Las primeras sensaciones que experimentaron Carlos y Lorena al llegar al aeropuerto de Accra fueron de un calor intenso mezclado con humedad, junto a la invasión de aromas nuevos provenientes de las cocciones callejeras a fuego lento, fundidos con el de muchísima gente. Y casi de inmediato, la de estar envueltos en un ruido arrollador. Incontables personas esperando a otras; autos y conversaciones acompañadas de una penumbra extraña para un aeropuerto. Frente aquel escenario desconocido, en Lorena emergió un sentimiento de curiosidad y alivio profundo. Finalmente habían llegado a su nuevo hogar: República de Ghana
Asumir el riesgo y dejarse sorprender
Lorena jamás había imaginado un destino semejante hasta que, a fines del 2013, una propuesta laboral de su marido les presentó la posibilidad de radicarse en aquel país tan ajeno. "A mí me costó tomar la decisión, porque implicaba dejar de trabajar, abandonar la familia y amigos, salir de la zona de confort y adentrarme en otro país muy diferente al nuestro", cuenta Lorena, "A mi marido le costó menos, porque él ya había vivido cinco años en Nigeria y se había apasionado por el continente africano. La decisión al final fue tirarnos a la pileta y asumir los riesgos, conocer y tener experiencias diferentes. De hecho, decidimos no hacer el viaje de exploración ofrecido por la compañía para conocer previamente, y dejarnos sorprender", continúa.
Para la familia de Lorena la decisión resultó un shock total y las preguntas no cesaron: si estaba segura, que cómo se le ocurría irse a vivir a África, cómo haría con las enfermedades, la pobreza, la inestabilidad política y tanto más. "Y era normal, porque no se sabe mucho de África en estas latitudes y lo que se conoce es básicamente eso", reflexiona.
Antes de partir, Lorena investigó en internet y miró todo programa de televisión ghanesa posible a fin de encontrar respuestas. "Tenía nervios, pero fue todo tan rápido que no tuve mucho tiempo para pensar, porque además decidimos casarnos antes de irnos y tuvimos que organizar la mudanza, las vacunas, vender nuestra casa y autos, fue una locura", explica Lorena.
El nuevo hogar
Lo habían logrado, habían alcanzado su nuevo destino y al comienzo el panorama se presentó complicado. Mientras buscaban su hogar definitivo se instalaron en una casa provisoria por dos meses. "Era un apartamento en un lindo condominio decorado con el estilo del dueño, pero la verdad nunca me llegué a conectar con el lugar. Empecé a extrañar. Al estar sola todo el día y sin trabajar se me empezó a hacer cuesta arriba", cuenta Lorena.
"Las primeras semanas queríamos recorrer: ver a la gente, sentir la ciudad, pero tuve un problema de salud a los días de llegar, que me llevó a estar internada en una clínica precaria atendida por un médico cubano, que me salvo la vida. Esto me cortó un poco las ganas de seguir explorando por un tiempo. La salud es un tema en Ghana, ya que la infraestructura hospitalaria no llega a los estándares a los que estamos habituados, ni está preparada para tratar casos de complejidad, con lo cual en ocasiones hay que tomarse un avión a Europa para ser atendido razonablemente", continúa.
Con el correr de las semanas, descubrieron que Ghana era un país seguro, tranquilo y políticamente estable comparado con otros de la región. Finalmente encontraron un apartamento lindo, confortable y sin medidas de seguridad, ya que no era necesario."Al principio creímos que sería peligroso y éramos más precavidos, pero a medida que empezamos a conocer nos animamos a salir a caminar, conducir y charlar con los locales", afirma el matrimonio.
Belleza singular
Al tiempo, Lorena se encontró más a gusto y dispuesta a absorber la peculiar belleza que la rodeaba. La sorprendió que no existieran veredas y que la gente caminara al costado de los autos en calles que, a veces, estaban asfaltadas. La maravilló el colorido de los atuendos y cómo los domingos hasta la persona más humilde vestía sus mejores ropas para asistir a misa. "La religión es muy importante en Ghana", aclara Lorena.
"Una de las cosas que más me maravilló fue la amabilidad de la gente, sus sonrisas constantes y sus risas tan contagiosas. La gente en Ghana vive mucho en la calle, cocina en la calle, compra en la calle, trabaja en la calle y caminan a todos lados. Se puede aprender mucho de su estilo de vida recorriendo los barrios de Accra", cuenta con una sonrisa, "Algo muy fuera de lo común es que las vendedoras ambulantes cargan kilos y kilos de mercadería sobre la cabeza, generalmente en un fuentón de plástico que va lleno de agua, fruta, comida o jabón, y ni usan las manos para sujetar, es un show de equilibrio y fuerza increíble. Las mujeres en Ghana son muy trabajadoras y sacrificadas", continúa.
Ya adaptada, Lorena entendió que habitaba en un país colmado de oportunidades, no solo en cuestiones de negocios, sino que también a nivel educativo y social. Con esta visión, comenzó a colaborar con algunas ONGs y ver la realidad desde otro punto de vista."En temas relacionados a la concientización del cáncer de mama en las mujeres, a que se puede motivar a los chicos a estudiar a través del deporte, o que se les puede enseñar a las chicas de la calle un oficio para que trabajen y salgan adelante", enumera.
Los regresos
Lorena recuerda la primera visita a la Argentina como una experiencia emocionante. Ansiaba volver a ver a los amigos y a la familia; deseaba contarles todas las cosas maravillosas y fuera de lo común que estaban viviendo.
"Pero a medida que pasaba el tiempo y con las siguientes visitas me sucedió algo extraño", cuenta, "Íbamos todos los años y como el tiempo pasaba tan rápido, no parecía que hubiera estado fuera de mi país por tanto tiempo; además, la tecnología nos conectaba para estar al tanto de nuestras vidas. Sin embargo, con los años me di cuenta de que igual te perdés el día a día, el contacto físico y eso nutre mucho las relaciones. Es como que terminás sintiéndote ajeno, como que ya no pertenecés tanto. Por otro lado, en las siguientes visitas las personas de nuestro entorno empezaron a perder curiosidad por las cosas que contábamos, entonces terminamos no hablando mucho de nuestra vida en África", continúa Lorena.
La paciencia y los lazos
Lorena siente que su experiencia en Ghana la abrió a nuevas enseñanzas. "La paciencia no era uno de mis fuertes y en Ghana la puse a prueba muchas veces, principalmente con tema de la impuntualidad extrema", cuenta divertida, "Cuando un ghanés te dice voy a tal hora, puede que llegue 2 o 3 horas tarde o que nunca venga. Y es así, es su cultura y no se enojan por la informalidad, mientras que a uno le cuesta porque no estamos acostumbrados a eso. Tampoco respetan las filas. Podés estar haciendo una cola y viene y se te mete uno adelante y nadie se queja. Les pedía amablemente que se fueran para atrás, a lo que respondían con una sonrisa o risa, y hacían caso omiso. Creo que los ghaneses me enseñaron a tener un poco más de paciencia", reflexiona.
Así mismo, el tiempo les demostró a Carlos y a Lorena que la calidad de vida para un expatriado en Ghana podía ser positiva. Si bien vivían en un país caro, era un lugar seguro, con buena infraestructura edilicia, bellos espacios de ocio, gente amable y clima agradable casi todo el año. "Con respecto a la calidad humana, aprendí que las personas pueden ser felices y reír aun en la situación más precaria; que tus amigos se vuelven tu familia y esos lazos siguen fuertes una vez que uno se separa y sigue caminos diferentes. De hecho, cada vez que alguien de tu grupo de amigos se va del país, es como si se te fuera un hermano, pero la oportunidad de conocer personas de todas partes del mundo, hablar tres o cuatro idiomas distintos en un solo día, vale la pena", afirma.
Más aprendizajes y un amor inolvidable
Carlos y Lorena están hoy en un nuevo destino. En sus años en Ghana tuvieron la oportunidad de viajar por el continente y confirmar que África es muy diversa. Que tiene algunas similitudes, pero que cada país es diferente en su cultura, costumbres, paisajes y hasta la fisionomía de la gente; además de ser un continente increíble para conocer a sus personas, sus lugares y tener experiencias únicas.
"En África aprendí que aún en una edad adulta se pueden generar lazos muy cercanos y duraderos con personas de culturas diferentes y que uno nunca había visto . Vínculos que continúan a pesar de la distancia", afirma Lorena conmovida. "Pero, aun así, tanto en las situaciones difíciles como en las más felices, te das cuenta de que tu familia no está ahí con vos para apoyarte o compartir y es ahí cuando valorás más la cercanía que dejaste atrás", continúa.
Lorena siente que todas las enseñanzas y su amor por Ghana y el continente africano son difíciles de poner en palabras. "Puedo describirlo pero creo que hay que vivirlo, porque África se te mete en los poros, es inolvidable, intensa, se me pone la piel de gallina cuando la recuerdo. África queda en el corazón para siempre", concluye.
Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas, podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com .
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