“Somos lo que nos gusta”
El gusto dice más de nosotros de lo que pensamos, unas reflexiones para entender la importancia de aceptarnos como somos
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Te gusta lo que te gusta, es fatal y no hay nada que hacer. La identidad es el gusto, no la historia ni el sector social, ni el barrio ni la familia. Todas esas cosas son determinaciones, características, pero no representan al real uno mismo y su movimiento de querer. El gusto es la viga mayor de la personalidad que se despliega.
Mucho tiempo atrás, si me topaba con alguien a quien no le gustaran las canciones de Spinetta, sentía que tenía que pasar a la acción. Libraba la batalla por el gusto, como si hubiera en el arte una verdad y a los errados hubiera que hacerlos entrar en razón. Hoy entiendo que a distintas personas nos gustan distintas cosas, que mi gusto es consistente en sí mismo, válido para mi, que no necesita adhesiones extra y que cada uno debe hacer con su vida lo que quiera y pueda. Es más, creo que la tarea del crítico de arte es hablar de las cosas que le gustan, porque solo esas comprende, como diría Rilke. Las demás no son suyas. Es música, es cine, es arte, no muere nadie.
El gusto expresa la variedad humana y cambia a lo largo de la vida. Expresa por lo tanto también la variedad dentro de una misma persona, sus momentos y partes, el deslizamiento de sus placas tectónicas personales. La historia de cada uno es la historia del cambio de sus gustos, y reivindicar el valor de una constancia es en realidad declarar en contra del valor de la plasticidad del desarrollo. Hace 30 años que escucho la misma música. Gusto que no cambia es persona inmutable: ¿persona fija es persona viva?
Chocar por gustos es absurdo
Puede suceder, en cambio, que uno no frecuente a las personas con las que se sentiría más a gusto y que el choque se deba a que querría estar en otra parte. O que uno quiera en realidad chocar, busque la confrontación por otras necesidades traspuestas al plano del combate interpersonal. A muchos les pasa, se tienen ganas de pelear y se buscan oportunidades en cualquier cosa que se presente.
Gustar de lo mismo acerca a las personas pero gustar de cosas distintas no necesariamente las aleja. El gusto, en su mudez, en su aparente arbitrariedad, es la expresión superior de la personalidad, sensibilidad en acto. Gusto que se justifica es gusto con trampa, el gusto vale más sin explicaciones, un glorioso porque sí es su mejor base. Uno no elige lo que le gusta, es algo que simple (y complejamente) sucede, no se inventa ni puede siquiera alterarse mucho.
Al hablar de gusto no hablamos solamente del fenómeno estético sino también de tendencias hacia personas, hábitos, intereses. El gusto es el modo de valoración y apreciación inmediata respecto del mundo. El famoso ingenuo y profundo like de las redes sociales.
¿Conclusión?
El gusto debe aceptarse tal como es (no es sabio fingir para resultar elegante o quedar bien, ni es procedente hacer fuerza para que te guste lo que no te gusta, es inútil y dañino). Esa fatalidad es, antes que algo a lamentar, una legítima vía de desarrollo de la experiencia personal. Si uno se pregunta por donde sigue su vida tiene que mirar sus gustos, allí encontrará caminos por seguir. Y una más: el “buen gusto” no existe, es solo una manera entre otras de pensar / sentir estas cuestiones, posiciones que pueden o no ser compartidas, lo importante en el gusto es el fundamento de la autenticidad. Somos lo que nos gusta.
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