Agostini: el cura fotógrafo que vio el sur como nadie
Hasta el 17 del actual se puede ver en el Centro Cultural Borges la muestra La Patagonia mística del padre Agostini, basada en las fotos del célebre salesiano
Murió hace 40 años en Turín -el 25 de diciembre de 1960- y pocos lo recuerdan como se debe en la Argentina.
Era un sacerdote salesiano, llamado Alberto María De Agostini, cuya tarea de exploración de la Patagonia fue comparable a la de los grandes pioneros exploradores como Darwin, Perito Moreno o Ameghino. Como ellos -más que ellos, en realidad, en kilómetros caminados-, Agostini descubrió misterios y leyendas de la Patagonia durante casi 50 años de reconocimientos y expediciones que llegaron hasta donde nadie había llegado antes.
Gracias al avance de la fotografía y del cine en el siglo XX, Agostini se transformó en un notable documentalista de la Patagonia, cuyos trabajos constituyen hoy obras cumbre de la observación geográfica.
Nació el 2 de noviembre de 1883 en la pequeña ciudad de Pollone, al norte de Turín, y ya desde sus primeros años tuvo tendencia a un acercamiento muy espiritual hacia la naturaleza y hacia la gente. Desde su niñez, los Alpes lo impresionaron.
Desarrolló entonces gran curiosidad por la fotografía, traducida en investigar, documentar y realizar experiencias pioneras como fotógrafo de paisajes y como montañista.
Miembro de una acomodada familia piamontesa, dedicada a la edición y venta de libros, De Agostini decidió unirse a la Iglesia siguiendo los pasos de Don Bosco, el famoso fundador salesiano cuya misión era ayudar a la gente a través de la enseñanza.
Llegó entonces a la Patagonia en 1910, como joven misionero, para hacerse cargo de un curso escolar en Punta Arenas (Chile). Y allí pasó la mayor parte de su vida. Pero su base en la ciudad portuaria del estrecho de Magallanes fue, en realidad, la puerta ideal para iniciar las exploraciones a las que lo llevaba su vocación natural de geógrafo, montañista y descubridor.
Con su sotana, su boina negra y su cámara fotográfica, Agostini se convirtió en pocos años en una figura mítica de la Patagonia austral. Comenzó descubriendo fiordos, montañas y zonas interiores de Tierra del Fuego, bautizando ora cerros y glaciares, ora indios o colonos a los que llevaba la fe cristiana.
Pero puede decirse que su fe profunda lo llevaba naturalmente a las alturas. Nacido cerca de los Alpes, en el pequeño pueblo de Pollone, cercano a Turín, Agostini fue desde chico un amante de las montañas. Y su admiración por las cumbres se convirtió en amor eterno cuando descubrió los picos y las zonas heladas de la Patagonia.
Con una dedicación y una resistencia física que le ganaron justa fama en todo el sur de Chile y la Argentina, Agostini hizo reconocimientos de notable importancia para la geografía y también para la arqueología, ya que no sólo llegó a picos nunca antes conquistados, sino que, además, dio a conocer la existencia de la hoy célebre Cueva de las Manos, las pinturas de 9000 años halladas en Santa Cruz, que constituyen hoy el sitio arqueológico más importante de la Argentina.
Sus más de veinte libros, sus guías fotográficas y sus películas le ganaron justa fama en los años 30 y 40. Fue incorporado a la Academia Nacional de Geografía -donde un sillón lleva hoy su nombre- y fue consultado especialmente para la creación del Parque Nacional Los Glaciares.
En Chile, un excelente museo en Punta Arenas acumula gran parte de sus materiales y documentos. Pero para un vasto público, sus fotos y sus testimonios son hoy casi desconocidos.
Un déficit cuya dimensión puede medirse a la perfección al observar la calidad de esas tomas fotográficas que hoy son, merecidamente, motivo de una gran exposición en el Centro Cultural Borges.
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