Al final...,¿Llegamos de los barcos?
Investigadores de la Universidad Maimónides y de la UBA aseguran que un 30 por ciento de la población tiene ancestros nativos y un 5 por ciento, africanos. De cómo la certeza de ser los más europeos de América es hoy relativizada por la antropología biológica se trata esta nota
Cuántas veces hemos escuchado que en la Argentina todos venimos de los barcos… y que somos un crisol de razas. Así lo creen muchos, ha sido escrito infinita cantidad de veces y hasta legitimado como conocimiento válido.
En la Enciclopedia Mi Galaxia de 1936, por ejemplo, Lorenzo Dagnino Pastore escribe que el 77,4% de la población argentina se compone de nativos de sangre europea, el 20% de extranjeros y el 2,4% de mestizos con vestigios de "razas inferiores", aunque se apresura a aclarar que éstos se encuentran "en franca disminución". En un libro de texto de 1985, Geografía para cuarto año del bachillerato, de Paulina Quarleri, se indica que en un 99% la población argentina está compuesta por individuos de "raza blanca".
Pero, ¿venimos realmente de los barcos y somos ese tan mentado crisol de razas?
"Lo que existe es la mitología de que somos blancos y europeos –afirma el doctor Francisco Raúl Carnese, especialista en antropología biológica–. Sin embargo, nuestra población está bastante mestizada. La composición indígena es muy llamativa, en especial en la ancestría por vía materna, que aumenta hacia el Norte y hacia el Sur, y también es muy importante en el área metropolitana de la ciudad de Buenos Aires. Tenemos la necesidad de blanquear poblaciones, pero el concepto de crisol de razas está cuestionado."
Según este especialista, actualmente se suelen realizar clasificaciones raciales del mismo modo en que se hacían hace 3 o 4 siglos, sobre la base de datos de origen cultural o tomando en cuenta la coloración de la piel (raza blanca, hispánica, judía, negra, amarilla). Este enfoque, asegura Carnese, es totalmente erróneo. "Las razas no existen –lanza–. Hay fenotipos diferentes, pero no razas: la genética de poblaciones demostró claramente que no existe discontinuidad entre las poblaciones humanas. Las razas no reflejan una realidad biológica: son construcciones sociales."
Carnese está al frente de la sección Antropología Biológica del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y del Laboratorio de Antropología Biológica del Instituto Superior de Investigaciones de la Universidad Maimónides. Para una disciplina como la antropología biológica, disponer de un laboratorio bien equipado y de los insumos para llevar adelante las investigaciones es una cuestión crucial. Por eso un convenio bilateral integra a investigadores y estudiantes de ambas casas de estudio, a lo que suma esfuerzos la Fundación Azara (que también forma parte de la Universidad Maimónides), al colaborar con los proyectos en desarrollo.
Hasta los años 30 o 40 parecía bastante cierto que la composición de la población de la Ciudad de Buenos Aires tenía un marcado componente europeo. De esto dieron cuenta dos investigaciones realizadas para esa época en los hospitales Italiano y Rivadavia, donde se observó que las frecuencias génicas de los sistemas ABO y el Rh en una muestra de más de 15 mil donantes de sangre porteños eran similares a las de Italia y España.
Medio siglo después, el doctor Sergio Avena, investigador del Conicet que integra el equipo que dirige Carnese, retomó la temática: volvió a analizar frecuencias génicas en dadores de sangre y se encontró con que en la población local aparecían marcadores grupales sanguíneos que denotaban otra composición.
"La población nativa de América del Sur es casi en su totalidad del grupo 0, algo que entre europeos alcanza a alrededor del 60 por ciento –explica la doctora Cristina Dejean, bioquímica–. Lo que Avena comprobó es que la frecuencia del grupo sanguíneo 0 aumentaba en comparación con los datos de 50 años atrás. Este dato biológico, sumado al del origen de padres y abuelos, permitió concluir que la mayor proporción de donantes de sangre con elevada composición genética indígena tenía en especial ancestros del norte argentino, llegados con las migraciones internas producidas masivamente en la s décadas del 40 y 50 y, a partir de los años 60, de otros países sudamericanos limítrofes. La tendencia se acentúa en los 90."
Los investigadores explican que los sistemas sanguíneos son muy informativos para estudiar la mezcla génica entre europeos y amerindios. Un sistema sanguíneo es una forma de clasificar lo que en apariencia es igual: dan cuenta de pequeñas diferencias en la composición de la sangre, lo que permite conformar grupos o sistemas. Están los más conocidos, como el ABO y el Rh. Pero también existen otros sistemas, como por ejemplo el Duffy, que no se rastrean de rutina y que sirven para ver el aporte africano. Una variante de este marcador, el alelo Duffy null, que tiene un valor cercano al 100% en subsaharianos, pero prácticamente no está presente en europeos y amerindios, indica la presencia de aporte africano. Todos estos son marcadores biparentales (es decir, revelan tanto ancestros maternos como paternos, sin posibilidad de diferenciarlos).
"A partir de una muestra de sangre –explica el doctor Carnese– se testea a qué variante de cada uno de estos sistemas sanguíneos corresponde: si es grupo A, B o 0, si es Rh positivo o negativo, si es Duffy o Diego, que es otro sistema sanguíneo, dividido a su vez en A o B… Diego A, por ejemplo, es claramente de origen amerindio. También se encuentra en los asiáticos orientales [los pobladores originarios de América: ver recuadro]."
Las investigaciones del grupo han permitido sacar cuentas distintas de las que se venían haciendo respecto de la composición de la población argentina: un 65% de europeos, un 30% de amerindios y la aparición de un elemento que en la mayoría de las descripciones aparece negado: un 5% de componente africano.
Las distintas oleadas
Darwin, en 1845, recorriendo la actual Patagonia escribió: "Creo que dentro de medio siglo no habrá ni un solo indio salvaje al norte de Río Negro". Salvajes no hay... Pero descendientes de las poblaciones originarias, sí. Y cuántos.
"En la Argentina dos eventos históricos tuvieron fuerte influencia en la composición genética de la población –explica Cristina Dejean–. El primero fue la inmigración europea masiva entre 1880 y 1930, cuando cerca de 3.5000.000 europeos, fundamentalmente españoles e italianos, se radicaron especialmente en Buenos Aires y la pampa húmeda. Por eso en las primeras tres o cuatro décadas del siglo pasado la población presentó características génicas similares a las de los países de origen de sus ancestros inmediatos. El segundo evento ocurrió en los años 40, cuando la sustitución de importaciones trajo gente de las provincias y los países limítrofes, algo que modificó el acervo genético de la población del área metropolitana de la ciudad de Buenos Aires."
Cuando Sergio Avena determinó en 2003 los marcadores antigénicos de donantes de sangre de la ciudad de Buenos Aires y del primero y segundo cordón suburbanos, encontró que en tanto que en la metrópoli el porcentaje de participación amerindia era del 5%, en el primer cordón se incrementaba al 11% y en el segundo al 33%. Los componentes africanos, en cambio, no presentaron variantes significativas según las áreas (oscilaron entre un 3.5 y un 5%). Esto demuestra que se trata de un elemento antiguamente establecido en la genética de estas poblaciones. En cambio, el incremento del elemento amerindio viene a cuenta de las sucesivas migraciones que llegaron especialmente a los suburbios porteños a lo largo del siglo XX, y no a una mezcla o mestizaje de individuos entre sí.
La cautiva, pero al revés
Si hubo algo de ese crisol de razas, existió en la Colonia. Pero no como alguna vez intentaron inmortalizar célebres poemas y canciones (la mujer blanca robada por el malón), sino exactamente… al revés.
"Los españoles llegaron solos y se mezclaron con las mujeres nativas –afirma Sergio Avena–. Por eso esa ancestría quedó fijada en el ADN mitocondrial, que permite conocer la línea materna: lo transmiten únicamente las mujeres (madre, abuela, bisabuela, tatarabuela), a ambos sexos. El ADN paterno, que se transmite únicamente entre varones a través del cromosoma Y, es en cambio en nuestra muestra fundamentalmente de origen europeo."
Las investigaciones del grupo prueban que buscar el ancestro amerindio por vía materna puede deparar algunas conclusiones inesperadas. En las poblaciones analizadas (Salta, Esquel, Comodoro Rivadavia, Bahía Blanca, ciudad de Buenos Aires, y el primero y segundo cordón de su área metropolitana) se halló que el 65% de la muestra (cerca de 1100 personas) tenía linaje nativo por línea materna, independientemente del apellido, o las características fenotípicas (los rasgos físicos) de la persona en cuestión.
"La mayor presencia del linaje amerindio por vía materna respecto de la paterna resulta concordante con un modelo donde se da principalmente el cruzamiento de la mujer nativa con el varón europeo, algo que ha sido ampliamente observado en nuestro país", afirma Avena en una de sus investigaciones. Y agrega que, aun tomando la población "más europea de todas; es decir, la de la ciudad de Buenos Aires, casi una de cada dos personas tiene ancestría materna de origen nativo".
"En Salta, el linaje materno amerindio llega prácticamente al 90%; en la Patagonia, hasta el 70% –añade Carnese–. Disminuye a medida que uno se acerca a la ciudad de Buenos Aires y aumenta hacia el Norte y hacia el Sur. Pero este proceso de mestizaje no es reciente; la mezcla se produce en tiempos de la Colonia. Después de eso, las poblaciones tendieron a unirse mayoritariamente en forma endogámica. Pero ese elemento nativo queda en el ADN mitocondrial, revelando que la ancestría nativa por vía materna es muy superior a la ancestría nativa por vía paterna. Esta última se refleja en el cromosoma Y, que apenas llega al 15% en promedio en todas las regiones estudiadas."
Sergio Avena afirma que las investigaciones del equipo tienen aplicaciones bien concretas. "Como trabajamos con grupos sanguíneos más frecuentes en amerindios, como por ejemplo el sistema Diego, que puede ser incompatible con el sistema sanguíneo materno y ocasionar la enfermedad hemolítica del recién nacido, podemos aportar datos valiosos a la hora de contemplar este riesgo. Esto es algo que no siempre consta en los manuales de hemoterapia, por suponer que nuestra población es más europea de lo que realmente es. En otra área, se sabe que la prevalencia de cáncer de mama en México es un tercio respecto de su prevalencia en la Argentina, porque es más frecuente en europeos que en amerindios. Por eso en regiones como el noroeste argentino podría esperarse una frecuencia más parecida a la de México. En definitiva, hay una cantidad de aspectos que no siempre han sido contemplados y que deberían ser reconsiderados: nuestra población tiene más componente amerindio y africano de lo que se admite."
Francisco Carnese señala que los resultados que encontraron son concordantes con los de otros investigadores del país, como el equipo del doctor Daniel Corach, de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Una vez establecida la composición de la población, se evaluó la ancestría individual. "Nos pusimos en contacto con Laura Fejerman, una argentina que trabaja en la Universidad de California, Estados Unidos –explica–. Los resultados fueron muy interesantes. Pudimos ver que aproximadamente el 70% de nuestra muestra, además de aporte europeo, tiene una ancestría amerindia superior al 10% en el nivel individual. Y con respecto al 5% de genes de origen africano, se concentran en una sexta parte de la población; es decir, que una de cada seis personas tiene una demostrable ancestría subsahariana."
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Suerte negra
Las pesquisas del equipo de Antropología Biológica prueban que en el noroeste del país hay una marcada ancestría africana. Una mirada sobre la historia permite entender por qué.
Fuentes históricas indican que el primer permiso otorgado por la corona española para traer esclavos africanos al Río de la Plata data de 1534, dos años antes de la primera fundación de Buenos Aires. Si bien se hace difícil estimar la cantidad de personas ingresadas por lo clandestino del tráfico, se señala a Angola, Congo y Mozambique como los orígenes más frecuentes (aunque se suele subestimar el número de africanos provenientes de Guinea, que ingresaban desde Brasil). Buenos Aires, por entonces, era lugar de tránsito obligado para llegada y traslado de esclavos a Chile, Paraguay, Alto Perú y Tucumán.
En Jujuy, tanto en la Quebrada de Humahuaca como en la Puna, los pueblos indígenas conservaron sus comunidades hasta entrado el siglo XIX. Pero en el resto del noroeste argentino una cantidad de factores (pestes, consecuencias de la conquista, etcétera) diezmaron las poblaciones nativas. Por eso fueron importados esclavos de origen africano, que en el siglo XVIII alcanzaban el 64% en Tucumán, el 50% en Salta y el 20% en La Rioja. Y como eran distribuidos en pequeños grupos en estancias, inevitablemente se mezclaban.
"No era precisamente lo que querían los españoles –explica Sergio Avena–, interesados en mantener bien diferenciadas a las distintas poblaciones por cuestiones administrativas: los esclavos eran una cosa transferible y los indios tributaban, pero algo intermedio era difícil de clasificar. Además, la libertad del hijo la daba la mujer, así que si un varón africano tenía descendencia con la india, esa descendencia podía ser libre. Entonces, había estrategias para mestizarse."
En Buenos Aires, en cambio, la suerte corrida por la población negra hizo que disminuyera dramáticamente en pocos años: "En el puerto de Buenos Aires, hasta casi la mitad del siglo XIX había unos 60 mil habitantes. El 25%, según el censo de 1838, eran de origen africano, aunque estaban muy mestizados –agrega Avena–. Para 1887, se radican en Buenos Aires, aproximadamente, 800 mil europeos, un fenómeno migratorio del que posiblemente no existan precedentes. El elemento africano se diluyó por esa irrupción masiva del europeo, cosa que no ocurrió en las provincias del norte del país. Además, la población de origen africano fue especialmente vulnerable, afectada por altas tasas de mortalidad y relativamente bajas de fertilidad, además de la alta mortalidad masculina en las guerras ocurridas entre 1810 y 1870, que hizo que los varones negros disminuyeran su número para reproducirse y dejar impronta."
En el origen, estaban ellos
Africanos
Llegaron a fines del siglo XVIII e inicios del XIX. Salieron de la costa occidental de Africa y, como esclavos,ingresaron en nuestro continente.
Asiáticos (amerindios)
Una teoría dice que hace 15.000 o 30.000 mil años viajaron de Mongolia y Siberia hacia América a través de un puente intercontinental ubicado donde hoy está el estrecho de Bering. Otra teoría afirma que ingresaron por la costa del Pacífico.
Una tercera hipótesis plantea que América del Sur habría sido poblada hace unos 11.000 años por grupos llegados desde Australia (paleoamericanos).
Europeos
Salieron del Viejo Continente en distintas oleadas; hacia el Caribe, en el siglo XV. Y hacia América del Sur en los siglos XIX y XX.
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