Cuando su gato Flynn enfermó, Andrea no quiso separarse de su lado. Empezaron a dormir juntos y de allí surgió algo inesperado.
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Fue un acto impulsivo. Tal como había sucedido cuando, años atrás, había leído una publicación en la sección Bestiario del diario de papel de La Nación y, sin pensarlo, llamó al número que figuraba en el escrito. A los pocos días y con la adopción de Victorio, su vida cambió para siempre.
Esta vez le ocurrió algo parecido. Aunque cambió un poco el escenario en que se dejó atrapar por la magia del instinto. Esa tarde fue al control de su perro en su veterinaria de confianza, en el barrio de Palermo de la ciudad de Buenos Aires. Allí, mientras se acomodaba en el consultorio, lo vio subido a una balanza. No dudó, lo tomó en sus brazos y sintió que estarían conectados para siempre.
“Lo adopté en la veterinaria a la que voy siempre, Las Razas, de Marcela Rodiño. Fui a llevar a Victorio, mi perro, lo vi subido a una balanza y no dudé. Tampoco iba con la intención de adoptar un gato. Pero lo vi ahí y me dije lo llevo. Tenía presente que mi hijo menor Guido -que tenía 9 años en ese momento-, siempre me decía que quería tener un gatito”, recuerda Andrea Guestrin.
“Le tenía miedo a los gatos y era por culpa de un prejuicio”
Hacía tres años que se había separado. Estaba comenzando una relación con quien hoy es su marido. Él tenía dos gatos y Andrea había empezado a interactuar un poco con ellos. Pero eran bastantes ariscos y les tenía un poco de temor. Laboralmente estaba con su estudio de diseño funcionando desde su casa. Es directora de Arte y en ese tiempo trabajaba como parte del equipo externo para Disney Latinoamérica y Nickelodeon.
“Si bien pasaba por un buen momento laboral, sentía que todavía me faltaba organizar mis números. De modo que Flynn, como bautizamos al gato que adopté en la veterinaria, vino a poner una cuota de alegría al hogar y a descomprimir mis jornadas de trabajo, que eran largas e intensas. Siempre le había tenido miedo a los gatos. Era un prejuicio, porque nunca había convivido con ninguno. Desde el primer día entendí que estaba equivocada. Los gatos te esperan, te extrañan, son cariñosos y súper juguetones”.
Flynn había llegado a la casa de Andrea en 2013 y con unos 45 días. Desde el primer momento se mostró como un animal muy tierno. “Yo me saqué instantáneamente la idea que tenía de los gatos. El vínculo con Flynn fue tan hermoso que él estaba todo el día upa mío. Jugaba con los chicos y con mi perro Victorio. Al mes y medio llegó Navidad, nos fuimos a Cariló, en la costa argentina, y lo llevamos. Le di vida de perro. Lo sacaba al jardín con una correa larga. Viajaba en el auto upa mío o de mi pareja o de los chicos. El ambiente era súper relajado y a Flynn se lo veía igual”.
“Estaba tan débil que apoyaba su carita en mi pecho”
Pero de pronto, la vida feliz que llevaban se tornó gris y sombría. Flynn siempre estaba con mocos y cada tanto tenía que tomar antibióticos para controlar la mucosidad. Presentaba un cuadro compatible con un resfrío crónico que insistía y persistía en quedarse. Andrea estaba cada vez más preocupada. Sabía que algo malo podía suceder.
Habían pasado tres años desde su adopción y los mocos jamás habían dado tregua en todo ese tiempo. El estrés de la mudanza a San Telmo, donde ahora viviría la familia que había formado con su nueva pareja, empeoró el cuadro. Andrea decidió viajar hasta Palermo para que lo revisara su médico de confianza. Esa tarde quedó internado. Flynn estaba sin apetito, había perdido mucho mucho peso. Le diagnosticaron ViLeF o leucemia felina, una de las enfermedades infecciosas más significativas entre los gatos, que afecta el sistema inmune y la médula ósea y deja al gato expuesto a una gran variedad de otras enfermedades.
Comenzaron de inmediato un tratamiento. Flynn quedaba internado durante el día y, antes de que la veterinaria cerrara, Andrea pasaba a buscarlo. “Cada vez que llegaba, me reconocía la voz y empezaba a levantar la patita pidiéndome que lo alzara. El cuidado de mi parte era que mantuviera las ganas de comer porque los gatos se ponen anoréxicos, así que lo alimentaba un suplemento de carbohidratos, proteínas, lípidos, fibra, vitaminas y minerales y pollo cocido hecho paté con queso crema. Con paciencia, le ponía la comida con el dedo en la boca para que tuviera sus ingestas. Le hacía mimos todo el día. Tenía una vía puesta. Le tomaba la fiebre todo el tiempo y todos los días era ir desde San Telmo a Palermo para llevarlo a su tratamiento”.
Durante un tiempo Flynn estuvo tan decaído que Andrea decidió ponerlo en su pecho para que escuchara los latidos de su corazón. “A la noche como estaba tan débil le apoyaba su carita en mi pecho y se quedaba así hasta el otro día. Así pasamos muchas noches: muy pegaditos”. Y empezó a mejorar.
Flynn mostró una reacción positiva a los cuidados y el amor de su familia pero también al tratamiento con inmunomoduladores para mejorar su respuesta inmune. “Un día la dueña de la veterinaria me dio una última lata que tenía de una viaje al exterior de Recovery a/d de Hills y fue mágico. De un día a otro Flynn estaba corriendo por toda la casa. Justo en ese mes, una amiga venía de Estados Unidos y nos trajo 50 latas que consumió a lo largo de un año. Y eso sumado al tratamiento anterior revirtieron su cuadro. Ahora tiene recaídas pero son leves. Enseguida se recupera con una toma de antibióticos. Apenas tiene fiebre me doy cuenta y lo llevo enseguida a que lo revisen. Siempre está super controlado”.
“Dormimos siempre abrazados”
Mientras se ocupaba de que Flynn estuviera cada vez mejor, Andrea había comenzado a dormir junto a su querido gato. Por las noches o en las siestas de fin de semana, siempre estaban acurrucados en la cama o el sillón. “Mi marido empezó a sacarme fotos a la mañana porque siempre eran las mismas imágenes: durmiendo en diferentes posiciones los dos juntos. Cambiaba la ropa, las sábanas, invierno, verano pero siempre estábamos los dos durmiendo abrazados o muy juntitos. Sentí que tenía que hacer algo con ese material: quizás un libro de fotos, aunque en realidad no sabía bien qué”.
Hasta que una mañana, de paseo por Nueva York, entró a un bazar llamado Fishs Eddy y vio al artista Ben Lenovitz pintando retratos de perros. Yo podría hacer algo similar, pensó. “Y a mi regreso me anoté en el taller de Gabriela Szejer de acuarela, porque había pasado una tarde y había visto un ventanal enorme a la calle con gente tomando clases y quería estar sentada ahí. Y así fue como empecé pintando a Flynn conmigo durmiendo juntos”.
“Flynn llegó a mi vida para transformarla”
Fue todo muy rápido. Andrea se dio cuenta de que su pasión por la pintura seguía intacta. Se dejó llevar, comenzó a pintar playas, otros gatos, imágenes que la movilizaban. “Hasta que mi hijo Guido publicó en la plataforma Reddit una acuarela de un gato que yo había hecho y la imagen alcanzó en un día los 15 mil likes. Eso no fue todo. Al día siguiente me llegó un pedido desde Ohio, en los Estados Unidos, para una persona que me solicitaba un retrato de su gata, Reina. Desde ese día no paré más”.
Hoy, los interesados en la obra de Andrea se contactan con ella a través de su cuenta de Instagram (@LaChinaPinta). “Me pasan varias fotos de su gato, elegimos la que puede quedar mejor y empiezo a pintar. Entrego la obra con postales de la misma acuarela y dos lápices negros. Quiero generar bienestar con mi obra. Hay veces que me piden retratos de su gato que ya no está y para mi es un honor que tengan un lindo recuerdo y que la obra tenga vida, por eso todos son con fondo blanco. Así empezó todo. Fue mágico como los gatos, como Flynn, que llegó a mi vida para transformarla por completo”.
No son solo retratos de animales los que Andrea pinta con pasión. Su pincel captura instante de vínculos mágicos, únicos e irrepetibles. Hoy, después de retratar a más de 115 perros y gatos, finalmente encontró el sentido a su arte. “Pintar retratos me llevó a conocer muchas historias de vida. Pinto para homenajear partidas y las pinceladas hacen las veces de curitas en el corazón que miman un poco a las almas tristes”
También recibe pedidos de retratos para sorprender y le encanta ser cómplice. De hecho, confiesa que los pedidos de retratos que solo quieren celebrar la presencia, siempre son muy emotivos. Porque emociona verlos plasmados en pintura. Hace poco encontró otra forma de celebrar su trabajo. Y lo hace a través de lo que dio en llamar el bolso mágico. “Se llama así porque las imágenes que tiene son retratos que hice,. Cada gato tiene su nombre y su historia. Solamente hay gatos en homenaje a Flynn, porque gracias a él empezó toda esta nueva vida trabajando de lo que más me gusta”.
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