Alexia Moyano: "Creo que no está bien valorada la alegría "
Después de graduarse en Administración de empresas, inició una sólida carrera actoral, que ahora llega a la televisión abierta
Actriz de cine, teatro y televisión, por estos días se la puede ver como una de las protagonistas de Supermax, un novedoso reality guionado, donde sus ocho participantes deben superar desafíos físicos y psicológicos extremos y afrontar sus propias obsesiones, sus miedos y sus culpas, bajo la dirección de Daniel Burman (los martes, a las 22, por la TV Pública). A su vez, hasta el 20 de mayo se luce en el Centro Cultural General San Martín con El empapelado amarillo, unipersonal basado en el cuento de Charlotte Perkins Gilman -un texto fundacional de la literatura gótica de terror- (los viernes, a las 21; sábados, a las 22); y en junio subirá al escenario del teatro Avenida junto a la Buenos Aires Lírica con Sueño de una noche de verano, un concierto sinfónico vocal donde realizará una dramatización en vivo acompañada por James Murray, y una orquesta de más de 60 músicos que interpretarán la música de Mendelssohn.
Nacida en Comandante Luis Piedrabuena, provincia de Santa Cruz, a los 16 años se mudó a Buenos Aires. Se gradúo con honores de la Universidad de Buenos Aires como licenciada en Administración de empresas y, acto seguido, se dedicó por completo a la actuación: un cambio de vida radical.
De sólida formación académica, en 2010 viajó a Londres para profundizar sus estudios de teatro clásico en The London Academy of Music and Dramatic Art (Lamda). De regreso a Buenos Aires, coprotagonizó la pieza teatral Filosofía de vida, junto a Alfredo Alcón, Claudia Lapacó, Rodolfo Bebán y Marco Antonio Caponi. Y en 2012 regresó a Europa para estudiar en el Conservatorio Nacional Supérieur d'Arte Dramatique, de París.
"Fui educada con mucha libertad y la responsabilidad que da esa libertad. Mis padres me enseñaron a elegir lo que uno hace responsablemente, y eso me llevó a que cuando empiezo algo trato de hacerlo lo mejor posible hasta terminarlo", cuenta Alexia.
Casada "sin papeles", madre de dos hijos (Lucas, de tres años, y Simón, de cuatro meses) entre las habilidades de su currículum también se destaca su ductilidad para la equitación, la esgrima y... el póquer.
-¿Cómo descubriste tu vocación por la actuación?
-Se fue metiendo, sin darme cuenta. Para mí, Administración era la carrera que hacían los que no tenían vocación. Cuando me inscribí pensé que al menos tendría eso, y podría rodearlo de lo que yo quisiera. La Universidad me dio muchísimas cosas que yo se las agradezco tremendamente. También me dio unas amigas que adoro. La actuación empezó con una obra que representamos en el colegio, La casa de Bernarda Alba. Y hacerla me marcó muchísimo. Ahí descubrí el teatro.
-Estudiaste actuación en Londres y en París. ¿Qué enseñanzas te dejaron?
-A Londres fui a hacer un programa de teatro clásico, y allí me di cuenta de la importancia de la técnica para trabajar el cuerpo, la voz. Y si tocás un instrumento, mejor. Y si bailás, mucho mejor. Los ingleses son muy trabajadores, muy exigentes y muy puntuales. Los franceses, en cambio, son más impuntuales -que no me escuchen porque ellos se creen puntuales-, pero también más reflexivos, más filosóficos, están muy comprometidos con la importancia del arte a nivel social, con la cultura, con la educación pública, con preservar los lugares de la creación.
-¿Y los tiempos de ocio? ¿Qué hacés en tus ratos libres?
-Me encanta leer, pasa que soy tan apasionada de mi trabajo que cuando me quiero acordar estoy leyendo siempre algo que tiene que ver con él. Pero no sólo leo parlamentos. A veces, una novela puede ayudarte a entender qué está pensando alguien, a ponerte en su mente, en su conciencia. Te ayuda a ubicarte en el lugar del otro, a comprender sus contradicciones. También me gusta estar mucho al aire libre.
-¿Y jugar al póquer?
-Sí, me gusta mucho jugar al póquer. Me enseñó mi amigo Dan, un abogado de los Estados Unidos que conocí en Londres. Dan es un verdadero profesional, jugaba al póquer para vivir, en Las Vegas. Y donde nos encontramos, vamos a un bar y jugamos al póquer. Me gustaría jugar más, lo que pasa es que estoy viendo dónde lo meto... porque en el póquer hay que apostar, sino es aburrido, entonces... Sí, la primera vez, para convencerme de que apostara, Dan me dio la plata. Me regaló fichas, dados de los casinos de Las Vegas, de todo. Dan es mi amigo timbero.
-¿En qué creés?
-En la vida. Creo en nosotros como humanidad. Necesito creer en nosotros como humanidad.
-¿Practicás alguna religión?
-Sí, yo soy católica. Pero creo que soy católica porque crecí en la familia que crecí, pero creo en la religión más allá de las personificaciones que tenga cada uno en la agenda o en su billetera. Siempre me siento muy acompañada, las veces que he pedido algo desde lo profundo de mi ser me ha sido concedido. En esos momentos de miedo o de incertidumbre, me siento protegida. Y estoy muy agradecida.
-¿Una máxima para vivir?
-Con alegría. Eso se lo agradezco a mi mamá. Creo que no está bien o suficientemente valorada la alegría, y se la banaliza socialmente, se la asocia a la superficialidad, y no, no, no. Eso lo tuve que vivir para darme cuenta. Yo era una persona muy alegre, pero nunca valoraba esa alegría de vivir. Y tuve un momento de tristeza, y me di cuenta. Me dije: "¡Por favor, lo que extraño mi alegría!" Una alegría que también es positiva para otros, una fuerza creadora, una fuerza expansiva, que ilumina. Y a partir de ahí, por favor, no la quiero soltar más.
-¿Cómo hiciste para encontrar el camino de regreso a la alegría?
-Y bueno, hay que transitarla como todo. La tristeza se transita también, todo se transita, y además, pasará. Así la alegría como la tristeza. Sin embargo, uno tiene que tener una pulsión vital todo el tiempo, hay que seguir y agradecer lo maravillosa que es la vida, porque si no, uno pierde la esperanza.
Café, Picon Biere y champagne
A la hora de hablar de su bebida preferida, dice que para empezar el día toma el café con leche que le hace su marido, con sus hijos. "Cuando estaba en Francia me gustaba el Picon Biere, un licor de naranja que me lo daba el señor de la vuelta del conservatorio, que tenía un bar. Y acá, cuando hay algo para festejar, me gusta el champagne bien frío".