Al oeste de Manhattan, el jazz
La zona de Greenwich Village, donde hubiese querido nacer John Lennon, en un recorrido por clubes icónicos y otros alternativos para descubrir los grandes músicos del momento
Un piano suena por los parlantes que no vemos mientras nos acomodamos en la mesa y la moza nos trae la carta. Estamos sentados de costado al escenario y nuestra mesa es para seis personas, eso quiere decir que la vamos a compartir con otros que quieran sentarse aquí, porque además de una de las cunas del Jazz, este bar es conocido por su éxito comercial. El Blue Note es un club de jazz en medio del Greenwich Village en Manhattan y en una sola noche pueden pasar cuatrocientas personas. Hay más de treinta mesas alrededor nuestro sobre los distintos niveles del salón. Además de un club de jazz, el Blue Note parece el salón comedor de un crucero de lujo de los noventa. En el lugar prima una tonalidad azulada, no sólo por los tachos de luces que propagan este color, sino también por las sillas que están tapizadas en azul eléctrico y el piso alfombrado en el mismo tono. Son las 18.30 y todavía falta una hora y media para que empiece la Dizzy Gillespie Big Band, una banda tributo a Dizzy Gillespie, uno de los más emblemáticos trompetistas de jazz. Pero como recomiendan cuando uno llama para reservar, es mejor llegar un rato antes para asegurarse un lugar.
En la puerta hay un guardia de unos 60 años, canoso, de traje y muy alejado del estereotipo de patovica que conocemos; se llama Michael y es afable; parecería importarle que uno se quede a ver el show. El Blue Note es el lugar más relajado en el que le tocó trabajar en toda su vida, porque "se la pasa bien", aclara antes de guiarme hacia la mesa. Hay que pagar 35 dólares por persona –sólo incluye una consumición– o 20 si uno se ubica en barra, aunque desde ahí casi no se ve el escenario. Este bar abrió en 1981 con un espacio para que los mejores músicos pudieran tocar y para que nuevos productores y mecenas de la música descubrieran talentos, o así al menos lo explica la página Web. Hoy, el Blue Note también tiene sus sedes en Milán, Tokio y Nogoya (también en Japón), y nunca cierra, ni siquiera en Navidad o Año Nuevo. Siempre hay algo programado.
Adentro del bar me espera Michael Sarian (28), un músico y compositor argento-canadiense que estudió Composición Contemporánea y que se especializó en Jazz Composition, en la Universidad de Nueva York. Para Sarian, el Blue Note "es un lugar turístico donde tocan los jazzeros de estilo más popular, como Kenny G, pero donde igualmente hay bandas que vale la pena ver". El bar tiene un convenio con la Universidad de Nueva York para que las bandas de alumnos de la Universidad puedan exponer ahí, y así fue como Sarian terminó tocando en el Blue Note cuando era estudiante. Si quisiera hacerlo hoy con sus bandas emergentes no sería tan fácil. Se disfruta del show mientras los mozos intentan no olvidarse de uno y cargan bandejas con los pedidos. Sarian acaba de lanzar su álbum Subtitle y no es en este tipo de bares más comerciales y turísticos donde los músicos jóvenes muestran sus nuevos trabajos. Sólo el fin de semana y en horarios de trasnoche hay espacio para nuevos sonidos.
A las 21.30 termina el primer show que ofrece a diario el Blue Note y rápidamente los mozos te acercan la cuenta, porque a las 22 empieza el próximo. Se despiden los nueve músicos que tocaron temas de Gillespie, justo el día que hubiera cumplido 97 años.
Salir a las 22 a buscar un lugar para cenar en Nueva York no es fácil, pero a esta hora en Greenwich Village hay muchas personas por la calle y los lugares de pizza, tacos y shawarma están atestados de gente. Personas de todas las comunidades del mundo rotan buscando comer algo mientras visitan bares. Es ideal picar algo al paso porque hay muchos clubs con excelentes programaciones –y entradas mucho más baratas– en la zona para seguir viendo. Es el caso del Fat Cat, un subsuelo a unas cuadras del Blue Note. "Al Fat Cat no vienen turistas, es el público joven local y es más universitario", explica Sarian que ahora oficia de guía. El lugar es inmenso y el más barato para ver jazz: la entrada cuesta sólo 3 dólares.
Luego de bajar las escaleras y atravesar mesas donde algunos juegan al ajedrez, se abre un gran espacio que alberga un escenario central y más de veinte mesas de ping pong, tejo y pool. En el escenario toca una banda de jazz y salsa, un japonés baila con una norteamericana y una francesa con un cubano. Las parejas que parecen armarse espontáneamente bailan demasiado bien al ritmo de los golpes de cajón que toca la banda con más de ocho músicos arriba del escenario. Detrás de las parejas y de sillones donde se ubican los más interesados en la música estamos los que jugamos al pool y al ping pong. A Sarian le gusta el Fat Cat "porque mientras jugás a algo podés escuchar buena música; una vez vine y estaba tocando Billy Cobham, el baterista de Miles Davis", explica. El Fat Cat abre de 21 a 4; poco después de medianoche suele haber jam sessions y muestras de su propia big band –o Gran Banda–, que es un ensamble de músicos de jazz.
En Greenwich Village hay más lugares que son conocidos como mecas modernas del género. Es el caso del Village Vanguard, uno de los clubes más emblemáticos de la ciudad. Acá se iniciaron carreras como la de Thelonius Monk y a partir de la década del cincuenta, se convirtió en el reducto donde sucedía el jazz en Nueva York; músicos como John Coltrane y Bill Evans grabaron discos en el estudio que tenía el Vanguard.
El lugar abre todos los días y los lunes a la noche, hace 33 años, toca la big band que los caracteriza. "El Village Vanguard es el lugar donde surgió el jazz moderno –explica Jon Crowley, trompetista y compositor–. Es uno de los más caros, pero si uno lo visita tiene garantizado ver algo realmente bueno. No vengo seguido, pero cuando lo hago siempre está muy bien." Crowley vive en Brooklyn y ya sacó tres discos que ganaron premios. Para él, también hay que visitar en Greenwich Village el club Smalls. "Es un lugar muy chico, íntimo donde se juntan los músicos y escuchan buen jazz de estilo bebop de los años cincuenta; además hay jam sessions casi todas las noches, entonces los músicos aprovechan y tocan hasta las 3 de la mañana." Smalls es casi de culto y está abierto hasta las 8.
"Yo tendría que haber nacido en Nueva York, tendría que haber nacido en el Village", dijo John Lennon en una entrevista. El Greenwich Village siempre fue ese barrio donde vivían los artistas, el lugar donde surgió la generación Beat y la contracultura de los 60. Y hoy, aunque ya se aburguesó, viven celebrities y las casas superan el valor de las seis cifras, sigue siendo el lugar para escuchar el mejor jazz.