Hoy en día no es raro verla rodeada de famosos a los que introduce en el mundo del vino. Dolores Fonzi, Cecilia Roth, Emmanuel Horvilleur, Fito Páez, Ciro Martínez o Diego Uma ampliaron sus conocimientos sobre la popular bebida al consultarla. En las últimas semanas, Lali Espósito, Leo Sbaraglia, Candela Vetrano, Brenda Gandini y Delfina Chaves también participaron en sus talleres "Women&Wine" y "Men&Wine", que cuentan con habituales que repiten, como Violeta Urtizberea, y que incluyen pequeños exámenes para fijar lo aprendido. Graciela Borges, Julieta Venegas, Kevin Johansen, Mike Amigorena y Nacho Viale son otros nombres de la larga lista de conocidos que han atendido a sus explicaciones. Agustina tiene facilidad de palabra, sentido del humor y comparte con entusiasmo su caudal de conocimiento. Ese que compartirá sobre un escenario. El que adquirió en la adolescencia al sumergirse en el universo del vino, casi por casualidad.
Había una vez
Todo comenzó con su abuelo. "Para mí el vino es igual a mi abuelo José, que fue un amor muy especial y quien más se enojó cuando le dije que iba a ser sommelier. El vino me despertó curiosidad desde chica y tengo ese recuerdo de pedirle un vaso los domingos. Él me ponía una gotita y mucha soda o me dejaba probar un sorbito y me decía: ya está", cuenta Agustina.
Sin embargo, descubrir su vocación vino mucho después. A sus 14, su papá quiso llevarla de viaje y ella eligió Mendoza tras escuchar en un pasillo del colegio que el chico que le gustaba pasaría allí el verano. "Le dije a mi papá: vamos. ¿Pero vos estás segura, no preferís Disney? No, Mendoza". Y fueron. Un día, les cancelaron un tour y les propusieron conocer el Museo del Vino La Rural, de Felipe Rutini, y ella dijo sí.
"Entré con una charla guiada en portugués pero en seguida me emocioné con lo que contaban y dije: quiero dedicarme a esto el resto de mi vida", relata. Al salir de la bodega, le dijo a su papá: "mañana volvemos". Le pidió cambiar el pasaje de vuelta una vez, y otra. Él le dijo: "dos días más y basta", y ella se fue a ver más bodegas. Al chico del colegio jamás se lo cruzó.
Agus de Alba fue elegida en dos ocasiones mejor sommelier de Argentina. Es asesora de destacados establecimientos y organiza los talleres mensuales "Hola vino", con un centenar de inscriptos en lista de espera y cuya magnitud ha dado lugar a que el 11 de diciembre ya tenga un hueco en el Teatro Picadero para presentar su unipersonal Qué es un buen vino, dirigido a 280 personas y que incluirá una posterior feria y cata con 50 etiquetas seleccionadas.
Convertirse en sommelier
Comenzó la orientación vocacional y fue su profesor de inglés de Primaria quien le habló de la carrera de sommelier. En el colegio se aburría y en tercer año quiso anotarse en la Escuela Argentina de Sommeliers para estudiar en paralelo, pero era menor y no la aceptaron. Estudió actuación y comenzó a ahorrar para irse a Mendoza trabajando en una colonia de vacaciones, limpiando pañales. Juntó 1.200 pesos y viajó con una amiga. Allí vivía en un hostel y trabajaba de camarera de noche y de día iba a las bodegas.
Agustina, que desarrolló su propia marca de vinos -Blanc de Alba-, viaja ahora a esta provincia unas diez veces al año. Cumplidos sus 18, al volver del viaje su papá quiso saber si se había anotado en la Escuela de Sommeliers, lo cual no había hecho. Le dijeron que no había cupo y ella contestó: "sé que tuve un desliz, pero llevo años esperando esto; me va a dar un ataque de locura si sigo haciendo cosas que no me interesan". Preguntó si alguien no había pagado el ingreso y le dijeron: "sí, dos personas; vení el lunes y, si no vienen, entrás". Una no fue y para ella ese momento fue como si la mandaran "a la NASA".
Trabajaba para costearse los estudios y la carrera no le resultaba fácil. "El mundo del vino es complejo y hay mucho esnobismo. En la primera clase, yo no olía nada y todos me cargaban", cuenta. Siguió estudiando y escuchó que quien se recibía con medalla de honor podría trabajar en la hostería Los Notros, frente al Perito Moreno. Se esforzó y lo consiguió, ante el asombro de sus compañeros.
Agustina ganó en dos ocasiones el concurso de mejor sommelier de Argentina -el único certamen oficial del país-, a sus 20 años y a los 24 (después no volvió a presentarse). Concurrió a un Mundial y quedó cuarta en el campeonato de las Américas. Su carrera comenzó con un perfil muy académico: "Quería ser la mejor y conseguir los mejores trabajos".
Se desempeñó en establecimientos de Europa, África y América y recuerda con especial cariño su paso por Aramburu, pero el trabajo se volvió monótono y quiso un cambio. A partir de entonces, decidió centrarse en comunicar lo que sabe.Al dejar Aramburu, la llamaron de Gardiner, Happening, La Mar y Tanta, donde arma cartas, capacita al personal, asesora y realiza curaduría de vinos. Además, gestiona cavas privadas
Más allá de los medios
Hasta que Radio Blue decidió prescindir de sus programas de contenido, Agustina acompañó a Miguel Granados y a Martín Garabal en Últimos Cartuchos con participaciones semanales. En este espacio exento de formalismos avanzó en su meta de hablar del vino y de extraerlo de sus nichos habituales, en ocasiones exclusivos, para compartir masivamente sus virtudes.
"Es un mundo bastante intimidante, por eso me encanta que la gente se saque las dudas. Hay muchos mitos: que si cuanto más viejo, mejor es; que si los que tienen tapa a rosca son berretas; que cuanta más madera tienen o más caros son, mejor", explica.
Agustina tiene intención de volver a la radio, medio en el que logró que los oyentes se convirtiesen en sus "comensales". Instagram también se volvió para ella una herramienta de comunicación fundamental, a través de la cual recibe cientos de preguntas.
"No tomaba vino hasta que te escuché por la radio. Voy a conocer a mi suegra, ¿con qué vino le caigo?"; "fuimos con amigos a escucharte y este año me anoté en la carrera de sommelier" o "voy a hacer una carbonara, ¿qué vino me recomendás por 200 pesos?", son solo una muestra de los mensajes que le envían.
A lo largo de los años, en su labor de capacitadora de camareros y escuchando a sus clientes y a los consumidores, Agustina se percató de que muchas imprecisiones se repiten con respecto al vino y empezó a armar un cuadro de Excel con las preguntas que le hacían. Escogió las cien más frecuentes y con ello dio forma a lo que será su primer libro, Hola vino, que publicará en marzo Editorial Planeta. "No voy a recomendar qué vinos tomar ni a puntuarlos, sino a dar consejos para que, en base a lo que quieras gastar y tu situación, elijas tu vino", adelanta. Categorizó las preguntas por temas: elaboración, consumo, servicio y maridaje, en un volumen que aspira a ser un ABC del vino, una guía más abarcativa respecto a lo editado hasta ahora sobre el tema.
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Algunos le dicen con humor que es un poco "maestra ciruela". Para ella, el vino es cosa seria. "Pido siempre que apaguen los teléfonos, seriedad y puntualidad. Elijo a quién quiero que venga y de acá jamás sale una persona ebria. Es un taller educativo y, si la cosa se descontrola, tengo un silbato para recuperar el orden", cuenta y se ríe.
Los encuentros son formativos y reúnen a personalidades que "se conectan con su profesión a través de la sensibilidad, como lo hacemos nosotros", afirma la sommelier, que estos días recibirá en su casa-bodega de Recoleta al elenco de 100 días para enamorarse.
En sus talleres hay catering, taller de aromas, una charla técnica, cata, una cena informal, un examen y premios. Sobre los famosos que la visitan, dice que muchos repiten y que nota una gran evolución en varios de ellos. "Lo importante es que cada vez más gente se acerque al mundo del vino", subraya.
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