"Alberto va a tratar de robarle las banderas a Cristina. Él va a ser Cristina"
Profesor de Historia de América Latina en la Universidad de Bolonia, entre sus obras se destacan Del Estado liberal a la nación católica, 1930-1943 y Perón y el mito de la nación católica
¿Qué cree que tiene de especial su mirada sobre la Argentina?
(Se ríe) No sé, mirá… Yo creo haber intentado una mirada original. No digo la mejor, pero pienso que es la correcta. Muchos me admiran y otros me insultan. Sé que genero mucha polémica porque toco nervios sensibles del peronismo.
¿Cuál es el nervio más sensible que toca?
La relación con el catolicismo, sin dudas. La matriz católica argentina no es la de cualquier catolicismo, no es un catolicismo de tipo liberal, de tipo democrático. Es un catolicismo de tipo hispano y nacionalista. Y el peronismo se presenta como el partido de la justicia social, un concepto que yo encuentro extremadamente flojo y vacío. "Nosotros somos el partido de los pobres, somos el movimiento de los que menos tienen, de los trabajadores, de los humildes, de los últimos, etcétera". Esa relación entre el peronismo y este catolicismo nacionalista se daba un poco como implícita, estaba ahí, bajo las cenizas, pero no se analizaba demasiado. Y yo creo que con mis investigaciones fui un poco más allá cuando estudié la raíz católica del peronismo como proyección secular-política de un imaginario esencialmente religioso. Ése es el nervio más sensible que toqué y que hace enloquecer a muchos y que hace que me digan de todo.
En uno de sus últimos artículos usted escribió: "La Iglesia ha liderado la reconquista. El ganador es el mito de la nación católica". ¿Por qué con el triunfo de Alberto Fernández ganaría "el mito de la nación católica"?
Porque en el mito de la nación católica la idea es que en el país no existen diferentes actores sociales, políticos, ideológicos, todos legítimos y que encuentran en el espacio político definido por la Constitución republicana el espacio donde todos interactúan. Peleándose, por supuesto, pero de forma reglamentada. La idea del mito de la nación católica es que por encima del marco institucional existe algo superior, una idea de nación, de pueblo, una idea de cultura que está por arriba. La teología de la cultura del Papa es exactamente eso: la idea de que existe un pueblo originario que encarna la identidad eterna de la Argentina, que es esencialmente de tipo cristiana y que por lo tanto este pueblo tiene su proyección en la arena política en el peronismo. Después, el peronismo tiene diferentes sectores, al Papa puede gustarle más o menos, pero "éste es el campo del pueblo". El otro campo es –uso las palabras del Papa cuando era general de los jesuitas– el campo colonial. "La clase media es el campo colonial". Estamos hablando del año 74, 75 y lo dijo varias veces.
¿En qué sentido la clase media sería colonial?
(Se ríe) Hay que preguntárselo al Papa, pero colonial quiere decir algo muy preciso: es una clase colonial porque adoptó las costumbres, las ideas del mundo liberal secularizado que es el gran enemigo del pueblo cristiano. O sea, el campo político se divide en dos partes: un pueblo cristiano formado por los pobres, los humildes, que tiene representación en el peronismo, y después está la oligarquía o la clase media colonial, que en realidad no es verdaderamente argentina, o sea, es una incrustación extraña en el país que está contaminando la pureza del pueblo. Ahora, si éste es el mito de la nación católica, bueno, entonces la victoria del peronismo es una especie de descolonización. O sea, "hemos derrotado al extranjero". Si uno piensa que el pueblo es cristiano y encarnado en el peronismo y los otros son una clase colonial, es normal que sea difícil consolidar la democracia, porque una parte piensa tener un derecho histórico: el monopolio de la nacionalidad. Es una idea de pueblo no democrática.
"Todos" es un espacio diverso. ¿Cómo resolverá las tensiones Alberto y qué identidad política terminará adoptando?
Quien piensa que Alberto Fernández va a ser el nuevo Menem se equivoca. Tampoco va a tener una política económica de tipo autárquico como la última Cristina. Va a tener una política más pragmática y abierta al mundo. Pero el mundo de hoy no tiene nada que ver con el mundo de Menem: no hay Consenso de Washington, no hay una expansión del liberalismo y la economía de mercado, no hay una debilitamiento de los sectores populistas. Entonces, él tiene el problema de no tener dinero para distribuir, de tener que tomar medidas duras, pero al mismo tiempo, tiene que competir con el liderazgo de Cristina Kirchner. Si bien no tenemos certezas, se me ocurre pensar esto: que al no poder tener una política de redistribución de recursos materiales, porque no los hay, va a tener una política de redistribución de bienes simbólicos. Es decir que él va a tratar de robarle las banderas a Cristina Kirchner, o sea que él va a ser Cristina Kirchner. Lo primero que hizo en política internacional fue muy llamativo, o sea, ese intento del peronismo clásico de hacer de la Argentina, una vez más, la heredera del ideario panlatino, de la unidad latinoamericana en contra de la globalización liberal. Ahora que no está más Chávez para conducirlo, es una idea muy fuerte desde el punto de vista ideológico, que calienta mucho los corazones. No tiene ninguna posibilidad en términos prácticos, pero es una retribución de tipo simbólico. Si lo hace él, le roba una bandera a Cristina Kirchner.
¿Cómo podría reorganizarse la futura oposición y qué lugar le asigna a Macri?
Esa es la más difícil de las preguntas porque no lo veo a Macri con el liderazgo para ser jefe de una oposición unida. Y, además, creo que su espacio político sale de cuatro años de presidencia sin tener una idea bien definida. El hecho de que para los peronistas él represente el neoliberalismo y para los liberales una especie de peronismo light dice mucho sobre su indefinición identitaria, ideológica y programática. Yo creo que la derrota obligará a Cambiemos a tratar de darse una identidad más definida: ¿Quiere ser un partido más liberal-conservador? ¿Quiere ser un partido más socialdemócrata? Si lo aclara, es un bien para el sistema público argentino. Si en cambio piensa que su tarea histórica es ser antiperonista, y no más, estamos en el juego de siempre: peronistas y antiperonistas. Y en la lucha entre peronistas y antiperonistas no gana nadie. Y si gana alguien, es el peronismo, pero no gana el país porque reproduce una dinámica polarizada. Es la dinámica de la decadencia argentina.