Adrián Paoletti: “Mi trabajo es como un cable a tierra”
Hace 22 años salió un disco cálido, sobrio, ermitaño y poético que se llamó La ruta del árbol, en busca de la canción perfecta. Y que con el tiempo se convirtió en referencia directa –contraseña cómplice– de una escena independiente que surgió después, entre los años 2000 y 2010. Como Adrián Paoletti, su autor, dejó la música al poco tiempo de editarlo para completar sus estudios en Derecho, al principio no se enteró de lo importante que se había vuelto para muchos que vinieron después. Hasta que regresó a los escenarios.
"En recitales, en fechas compartidas, empecé a encontrarme con muchos que me decían: ‘Sabés que yo tengo tus discos en CD, pero el que más me gusta es En la ruta del árbol. Para nosotros es un honor compartir recital con vos’. Bandas y solistas como 107 Faunos, Viva Elástico, Mi Amigo Invencible, Javi Punga, Reno, Antolín, Santi Motorizado, Ex Colorado, Atrás hay Truenos, Srta Trueno Negro, Nico Mateo, El Extra y los Imposibles y más. Todos me lo manifestaban hasta que me cayó la ficha", cuenta Paoletti, que aprovechando que se cumplían 20 años de su salida decidió reeditarlo pero en versiones de quienes le habían manifestado admiración (muchos de los anteriormente nombrados) y de pares generacionales que supieron compartir su gestación, como Gori (de Fantasmagoria), Manza Esaín (de Valle de Muñecas) o el poeta Francisco Garamona. Así, bajo la guía de este cantautor nacido y criado en Monte Grande concretaron esta nueva encarnación de La ruta del árbol pero salido en 2020, en plena distopía pandémica.
–El disco original es largo, de 24 temas, ¿cómo resolviste qué canción le tocaba a cada uno?
–De manera caprichosa, imaginándome quién podía cantar cada cual. Aunque también le presté atención a lo que me decían. Javi Punga, por ejemplo, enseguida me dijo que quería hacer "Percance". Buenísimo porque le salió excelente. A otros les daba a elegir entre dos o tres. Me llevó tres años de producción. La idea original era preservar el orden de los temas pero al final quedó al revés. El disco original arranca con los acústicos y luego vienen los eléctricos. Y éste empieza bien arriba y va decreciendo.
–¿Qué ves en común entre la escena de la que formabas parte y la que vino después?
–A nivel musical, el rock guitarrero, compartir los mismas referencias musicales. Cierto indie americano. Y en lo humano la simpatía. El disfrutar de hacer música y tener una libertad creativa por fuera de los cánones del mainstream; de lo que está bien o de lo que está mal a nivel sonido o producción. Para mí si escuchás determinados discos no podés ser mala persona (risas).
–Además de tu obra musical tenés una faceta literaria que se expresa en tus letras y en la organización de ciclos homenaje a distintos poetas. ¿Cómo se dio ese interés?
–Nació de muy chico, gracias a mi madre, que me leía libros de la colección Robin Hood, el Quijote y esas cosas. A la poesía, por otro lado, llegué husmeando en la biblioteca de mis padres. Un mueblecito que todavía conservo. Ahí encontré 20 poemas para ser leídos en el tranvía y Espantapájaros, de Oliverio Girondo. Me di cuenta de que podía haber poesía divertida.
–¿Qué otros poetas te marcaron?
–Uno que fue muy importante es William Blake y su libro Matrimonio del cielo y el infierno. También los Antipoemas de Nicanor Parra. El de Blake lo conocí durante un viaje que hice hasta Arica, Chile, en un Falcon 73. Me gustó que fuera muy volado, que hablara con ángeles, y que incluyera sus propias ilustraciones. Es como un artista independiente que se autogestionaba. El de Nicanor Parra lo conocí a través de un amigo chileno por su vínculo con Girondo. Ambos tienen una poesía más irónica.
–Muchos observan que hay algo de literatura juvenil en el imaginario de tus canciones. ¿Coincidís?
–Sí, es un gran elogio. De ese mundo me atrae su atemporalidad. Cómo rompe el velo con lo cotidiano y aparece otra visión de las cosas.
–De lunes a viernes trabajás en un juzgado. ¿Cómo se concilia con tu vida artística?
–Mi padre era abogado. Tuvo un estudio jurídico durante 40 años acá en Monte Grande. Entonces el derecho lo viví siempre a través de él cuando hablábamos de cosas de sus juicios, cuando iba a su estudio o cuando atendía a sus clientes por teléfono. Por otro lado, como fui oficial notificador, lo cual me dio calle, sentí mucha curiosidad también porque leía las demandas, las comunicaciones y me interesaba. Estudiar Derecho fue muy grato, el Código Civil de Vélez Sarsfield es un libro muy bello. En un punto es literatura: cuando redactás una demanda tenés que describir, contar, hay narración. Y en el otro, es un servicio social: tenés que resolver problemas, cumplir una función. Desde cosas administrativas a cosas más dramáticas o graves. Por eso trato de hacer siempre lo mejor que puedo.
–Hay algo de amparo emocional en la tarea.
–Sí. Por eso digo que si mi trabajo es como un "cable a tierra", la música y mis canciones son como mi "cable al cielo". Las dos cosas me nutren.
–¿Cómo te afectó la cuarentena?
–Me considero un afortunado. Justo antes de que arrancara me mudé a una casa con un fondo gigante. Entonces vivo la pandemia con mucho sol en el fondo. Por otro lado nunca dejé de trabajar, hago guardias en el juzgado. Y si bien disfruto de ir al cine, al teatro, de ir a ver recitales, extraño todo eso, también me gusta la soledad, el silencio. Así que el tema de la cuarentena no fue tan grave para mí y más teniendo que del otro lado, cuando asomás la cabeza, está la muerte. Ves que hay muchos casos y que se la pasa mal. El riesgo a enfermarse y morirse es real. Acá en Esteban Echeverría hay como 20 menores contagiados.
–Muchos descubrieron o redescubrieron hábitos o intereses durante la cuarentena. ¿Cómo se dio en tu caso?
–Acá leemos mucho los dos, mi mujer y yo. Las películas o series las dejamos para después de la cena. De las últimas, una de las que más nos gustaron fue Succession porque refleja la situación de ese tres por ciento que tiene toda la riqueza del mundo, un tipo que es magnate de la comunicación, y se la pasa yendo de una mansión a la otra, mostrándote la trastienda familiar del poder. Otra que nos atrapó fue Barry, que trata sobre un asesino a sueldo que para ejecutar a su víctima se enreda en una clase teatro y termina queriendo ser actor. Muy divertida.
–¿Cómo te imaginás diciembre de este año?
–En familia, con suerte en el mar en la playa, y a lo sumo guardando distancia y cuidándonos como estamos haciendo ahora. No creo que al principio al menos dejemos de guardar distancia, lavarnos las manos. Y si no, me lo imagino con una vacuna y disfrutando. Festejando pero también reflexionando sobre lo que nos pasó.
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