Tres personas vestidas de verde ingresan juntas en una jaula cubierta con una media sombra. Son dos hombres y una mujer y cada uno lleva una red de tela gruesa en sus manos. Una enorme ave negra, apostada sobre un tronco en el fondo, los ve entrar y extiende sus alas en señal de alerta.
Cuando la rodean, la mujer arroja su red. El pájaro, desesperado, la esquiva: salta, intenta volar, golpea sus alas contra el alambrado de la jaula y cae. El grupo se reorganiza, hablan. Entonces el pájaro se levanta y se aleja a los saltos. Si estuviera al aire libre, extendería sus alas y podría volar a la altura de un avión. Otra vez está rodeado: intenta lanzar unos picotazos. Pero la red le cae encima y lo voltea. La red tiene un orificio en cada extremo, de modo que su cabeza queda afuera, pero su cuerpo permanece inmovilizado.
Ahora son cinco las personas que ingresan en la jaula. Entre todos, arrodillados, sostienen con fuerza al ave caída. La mujer de la red utiliza una aguja para extraerle sangre.
Afuera hay un cartel de madera que advierte: "Silencio, cóndores en cautiverio".
Hay olor a tierra mojada. Es una mañana de noviembre de 2018 en el EcoParque de la Ciudad de Buenos Aires. Aquí no llegan los ruidos del tránsito de la avenida Santa Fe.
–Wak’a es un animal silvestre, se estresa al vernos. Él tiene una personalidad muy fuerte, ya lo conocemos, por eso entramos en grupo. Nosotros queremos hacer una captura rápida, pero él te abre las alas y se resiste, entonces es más difícil –explica Vanesa Astore, bióloga–. Son momentos de tensión.
Wak’a es uno de los 311 cóndores que rescató el Programa de Conservación del Cóndor Andino (PCCA) desde 1991. El Programa funciona en el Ecoparque, donde estaba el Zoológico de la Ciudad. Con sus alas abiertas, Wak’a alcanza los tres metros de largo. Su nombre proviene del quechua y es el término que usaban los incas para referirse a las deidades: para los pueblos originarios de América del Sur, los cóndores eran seres sagrados.
A Wak’a lo trajeron desde Salta intoxicado por plomo: comió los restos de un animal al que le habían disparado. El trayecto de un proyectil sigue teniendo pedacitos minúsculos que contaminan. Cuando un animal carroñero come esos restos, se contamina. Por eso atraviesa un tratamiento de rehabilitación para drenar el plomo a través de la orina. La extracción de sangre es necesaria para medir los avances de la recuperación.
En 2018 se encontraron 59 cóndores muertos en Argentina por envenenamiento por agroquímicos, el peor número desde que empezó a funcionar el Programa de Conservación del Cóndor Andino, hace casi tres décadas.
La intoxicación por plomo está entre las causas más frecuentes de mortalidad de la especie, al igual que los disparos, el tráfico ilegal o los choques contra cables de alta tensión. Sin embargo, 2018 rompió un récord: nunca en la historia habían aparecido tantos cóndores muertos en Argentina con cuadros de envenenamiento por agroquímicos. Encontraron 59 cuerpos en distintas regiones del país.
–Nosotros decimos que el cóndor es una especie "paraguas", porque abarca una biodiversidad tan grande que, cuidando al pájaro, cuidás un montón de cosas: el agua, la tierra, el aire y otras especies, incluida la humana –explica Astore, directora del PCCA–. Y ahora estamos hablando de su peor masacre.
Sumados a los cuerpos encontrados en 2017, llegan a un total de 91 ejemplares sin vida en dos años. Esto representa el total de la población silvestre de cóndores de Ecuador o el 1,3% de la población total en Sudamérica, estimada en 6.700 cóndores.
–¿Sabés por qué nos desesperan tanto las muertes? –pregunta Astore–. Porque los perdemos: no hay crías, no hay pichones, perdemos toda la genética.
En la oficina del PCCA hay: un lapicero con plumas de cóndor, mandalas y fotografías de cóndores en una cajonera metálica, una escultura de un cóndor parado sobre un cerro, un escritorio donde Luis Jacome, creador del Programa, observa el vuelo de una hembra y un pichón desde Google Earth. El vuelo de cada pájaro está representado en dos líneas, una roja y otra amarilla, sobre la pantalla.
–En el último tiempo empezamos a ver cosas que nunca habíamos visto: la muerte masiva de cóndores por el mal uso de agroquímicos –dice Jacome–. Son más los pájaros muertos que los que llegan para rehabilitar. Es gravísimo y realmente está poniendo en peligro de extinción a la especie.Pensá que en 27 años logramos criar 66 pichones, eso es un récord a nivel mundial y era un mérito para Argentina. Ahora tardaríamos 100 años en reponer a los adultos asesinados.
Es grave y está poniendo en peligro de extinción a la especie. Pensá que en 27 años logramos criar 66 pichones: un récord a nivel mundial. Tardaríamos 100 años en reponer a los adultos asesinados.
Flaco, el pelo largo grisáceo atado en una cola de caballo y una chomba verde con el logo del Ecoparque, Jacome toma mates frente a la computadora. La puerta de la oficina da a una cocina. Allí un grupo de estudiantes conversan mientras cortan enormes pedazos de carne de vaca para alimentar a las aves.
–Como biólogo, en el ’91 sabía que los cóndores estaban desapareciendo. Y tuve la sensación de que perderlos era como perder el hielo en las altas cumbres, como ver al Lanín sin su casquete, como ver al Tronador sin sus glaciares. No podemos darnos ese lujo.
Masacre y alerta
Los cuerpos de los cóndores están sobre el suelo, alineados e hirsutos en tres hileras sobre la estepa. Algunos están quemados, algo desplumados, como si hubieran querido borrar los rastros de la masacre. El viento sopla fuerte y las moscas zumban sobre la carne en descomposición. Estas son las imágenes del hallazgo de los 34 cóndores muertos en la localidad de Los Molles, Mendoza, en enero del año pasado. El hallazgo que encendió todas las alarmas.
El caso derivó en una investigación judicial: los estudios toxicológicos encontraron restos del pesticida carbofuran en los cóndores. Los puesteros Ramón Navarro Rojas y Nibaldo Baigorria fueron detenidos por "depredación de animales silvestres con utilización de medios prohibidos y daño agravado por el uso de sustancias venenosas". La hipótesis es que utilizaron una oveja con pesticida como cebo contra carnívoros como zorros o pumas, por lo que causaron la muerte de los cóndores, que se alimentan de carroña. En algunas zonas rurales también anida la falsa creencia de que los cóndores se comen el ganado.
¿Qué es el carbofuran? Es uno de los pesticidas más tóxicos del mundo. Está prohibido en Canadá y en la Unión Europea. En Estados Unidos hay trámites para prohibirlo desde 2008. Allí también se han documentado casos de águilas y grandes buitres carroñeros envenenados por este pesticida.
La cronología de las muertes no concluyó en Mendoza. En junio otros dos cóndores murieron en la provincia de Jujuy por uso ilegal de cebos tóxicos y, en octubre, ocurrió un nuevo caso de envenenamiento masivo en la Patagonia. Allí fueron hallados 13 ejemplares muertos en Chos Malal, Neuquén, y 10 en Perito Moreno, Santa Cruz.
Pesticida mortal
–Estamos teniendo unas casuísticas muy graves –comenta Astore, sentada en un banco del Ecoparque–. Por el uso de pesticidas son muy pocos los casos que podemos revertir, generalmente levantamos cadáveres. Salvo que el animal haya comido muy poquito, la mayoría no pasa ni la noche. Por eso estamos pidiendo la trazabilidad de los agroquímicos, porque hoy es carbofuran, mañana será X.
El año pasado, impulsado por diputados del bloque oficialista de Cambiemos, se presentó un proyecto de ley en el Congreso de la Nación paraestablecer la trazabilidad de los agroquímicos, que implica la regulación del comercio y de la disposición de estas sustancias. Si bien existen marcos provinciales o municipales, en muchos casos contradictorios, hay un vacío legal en el país. El proyecto lleva la firma de 14 diputados de la UCR, entre ellos la de Atilio Benedetti, presidente de la Comisión de Agricultura y Ganadería de la Cámara baja.
En Argentina, el carbofuran está registrado para uso en diversos cultivos como maíz, sorgo, zapallo, sandía, melón, caña de azúcar y vid. Desde 1991 está prohibido en perales y en manzanos. No obstante, a partir del 10 de octubre de este año, entrará en vigencia su prohibición total. Dicha medida fue anunciada por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), como consecuencia del caso de los 34 cóndores muertos en Mendoza.
Según informó la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, los análisis toxicológicos "arrojaron presencia de carbofuran en buches y patas de cóndores en el 100% de las muestras […]. El mal uso de este producto por parte de algunos actores del sector agropecuario generan un daño al ambiente, provocando en este caso la muerte de los ejemplares".
Entre 2003 y 2016 se detectaron residuos de carbofuran en apio, acelga, achicoria, albahaca, frutilla, espinaca, lechuga y rúcula. Es uno de los pesticidas más tóxicos del mundo y no está autorizado para ninguno de estos alimentos.
El caso de los cóndores muertos produjo, además, que Mendoza aggiorne su normativa sobre agroquímicos: para poder comprarlos, los productores deberán contar con una "receta agronómica" firmada por un profesional matriculado en el Colegio de Ingenieros y Geólogos de Mendoza.
En 2018, el carbofuran también provocó la muerte de una niña de 12 años en un campo de Mburucuyá, Corrientes, luego de comer una mandarina contaminada con el pesticida. Así lo confirmó el fiscal de la causa, Osvaldo Ojeda, quien precisó que la autopsia reveló rastros del pesticida. Una de sus hipótesis es que las mandarinas fueron inyectadas con el producto con el objetivo de "espantar a las aves".
Creo que las muertes de los cóndores nos están diciendo que estamos sirviendo veneno en nuestros platos de comida. Es una alerta.
–Muchas veces, en el campo, el uso de estos pesticidas es parte de una conducta cultural o de ignorancia. Por eso pedimos una ley de trazabilidad, que la responsabilidad también sea del importador de esa sustancia, de la empresa que trae el pesticida a la Argentina –explica Astore.
En nuestro país, existen más de 3.000 formulaciones de fitosanitarios de diversos niveles de toxicidad. Argentina solo produce el 17% de los agroquímicos que consume, mientras que el 83% restante se importa de distintos países como China, Estados Unidos o la India.
Según informes del Senasa, publicados por la ONG Naturaleza de Derechos en el documento Plato fumigado, entre 2003 y 2016 se detectaron residuos de carbofuran en ocho alimentos: apio, acelga, achicoria, albahaca, frutilla, espinaca, lechuga y rúcula. El pesticida no está autorizado para ninguno de estos alimentos.
–Creo que las muertes de los cóndores nos están diciendo que estamos sirviendo veneno en nuestros platos de comida –dice Jacome–. Es una alerta.
Rescate y liberación
A pesar de la amenaza de los agroquímicos y de la baja tasa reproductiva de la especie –demora 10 o 12 años en ser fértil y cada pareja tiene una cría cada dos o tres años–, el resultado del Programa es abrumador: en sus 27 años de historia rescató 311 cóndores, crió 66 pichones en su centro de incubación y liberó a 178 cóndores en sus ambientes naturales, a través de redes en provincias de la cordillera y en otros países de Latinoamérica.
Además, lograron reintroducir el cóndor en la Costa Atlántica, en una zona conocida como sierras de Pailemán, en la provincia de Río Negro. Los cóndores habitaban esa zona hace más de 100 años, pero el crecimiento de la urbanidad provocó que la especie se recluyera en la cordillera. Ahora el Programa ya liberó a 51 cóndores en la región, volviendo a unir el corredor biológico de la meseta de Samuncurá, un área natural protegida entre Chubut y Río Negro, con el mar y la cordillera.
El éxito del Programa quizá se explique en la convivencia de dos perspectivas: el último adelanto biotecnológico de la ciencia y de la cosmovisión ancestral de sus pueblos. La última liberación se produjo en diciembre de 2018, casualmente, en Mendoza. El gobierno provincial puso en marcha un santuario para la conservación de la especie en el área conocida como Cordón del Plata, en Vallecitos. Allí fueron liberadas Akuy y Kellu, dos hembras cóndor, acompañadas de 300 personas y de líderes espirituales de pueblos originarios.
La misma ceremonia se realizará cuando Wak’a, ya curado completamente en el Ecoparque de Buenos Aires, regrese a su ambiente natural de montaña.