos de la ruta.
-Se decía, también, que había armas en los piquetes.
-Mirá, se vinieron los rusos de Urdinarrain y los gringos de Larroque... venían de todos lados con motosierra, machete, escopeta… todo en el asiento de atrás de las camionetas.
-Ustedes fijaron posición: en televisión dijeron que no se iban a bajar de la ruta.
-Les dijimos a las mujeres y a los chicos que se fueran, que nosotros íbamos a resistir. Estaba decidido: no nos iban a correr. En eso vino un paisano de Urdinarrain y me dijo: “Afuera tengo dos cajones de abejas, vamos a tirárselas”. La idea era ir de noche, dejar los cajones al lado de las carpas sin piquera para que al día siguiente salieran todas las abejas. Cada cajón se calcula 50 mil abejas... dos cajones son 100 mil abejas. ¡Había como 1000 abeja para cada uno de los muchachos de Moyano! Pero después pensamos que en la zona había escuelas y no podíamos permitir que le pasara algo a alguno de los chicos... Así que me opuse. La idea era buena si hubiésemos estado en el medio del campo.
-Sin embargo, lograron evitar el choque. ¿Cómo fueron la negociaciones?
-Ahí jugó muy bien el finado Gerónimo “Momo” Venegas. Él hizo de interlocutor entre Eduardo Buzzi y Hugo Moyano. Yo le dije claramente a Buzzi: “Acá va a haber muertos. Si vienen, no les vamos a tirar con frutos del paraíso… Los gringos están calientes. Ya nos fuimos de Ceibas, ahora dicen que de acá no se mueven. Vamos a reeditar la batalla de Sauce”. Buzzi lo llamó inmediatamente a “Momo” y le dijo: “Avisále a Moyano que si van al piquete no la van a tener fácil”. Dicen que Momo le dijo a Moyano: “Che, negro, pará a tu gente porque allá te los van a dejar a todos culo para arriba. Te los van a matar a todos”. Moyano reflexionó y al día siguiente levantaron las carpas y se fueron.
-Esa “victoria” lo puso a usted en el centro de la escena.
-Sí, llegó toda la prensa. A partir de ahí, prácticamente estábamos en cadena nacional. Nos empezaron a llamar de todo el país. Me acuerdo que mi hermano Atilio atendió el llamado de alguien de Formosa que le dijo: “Acá estamos esperando instrucciones de don Alfredo”. ¡¿Instrucciones mías?! Fui increíble la repercusión que tuvo en todo el país.
-Su imagen, en televisión, era hipnótica: expresaba con sencillez el reclamo de los productores, demostraba un gran coraje frente a las amenazas y, además, le faltaba ese diente...
-[ríe] Justo había tenido un accidente con un alambrado, que me partió el diente. Después me pusieron uno que se me caía cuando hablaba... Dijo Lilita Carrió “¡¿Cómo lo van a tratar de oligarca si hasta le falta un diente?!”. Y Santiago Kovadloff dijo que seguramente el resultado hubiera sido distinto si en lugar de un gringo que se comía las “eses” y hablaba mal, sin un diente, hubiese aparecido un hombre bien formado y bien hablado.
-Se convirtió en líder nacional. Aún durante la crisis, lo llevaron a recorrer todo el país.
-Fue increíble. La forma que me recibían en los pueblos... Yo nunca me había subido en un avión. Y ese año volé tanto que hasta tuve un accidente. Fue el 10 de septiembre de 2008, en Paraná. El avión en el que viajaba rumbo a Córdoba se cayó. Habíamos despegado y enseguida empezó a perder fuerza. Los pilotos tienen un dicho: “A baja altura, cuidado con la dentadura”. El avión se clavó en la tierra y dio una vuelta carnero. Nos salvamos de milagro. Me lastimé acá [señala su frente] y se me comprimieron las vértebras. Fue la única vez que me llamó Cristina: “Hola, ¿cómo le va? La verdad es que ha tenido suerte. A mí una vez se me salió la rueda de un avión...” [dice imitando la voz de la vicepresidenta]. Ella se puso a disposición y yo le agradecí el llamado.
-Su vida dio un giro de 180 grados.
-Sí, pero estaba cansado. Cantaba cuatro veces el himno nacional por día. Hacíamos cuatro actos. Capaz que desayunaba en Córdoba, almorzaba en Gualeguaychú y cenaba en Bahía Blanca. Un día, un productor agropecuario de Dorrego me dijo que no iba a volver a la chacra, pero yo no veía la hora de terminar todo y regresar. Al final, el hombre tenía razón: terminé acá de senador.
-Pareciera que la crisis de la 125 unió definitivamente al campo. Las organizaciones tienen diálogo permanente desde entonces.
-Es así. El gran armador de todo fue Luciano Miguens, él fue quien consolidó la Mesa de Enlace, porque Buzzi y Llambías eran dos bulldog. Los dos sabían que eran perros del mismo galpón, pero adentro se gruñían. Hugo Biolcati era magnífico, un intelectual que sabía cómo tratar con la gente, no iba al choque. Igual que Carlos Garetto.
-El presidente Alberto Fernández era Jefe de Gabinete. ¿Cuál fue su papel durante las negociaciones?
-Fernández hablaba con Buzzi, ellos tenían una amistad. Yo nunca hablé con Alberto. Recuerdo que Néstor Kirchner me mandaba a llamar a través del senador Pedro Guastavino, quería reunirse conmigo, a solas, pero jamás acepté.
-¿Por qué nunca quiso reunirse con Néstor Kirchner?
-Una foto habla más que mil palabras. Ellos manejan los medios, después meten la foto de De Angeli abrazado con Néstor… y cuando llego a Entre Ríos los gringos me castran.
-Desde el gobierno los acusaron de golpistas. A sus cortes de ruta los llamaban “piquetes de la abundancia”
-Sí, decían que éramos oligarcas, pero hablaban desde el desconocimiento. No tienen idea de lo que es el campo. Desde ahí, el pueblo se partió al medio. Me di cuenta porque me empezó a insultar la gente. Pero bueno, nadie es oro para que lo quieran todos.
-El 14 de junio fue detenido por Gendarmería.
-Estuve tres veces preso, nunca por ladrón y menos por sinvergüenza. La primera vez fue en 2002, por un reclamo de los endeudados de Banco Nación, en Ceibas. Después me detuvieron durante una propuesta ambiental por el tema de las papeleras. La última vez que me esposaron fue el 14 junio de 2008. Los piquetes estaban cayendo. Llevábamos tres meses de lucha, soportamos muchos días de calor y ahora empezaba a sentirse el frío. Estábamos en la ruta 14, al lado de Gualeguaychú, cuando llegaron más de mil gendarmes. A un compañero lo mataron a palos, le dejaron el lomo como bandera de club, de todos los colores. A mí no me golpearon, pero me llevaron detenido. Conmigo llevaron a otros 22 compañeros más. Ese día hubo más de mil movilizaciones en todo el país pidiendo mi liberación.
-Algunos cronistas dicen que tuvo su 17 de octubre.
-[ríe] Fueron los momentos más duros de mi vida porque tenía que dar un mensaje contundente. Si salía y decía que no íbamos a dejar la ruta hasta que el gobierno cambiase, quedaba como un golpista. Entonces, recordé lo que dijo Urquiza: “Ni vencedores ni vencidos”. Esas fueron mis primeras palabras cuando recuperé la libertad… ¡y hasta el día de hoy los productores me insultan por eso! Ojo, también dije que íbamos a seguir con la lucha hasta que no se mande el proyecto al Congreso. Porque a nosotros nos trataban de golpistas pero lo que siempre pedimos es que se tratase “la 125″ en el Congreso. Bueno, después de mi liberación, la presidenta anunció que iba a enviarlo al parlamento.
-Fue su segunda “victoria”.
-Para nosotros, ahí empezó la instrucción cívica. Los gringos, que en su mayoría no sabían la diferencia entre un diputado, senador o ministro, empezaron a buscar cuáles eran los diputados de sus provincias, porque no sabían ni los nombres. Fueron a tocarles la puerta a los despachos, a las casas, siempre en buenos términos, para contarles cómo los afectaría la medida. Fue una militancia democrática.
-Finalmente, tras cuatro meses de conflicto, llegó el “voto no positivo” del vicepresidente Julio Cobos que derogó la Resolución N°125/08. ¿Dónde estaba usted?
-Estaba durmiendo. Me fui a dormir porque tenía unos roces con algunos de los de la Mesa de Enlace y me parecía hipócrita quedarme.
-En pleno conflicto, hubo roces entre usted y su presidente en Federación Agraria, Eduardo Buzzi.
-Me enojé con Buzzi porque yo quería ir sin retenciones y él quería retenciones segmentadas. Era un tema político más que económico. Para mí, las retenciones no debían existir. Es lo mismo que la lucha entre Urquiza y Rosas. El gobierno central iba a seguir manejando los fondos de las provincias. Y los productores me bancaban.
-¿Hubo también un problema de protagonismo?
-Y claro, calculo que sí... yo tenía cadena nacional todo los días.
-Volvamos al 17 de julio: gran parte del país acompañó la vigilia y usted… ¿se fue a dormir?
-Claro. Tenía una habitación en el hotel Castelar, cerca del Congreso. A las 5 de la madrugada, un compañero me tocó la puerta: “Alfredo se cayó la 125″. Primero pensé que habíamos perdido, porque horas antes había estado en el programa de Mauro Viale y él me dijo que se perdía.
-¿Usted tuvo participación directa en la votación de los senadores?
-Cuando salí del canal me llamó Adolfo Rodríguez Saá. Me contó que había hecho números y le daba que la votación estaba muy peleada. Me dijo que era importante el voto de Carlos Menem. “Alfredo, él dice que está infartado, pero no está infartado. Vos tendrías que hablar con Menem. Llamálo”, me sugirió el Adolfo.
-¿Lo conocía usted a Menem?
-Para nada. Lo había visto una sola vez, cuando era presidente, que no lo dejamos aterrizar en Villa Montero. Estábamos reclamando refinanciación para los productores endeudados con Banco Nación.
-¿Cómo fue el diálogo?
-Me atendió Zulemita: “Ya le paso con el papi”, me dijo. Y cuando oí la voz de Menem, me mandé con todo: “¡Doctor la patria lo precisa! Me dijo el senador Rodríguez Saá que usted es la única persona que puede pacificar el país con el voto en contra de la 125. Si no lo hace, puede estallar una guerra”. Fue lo que me salió, porque no sabía cómo encararlo. Lo agrandé al turco. Y Menem no dudó: “De Angeli, aunque sea lo último que haga voy a ir a votar esta noche... El populismo ha hecho mucho daño en el mundo”, respondió. Y fue, nomás.
-¿Cómo festejó el 18 de julio, a la madrugada, cuando se resolvió la votación?
-No había nada que festejar. Ahora venía el momento más difícil, ver cómo nos poníamos de acuerdo internamente para un proyecto, algo que nunca sucedió.
-15 años después, usted comparte espacio político con el autor de la 125, Martín Lousteau.
-Bien. En una época compartíamos la banca los tres: Martín Lousteau, Julio Cobos y yo. Yo ocupo la banca de Esteban Bullrich y él está al lado mío. Mantenemos nuestras diferencias, él aún sigue creyendo en la 125 porque dice que lo que quería poner Guillermo Moreno era mucho peor. Pero bueno, tampoco tenemos que ir al mar porque el otro era peor. Hubieran hecho una buena reforma impositiva del impuesto a las ganancias y listo. Lo que pasa es que las ganancias son coparticipables y las retenciones no. Ellos querían la caja, el mismo problema que hay ahora. Ya le dije a nuestros candidatos que expongan un plan para el campo que aún sigo esperando.
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