After beach en Buenos Aires
A sólo 40 minutos de la Capital, Pilar se transformó en el epicentro de una movida playera donde conviven paradores, música y deportes acuáticos
El verano se palpa, se huele. Está cerca, acecha. Atrae con una fuerza gravitatoria que hace imposible cualquier resistencia. Una repentina necesidad de playa se instala en el cuerpo y pide urgente una dosis de ese cóctel de felicidad que representa la arena, el agua y el sol. ¿Acaso es imposible? No.
A sólo 40 minutos de la Capital, en dirección a Pilar, el sueño se hace realidad con propuestas que replican, aunque sea en una pequeñas dosis, esos instantes de felicidad. Una nueva movida playera empezó a instalarse de la mano de los deportes extremos y acuáticos como el wakeboard y a partir de ahí surgieron paradores con música, tragos y gastronomía que se transformaron en el lugar de encuentro preferido de los millennials.
¿El punto fuerte? Los after beach que se arman a partir de las cinco de la tarde y que ya se volvieron la salida preferida del fin de semana. La fiestas de día son tendencia. La onda y la consigna son las mismas que las que convocan a miles de jóvenes en la costa: bailar y bailar en la arena al son del DJ a cargo hasta que se ponga el sol. Ya no hace falta esperar el arranque de la temporada alta en Pinamar, Mar del Plata o Punta del Este. Buenos Aires tiene también sus after. Con arena y todos los condimentos que lo vuelven especial.
¿Quién no conoce el bosque de Sherwood, en Inglaterra, y la leyenda de Robin Hood? Resulta que Pilar también tiene su Sharewood -sí, la ortografía varía un poco pero la fonética es casi igual- y aunque no guarda una leyenda en su interior, sí podemos decir que alberga un secreto: entre la frondosidad de sus árboles y una laguna propia para practicar wakeboard, se arma ahí el after beach más cool de todo Buenos Aires. "En realidad esto es un beach club donde el fuerte es venir a pasar el día. Desde temprano empieza a llegar la gente que quiere disfrutar de la playa y del lugar, que ofrece una gastronomía y un servicio de primera. A partir de las cinco la música cambia, el volumen sube y se arma el after. Pero la idea es que vengas a disfrutar del día desde temprano", dice Valentino Fabre, uno de los cinco socios que se hicieron cargo del predio donde antes funcionaba un club de wakeboard y todo giraba en torno a ese deporte.
"Si no hacías wake medio como que estabas excluido de todo. Yo venía y me sentía afuera y pensaba que estaba desaprovechado el lugar. Pero hace cuatro meses los inquilinos anteriores se fueron, nos hicimos cargo y lo transformamos en un club social donde el wakeboard es una actividad más, pero el fuerte está puesto en lo social. No hay en todo Buenos Aires un punto de reunión como este con gastronomía y coctelería de alta calidad", sostiene Valentino, que resalta "que en sólo 40 minutos de la Capital estás en la playa, comiendo ceviche de langostinos y tomando una caipiroska de maracuyá".
Es que si hay algo que distingue a Sharewood de las demás propuestas de la zona es la gastronomía: el menú fue diseñado por el chef Rodrigo Ayala (ex director de Llao Llao) y la carta de tragos por Francisco "Paco" Gandione (de Holy Champagne).
Del menú se destacan las hamburguesas caseras de 2 cm de espesor, las clásicas rabas y el fresquísimo ceviche; de la carta de tragos resaltan tres cócteles que son sinónimo de sofisticación: Sharewood Park (whisky, jengibre, almíbar de canela y un toque de limón); Absolut Pineapple (vodka, con piña, servido en ananá) y Coconut Groove con agua de coco y volcado dentro del fruto de la palmera.
Hijas pródigas del más que vigente y precursor Perú Beach, en San Isidro, las playitas de Pilar ofrecen una alternativa bastante más exclusiva, menos poblada y, lo que no es un detalle, un entorno donde verdaderamente uno se siente en la playa, con arena y todo. "Ir al río está buenísimo pero es una logística enorme, tenés que cargar un montón de cosas y además está lleno de gente. Nosotros apuntamos al concepto de beach club, con reposeras, lugares para tirarte tranquilo y buena música -dice Valentino-. Nuestra referencia es Experimental Beach de Ibiza, que para mí es el parador más transgresor de la isla porque es un ambiente sano, canchero, donde la gente va a escuchar buena música y a pasarla bien".
Aunque los sábados los millennials son los que copan el parador, también hay lugar para familias con hijos pequeños y parejas que superan los 40. "La realidad es que se va generando una autosegmentación. Los sábados al mediodía vienen familias a comer, y a la tarde, cuando llegan los millennials y empieza la música más fuerte, las familias se van solas. El domingo, en cambio, es más gourmet: en general tenemos chef invitados y en la semana -abrimos de miércoles a domingo- vamos a empezar con los jueves y viernes de bandas", anticipa uno de los socios. Además, en la semana las empresas aprovechan para hacer sus fiestas de fin de año -Facebook hizo la suya hace diez días- y celebraciones sociales como cumpleaños y hasta casamientos porque hay un salón de eventos para hacer ese tipo de reuniones.
A pocos kilómetros de ahí, en Benavídez, Green Parrot Wake Beach atrae a los fanáticos del wakeboard. Si en Sharewood el esquí sobre la tabla era una activad más -y hasta un entretenimiento visual para los que van a comer y a pasar el día-, acá ocupa un lugar central. "El eje de nuestra convocatoria se basa en una comunidad que cultiva el mismo el estilo de vida que nos gusta: el de los deportes extremos y una vida social activa", dice Alejandro Costa, uno de los dueños de Green Parrot que también tiene una playa y escuelas de wakeboard en Puertos, un emprendimiento en Escobar al estilo Nordelta. Ahí, todavía, la movida de los after tendrá que esperar.
Con un perfil mucho más deportivo y despojado, el lugar ofrece un after muy fuerte en cuanto a convocatoria -por fin de semana acuden unas 700 personas- y propuestas musicales donde la gastronomía acompaña el espíritu del lugar. La cerveza bien fría, las papas fritas Green Parrot, las pizzas y los chivitos son algunos de los platos que más salen mientras se baila al ritmo de bandas de funk y soul o lo que proponga algún DJ invitado que pincha "música divertida y cachengue", según define Alejandro. El after beach arranca a las 15 y termina a eso de las 23.30.
Salir sin descontrolar
Los after beach volvieron a pisar fuerte el verano pasado en la costa, donde se coronaron como los eventos de mayor convocatoria. Al gran entorno playero, se sumaron DJ de renombre que transformaron la arena en la gran pista de baile de la temporada, al punto que relegaron las de muchos boliches clásicos, que miraban con cierta desazón el boom de las fiestas en la playa.
Pero, ¿por que pegaron tanto los after beach? Primero, por un tema económico: las fiestas al atardecer en la playa no cobran entrada. Un detalle de peso cuando se trata de jóvenes y presupuestos más que ajustados. Pero no es la única razón. También está la cuestión cultural, de época. "Nuestros after beach fueron los primeros. Detectamos que la gente estaba buscando disfrutar más el día y la agenda social porteña estaba repleta de ofertas nocturnas -dice Alejandro-. Por eso decidimos apostar a una propuesta diferente, relajada y sobre todo, diurna. Salir pero teniendo la opción de aprovechar al máximo el día siguiente es un plus".
Lo mismo sostiene Valentino, de Sharewood: "Los millennials ya no quieren descontrol, noche, delirio, acostarse a las 9 de la mañana y perderse todo el domingo. Esto se termina a las 23, se apaga la música y te vas a dormir con la sensación de que hiciste todo porque disfrutaste el día de playa, comiste y tomaste rico, bailaste y al otro día estás lo más bien".
En plena capital, también es posible disfrutar de un after playero. En Costa Salguero, PM Open Air ha sabido traer el espíritu de las fiestas de la playa a la ciudad. "Cuando veraneamos disfrutamos de esa sensación de estar de fiesta en la playa a plena luz del día. Viajaba y me daba cuenta de que las fiestas que más me gustaban eran las que arrancaban a las cuatro de la tarde. En Ibiza, son furor -dice Matías Rosenberg, creador de PM Open Air-. Empezamos hace 5 años en Palermo, en los arcos de las ex bodegas Giol y al otro año nos fuimos para el río porque queríamos replicar el espíritu playero, relajado, que uno tiene estando de vacaciones".
Aunque el porteño está acostumbrado a salir de noche, Matías percibe un cambio de hábitos: "Al principio era algo de los de más de 30, que es la edad en la que cuesta recuperarse. Pero de a poco los de veinte empezaron a valorar el salir de día. Las fiestas outdoor con el sol, el río y la música electrónica dan una energía que no tenés a la noche. Mucha gente viene en bici, hay una vibra muy veraniega. Están los que llegan a las 16 y se van a las dos horas y los que caen más tarde y se quedan hasta las 22.30, que es el final", cuenta Matías, que confirma que la próxima fiesta será el sábado que viene. "Al principio era todas las semanas pero ahora es fin de semana por medio. Le fuimos encontrando el punto exacto".
El furor por los after incluso llegó al fútbol. El famoso tercer tiempo se vive a pleno en Areia, Pilar. Lucas Terrado empezó a notar que faltaban opciones para quedarse a charlar y tomar algo con los amigos después del partido. "Te tomabas una Gatetorade y te ibas a tu casa. Faltaba la otra parte, la social, la de poder tirarte en unos sillones, escuchar buena música y tomarte algo con tus amigos", cuenta Lucas. Además de livings y un lugar donde estar, los sábados, especialmente de verano, se arman los famosos after con bandas, DJ, una buena barra de tragos y happy hours de cerveza. "Queremos darte el lugar y brindar una experiencia en un entorno al aire libre, lleno de verde. Le damos mucha importancia al servicio: al ser un predio boutique tenemos esa posibilidad". La oferta gastronómica es simple pero sabrosa: desde hamburguesas caseras, hasta sándwiches de cordero al asador y una parte veggie con pizzas, ensaladas y jugos.
De a poco, los after se imponen y le ganan la pulseada a la noche. En verano, al menos, el día es sinónimo de fiesta. En hora buena.
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