Alan Faena: “No me identifico con nadie, porque nadie se parece a mí”
Instalado entre Miami y París, desde donde expande sus proyectos al mundo, el empresario repasa su vida y sus creaciones y habla del libro que escribió durante la cuarentena
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Estadio Obras, 1992. Con una capa celeste y blanca, Charly García camina por la pasarela cantando por primera vez en público su versión del Himno Nacional Argentino, junto a las modelos que acaban de desfilar para Via Vai con vestidos cubiertos de escarapelas. Lo escuchan conmovidas cinco mil personas, las que lograron entrar hasta agotar la capacidad de la sala. Otras tantas esperan afuera.
“Me sentí tan orgulloso de mi país, de mi generación –escribiría casi tres décadas después el creador de la marca, Alan Faena–. Tenía un sueño que había salido de la nada, y ahora sonaba tan fuerte como un estadio”. Con menos de treinta años, el empresario había logrado crear performances que unían moda y rock en lugares no convencionales como el Planetario o la Federación Argentina de Box. Y sintió que podía llevar a niveles épicos esa asombrosa capacidad de “elevar el instante”.
No se equivocó. Ahora planea llevar esa magia, esa misma emoción, al otro lado del Atlántico. Mientras vive entre París –donde montó en una antigua casa de Saint-Germain su base de operaciones para proyectar su universo creativo hacia Europa y Medio Oriente– y Miami, ciudad que según él renació como pocas en el mundo, el creador de distritos turísticos y culturales habla de silencio, debilidad y amor en Arquitectura de Ser, libro que escribió durante la cuarentena. “Es mi mejor obra. Aproveché ese momento de pausa para sacar otra parte de mí”, dice a LA NACION revista por videollamada desde Estados Unidos, país en el cual también planea expandirse.
Así como a mediados de los 90 vendió Via Vai, cargó cientos de libros en una camioneta y se dirigió a un terreno cercano a José Ignacio, donde comenzó a cultivar rosas y a construir un refugio que llamó Tierra Santa, con una asombrosa capacidad de empezar de cero desarrollaría más tarde barrios enteros en Puerto Madero y Miami Beach, donde el Faena Festival inaugura cada año la semana de Art Basel. Tras haberse retirado una vez más de la escena en junio pasado para escribir los fundamentos filosóficos de sus proyectos, como un Ave Fénix vuelve a resurgir ahora de las cenizas de su casa de Uruguay, destruida en diciembre por un incendio.
Tierra Santa se llamarán también los centros de bienestar de una veintena de embajadas de Faena, que se montarán en distintos países gracias a un acuerdo con la cadena de hoteles francesa Accor. Este emprendimiento se suma a su alianza de dos décadas con el magnate ruso Len Blavatnik, y a la reciente asociación creativa con Eduardo Costantini para crear el complejo de viviendas Oceana Puerto Madero.
Su trabajo con grandes diseñadores y arquitectos como Philippe Starck, Norman Foster y Rem Koolhaas está detallado en Alquimia y creación colaborativa, autobiografía publicada en 2019 por la editorial neoyorquina Rizzoli. Allí repasaba su historia desde chico, cuando le decían “el principito” por vestirse siempre de impecable blanco, y se remontaba hasta sus antepasados inmigrantes. Arquitectura de Ser, en cambio, concentra, según él, “la esencia” de todo lo que hace.
“Hay correlación entre los dos libros: se complementan bien, salen de lo mismo. En Arquitectura de Ser pude poner en palabras, que es lo más difícil y complejo, mi manera de transitar la vida, de sentir, de comunicarme. En el primero cuento la historia hasta ese momento, y en el segundo qué hay detrás de la acción. Mi experiencia de cómo me pude sostener a través de todas las batallas, que son mi propio combustible. Desde Via Vai, la filosofía no cambió: sembrar rosas junto al mar en Uruguay, desarrollar Puerto Madero, crear el Faena District en Miami, todo eso parecía imposible. Estar preparado para perderlo todo es la única manera de poder ganar. El renunciamiento es clave, no estoy atado a ninguna situación que me dé seguridad. Hay más riesgo en vivir de esta manera, pero el riesgo te mantiene atento”, reflexiona Faena.
-En el primer libro contás que tu bisabuelo materno era rabino y consejero del rey de Marruecos. ¿Qué lugar ocupa la dimensión espiritual en todo lo que hacés?
-No creo que haya un camino espiritual separado de un camino de vida. Para mí, el camino espiritual y mi propio camino es exactamente lo mismo, está todo integrado. Eso es lo que planteo en Arquitectura de Ser.
“El poder del Camino se encuentra en nuestra propia transformación y la realización de nuestro mejor yo”, escribe este hombre de 57 años al que no le gusta encasillarse en ningún rol o definición. “Cada solución nos permitirá pasar al próximo plano de comprensión. Ya no seremos los mismos de antes: eso es evolución”, agrega en otro de sus capítulos preferidos, titulado “Debilidad”.
“Las debilidades son la proyección de uno mismo para seguir avanzando. Uno proyecta sus propios desafíos, los genera. Y el desafío es netamente proporcional a la posibilidad de solucionarlo. En cada uno de nosotros está la solución a esas batallas que se nos presentan”, afirma.
-Solés hablar del renacimiento y la transformación, de sacar la fuerza de la debilidad. ¿Cómo lograste tus transformaciones? ¿En qué te apoyás?
-Las necesito para mantenerme en el presente. Cuando uno puede conectarse con ese movimiento en silencio… Por eso también hay un capítulo que se llama “Silencio”. También me parece que el capítulo del amor es muy importante: empezar por ese amor a vos, que es clave, y después amar.
-Una de tus grandes transformaciones se produjo en Tierra Santa, donde tenías dos casas, y la más antigua se quemó en diciembre. ¿Cómo estás con eso? ¿Vas a reconstruirla?
-Era una casa de rock, de alegría, de emociones, donde venían a veranear Charly [García], Gustavo [Cerati]… Dio todo lo que tenía que dar. Se quemó y está todo bien. Ya vendrán otras cosas, o no. Ahora no tengo planes.
-En el primer libro planteás que cuando concebís un espacio te gusta lograr esa sensación de estar en un templo, como la que tenías en esa casa.
-Para poder vivir, para poder expandirme, necesité generar mis propios templos. Los templos fueron los lugares donde viví, y que compartí con mis amigos y amores. Eran lugares en los que la gente se congregaba a cantar, a compartir el arte, la cultura, a vivir, a sentir, a disfrutar, a encontrarse, a amar. Fueron los inicios de cómo generar estos espacios que después fueron Faena.
-En el mismo libro contás que, desde chico, tu cuarto era un espacio con música en el que te gustaba recibir a la gente. Todo está conectado.
-Sí, todo. Así fui generando los espacios que iba compartiendo con más personas. Tiene que ver con algo curativo. La gente viene a Faena tres, cuatro días, y cambia su percepción. Y por eso salió votado el segundo mejor hotel de Estados Unidos pese a ser una compañía independiente, creada por una mente que vino de otro país. Lo que Faena concentra es un respeto por el instante. Genera esa sensación de elevarlo, de reubicar la visión. Sobre esa base estoy yendo por el mundo.
-En enero anunciaste tu sociedad con la cadena de hoteles Accor para crear la Faena Management Company, con la que crearán “embajadas” de tu universo en veinte ciudades. ¿Qué podés adelantar sobre esos nuevos proyectos?
-Tengo muchas cosas en marcha, pero no podría anunciarlas todavía porque hay preacuerdos. Lo que Accor me facilita, a través de su red, es llevar a distintas ciudades ese poder del instante, la chispa del vivir. Y tener equipos. Pero la acción, la creación y la épica están en mí.
-¿A qué ciudades te gustaría expandirte?
-Creo que todas las ciudades tienen lugar para un punto de vista como el que les puedo ofrecer. No me asustaría ninguna ciudad, al contrario. Estamos haciendo proyectos que son más de playas, otros más urbanos…
-¿Vas a hacer hoteles en cada ciudad o tenés pensado desarrollar distritos enteros, como en Buenos Aires y Miami?
-Eventualmente, vamos a tener ambos. Aunque yo no hago hoteles. Lo que Faena hace tiene que tener ese “360 grados de elevación del instante”, generar emociones. Esa sensación puede ser más grande o más chica en su conjunto. Estoy trabajando todo lo que tiene que ver con la longevidad, hay una parte de bienestar que me interesa mucho. Me parece que tener el cuerpo y la mente integrados es clave en estas batallas del día. Estamos haciendo crecer nuestro centro de wellness, que llamamos Tierra Santa Healing House.
-¿O sea que Tierra Santa va a ser un elemento central de tus nuevos proyectos?
-Sí. Ya lo es Miami, pero cada vez me parece más importante en este nuevo mundo la conciencia de estar alineado con el cuerpo. Hay muchos avances sobre lo que la tecnología y la ciencia tienen para ofrecer al cuerpo, y trabajamos con algunos doctores de longevidad muy buenos.
-¿Sería como una fuente de eterna juventud?
-Uno de los murales que hizo Juan Gatti en la entrada del hotel de Miami, que se llama Amor, tiene la fuente de la eterna juventud. Es lo que venían a buscar los españoles que llegaban a la Florida, a un lugar florido.
-Con todo lo que vivimos este año y medio, creo que hubo un cambio de conciencia sobre el cuidado del cuerpo y la salud.
-Sí, cada vez más. Me parece que es parte de ese movimiento 360 grados del que hablábamos. Es lo que llamo elevar el instante: que cada uno se encuentre con lo mejor de uno. Para mí es algo profundo de poder obsequiar, como un regalo. Tiene algo curativo también. Uno quiere sentirse lo más fuerte, lo más expansivo posible, para poder dar lo mejor a quienes tenés cerca. Si estás metido para adentro, dejás de dar. Espacios que te ayudan a encontrar distintas partes de vos, son bien recibidos.
-Sobre todo en este momento de pandemia.
-Sin duda. Pienso que va a venir un gran auge, porque nos dimos cuenta de que todo es muy efímero, y vamos a querer esas emociones hoy más que nunca. No dudo de que vienen momentos geniales: la gente está más ávida de vivir, de hacer, de dar lo mejor. Lo estoy viendo acá en Miami, que renació en los últimos seis meses. Se multiplicó, es otro lugar. Se vendió Real Estate como nunca y el hotel está lleno. Se convirtió en el epicentro de Estados Unidos; las empresas tecnológicas se mudaron desde San Francisco, Los Angeles, Nueva York. Por eso este año vamos a hacer a fin de octubre la primera gala de Faena Art para todos ellos.
-¿Por qué se mudaron ahí?
-Por muchas razones. No quiero hablar sobre temas que no son los míos, pero creo que en Miami vacunaron muy pronto. Cuando todo estuvo cerrado, en diciembre y enero, siempre estuvo abierta y llena. También tuvo una política de impuestos muy inteligente, y está compitiendo con las ciudades que subieron los impuestos. Mucha gente en Nueva York necesita una dirección en Miami, donde además tiene una calidad de vida mucho mejor. Todo este tiempo que no tuvieron que ir a las oficinas pudieron darse cuenta de que no están obligados a estar en una sola ciudad.
-¿Por qué estás viajando tanto a París?
-Quería estar cerca de Europa, donde voy a hacer más proyectos ahora. Quería estar ubicado en París porque quería experimentar. La experimentación me permite crear, estar más libre, estar atento. Siempre ese volver a empezar resuena en mí porque me da combustible.
-¿En París vas a hacer uno de estos proyectos?
-Eventualmente sí. Estamos buscando los lugares.
-En el libro de Rizzoli contás que París fue una gran inspiración cuando trabajabas con tu papá, en la empresa de lanas, y después para hacer las colecciones de Via Vai.
-Sin duda. París siempre fue el epicentro de la moda. En todos esos años en que yo estaba tan cercano a la moda y a crear ropa y diseños, íbamos a comprar telas. Y después con Paula [Cahen D’Anvers], en el 90, hacíamos una marca que se llamaba Faena Cahen D’Anvers, y fuimos los primeros de Sudamérica en exportar a Francia, Italia y distintas ciudades de Europa. Vivíamos un tiempo en París, y ahí podíamos vender. París es un lugar de inspiración absoluta. Es la antítesis de Miami, el pasado te acompaña en cada paso: están presentes las antiguas mentes, los artistas, la locura en todos los sentidos. Y obviamente el diseño, la arquitectura. Quería estar ahí, quería que mi hijo Noa descubriera un colegio en otra ciudad. Pienso que los niños del futuro se van a poder adaptar a los cambios. Porque las economías, las creaciones, los puntos de vista van a estar en permanente cambio. Entonces, me gusta que no se asiente y que pueda descubrir ciudades e idiomas desde chico.
-¿En París ves ese mismo renacimiento que en Miami?
-No, pienso que Miami está pasando un momento especial, único en el mundo. Hubo dos ciudades que pasaron estos meses con altura y distinto a todo el resto: una fue Miami y la otra, Dubai.
-¿Dubai va a ser la primera sede de tus embajadas?
-Quizás hay otras que puedan llegar antes, porque ese proyecto es más largo.
-¿Pensás convocar a distintos diseñadores y arquitectos?
-Todavía no está definido.
-Para ambientar Faena Miami convocaste a Baz Luhrmann, director de El Gran Gatsby. ¿Te identificás un poco con ese personaje de Francis Scott Fitzgerald?
-No me identifico con nadie, porque nadie es parecido a mí. Lo que me gusta de Baz es la épica que puso en sus películas: en Moulin Rouge, en Romeo y Julieta… La mezcla entre la música, la luz, la ropa, los actores, el amor, la historia. A mí también me gusta ponerles épica a mis obras; sentía que tenía eso en común con él. Trabajamos en conjunto.
-Te asociaste con Eduardo Costantini para el proyecto Oceana Puerto Madero. ¿Cómo va a ser?
-Es un súper proyecto, un lujo. Él estaba en búsqueda de terrenos y nosotros teníamos ese, que es uno de los mejores de Buenos Aires. Sobre el agua, sobre Faena, con un parque espectacular en el medio que va a tener un parque de esculturas. La obra va muy bien. La idea era que estuviera terminada para noviembre, seguramente se demorará unos meses.
-Podrías solo haberle vendido el terreno y no asociarte… ¿Por qué decidiste hacerlo?
-Creativamente, los dos entendimos que colaborar era lo mejor para el proyecto. Y participar. A pesar de que fue una asociación creativa y nada más.
-Te gusta mucho trabajar en colaboración. ¿Pensás que eso está cambiando a nivel global? ¿Que se está pasando de la competencia a la colaboración, a trabajar en equipo?
-Uno puede colaborar para competir, también. Que es sobre todo lo que hago yo. Trato de tener el mejor equipo, porque siempre las partidas que decido jugar son partidas grandes. Y pongo alrededor mío las mentes que pueden colaborar a que mi proyecto sea lo grande que quiero que sea. Dirigir un equipo de mentes para mí siempre fue básico.
-¿Siempre te considerás el director de esos equipos de mentes creativas?
-Sin duda. Es mi responsabilidad. Dirijo esas mentes, que acompañan la mía. Pero no sólo pasa con el diseño y la arquitectura. Pasa con los festivales, con los artistas… No quiero que veas Faena como edificios y hoteles. A veces hay que hacer cosas grandes para que tu voz se escuche más. Y por eso elegí hacer estos espacios inmensos. Lo que generamos es una voz que trasciende las industrias en las cuales estamos.
-Solés decir que querés que tu voz se escuche más. ¿El mensaje a transmitir cuál sería?
-Pienso que en Arquitectura de Ser hay mucho del mensaje. A pesar de que es un libro súper sencillo, es sobre mi modo de pensar y hacer. No tiene complejidad ni ningún tipo de intelectualidad, ni pretende tenerla. Cuenta una acción. Como digo en el libro: “La vida es un presente inmenso moviéndose en silencio”. La creación es justamente eso.
-En el primer libro te referís al origen de tu apellido, que significa tarea, y a cómo tus ancestros inmigrantes lograron todo lo que hicieron trabajando… ¿Creés que la cultura del trabajo se perdió en la Argentina?
-Pienso que se va perdiendo en todo el mundo. Lo hemos visto ahora. Este momento, en Estados Unidos, es el más difícil para encontrar gente para trabajar. Durante esta temporada operamos casi con la mitad del staff que tendríamos que tener. Eso tiene que ver con que el gobierno también estaba subvencionando a los que no podían. Pero pienso que si uno busca hacer su diferencia, ser libre para vivir su propia vida, no solo es trabajar sino darle un sentido a tu vida. El trabajo puede ser tomado como trabajo, como algo que es pura obligación, o puede ser tomado también para darle un sentido. Lo que decís de los inmigrantes, que empezaban bien pobres, a través del trabajo le daban sentido a su vida. Es la clave de la familia, del progreso. El trabajo pasa a ser la propia vida porque es un sentir, es la creación, es una artesanía que se aprende de tus padres, de tus abuelos. Esa cultura de especializarse en algo le da sentido no solo a la vida sino también, en muchos casos, a una identidad familiar.
-¿En qué encontrás ese sentido de tu vida?
-En la libertad del vivir. Está relacionada con esa Arquitectura de Ser que es básica, y que es de lo que trata el libro: uno puede crear edificios, o grandes cosas, pero si no puede lograr construirse a uno mismo, nada tiene mucho sentido. A pesar de que no hablo de mí mismo, no me tomo como ejemplo, sí tomo acciones y situaciones y palabras y emociones que me llevaron al entendimiento que tengo del vivir. Por eso te decía que para mí el camino espiritual no es un camino paralelo a quién soy yo. Yo creo en mi propio camino, que es espiritual porque es el mío. Y porque lo creo, lo siento, y lo vivo, entonces es espiritual. Espiritual es estar conectado con la creación misma, con la vida, con el propio ser. No creo en que tengo que hacer yoga para estar conectado. También hago yoga, pero es parte del camino. No es que una situación te hace más o menos espiritual.
-¿Qué es el éxito para vos?
-El éxito es, de alguna manera, que los demás te aprueben. A mí eso nunca me importó. No me identifico con esa palabra. Esa palabra es cómo los demás me pueden ver a mí, no yo. Yo sigo andando como el primer día, imaginando como el primer día, haciendo mis acciones como cuando estaba en esos años de París, en la Argentina en los 80, junto con Paula, tratando de vender remeras. Y después, esas cinco, diez, veinte, cincuenta remeras se convirtieron en mil, y después en cinco mil, y después en un movimiento más generacional. Y todo en un concepto de vida épica. La gente recuerda Via Vai por esa épica de comunión que tuvo mi encuentro con Paula, Charly García cantando el himno, cuando tratábamos de darle esa emoción a toda nuestra generación. Hicimos ese desfile inspirado en la Argentina, en su bandera, en un momento en que la Argentina era totalmente otra cosa. Via Vai tuvo esa épica igual a la que tiene hoy la semana del Faena Festival en Miami. Esa misma semilla de ese desfile en Obras es la épica que podemos estar teniendo hoy, hablándole al mundo.
-Como la procesión que hiciste en Miami para inaugurar el Faena Forum, en 2016.
-Claro. Fue la primera vez que Miami permitía a Miami Beach cerrar Collins, y había un colectivo de cientos de artistas de distintas comunidades. Con ayuda de todos nuestros sponsors, fue una movida grande para Miami. Nunca hubo algo por el estilo. En ese momento me habían entregado las llaves de la ciudad, cuando abrimos el hotel, por haber hecho todo el Faena District. Y además llamaron al 1° de diciembre el Faena Day. Parece todo un delirio, pero eso es a lo que se puede llegar. Cuando uno se emociona con el trabajo, con la creación, no importa de dónde venís ni adónde vas. No hay banderas cuando vas por tu idea. Lo importante es que vos lo sientas, lo creas. Y después, todo es uno.
-¿Cómo ves a la Argentina de hoy, comparada con aquel desfile memorable con Charly?
-Me parece que los 80 y principios de los 90, en Buenos Aires fueron años súper creativos. La gente se animaba, después de todos esos años, en la música, en la poesía, en los lugares, los restaurantes, las librerías… Todo era ebullición. Era un lugar en el que todos nos sentíamos orgullosos de estar. Y eso es importantísimo.
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