Kevin Saslavchik tienen 31 años y hace 8 que navega por el mundo como director de crucero, uno de los cargos más altos e importantes a bordo; a lo largo de su carrera vivió varias situaciones incómodas y también graciosas
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Nació en el barrio de Palermo en CABA. A los tres meses ya había subido a un avión rumbo a Miami. Hay fotos suyas con apenas dos años en la muralla china. Andar por el mundo está, pues, en su naturaleza. Se lo debe a sus padres -él médico y ella agente inmobiliaria-, viajeros empedernidos.
Hizo su escuela primaria en la escuela Martín Buber, que por ser trilingüe (español, inglés y hebreo) resultó una buena incubadora para lo que vendría después. Se recibió de licenciado en Marketing en la UADE y estudió Comunicación Social en la UBA.
Hoy tiene 31 años y desde hace ocho su trabajo es que miles y miles de pasajeros provenientes del mundo entero disfruten sus viajes en crucero.
“En 2015 con un amigo tomamos un crucero. Era la primera vez que viajaba sin mi familia. Charlando con quienes trabajaban ahí me pareció interesante, pero yo ya tenía un pasaje para ir a Australia a través del programa Working Holidays”, cuenta Kevin Saslavchik.
Kevin tuve su primera experiencia de trabajo contratado por Disney en los parques de Orlando, donde se ocupaba de acompañar con un discurso humorístico guionado el recorrido por un juego llamado Crucero por la jungla. Allí perfeccionó sus dotes histriónicas, lo que sumado a su perfecto inglés le abrió las puertas a la industria naviera.
No tardó demasiado en tener una muy buena oferta de Holland America Line a la que Kevin esta vez aceptó. Fue asistente del director de crucero, gerente de medios, encargado de la información de los puertos…hasta llegar hoy a ser el cruise and travel director, lo que implica ser para los pasajeros la cara misma del barco en que navega.
Una exposición constante
Con excepción de las que pueda hacer el capitán, las constantes comunicaciones por los sistemas de audio las hace el director de crucero. Se encarga de las presentaciones de las charlas, de los juegos, de los shows, explica lo que hay que saber de los destinos, despide a los pasajeros que parten hacia las excursiones y un larguísimo etcétera.
“Es difícil estar a bordo sin tener la demanda constante de inquietudes de los pasajeros (en el Oosterdam en el momento de la entrevista viajaban 1900), pero uno se acostumbra.
Por qué trabajar en los barcos es una opción acariciada por muchos tiene una primera y prosaica explicación: se gana muy bien y no hay gastos. El haber mensual de un tripulante en la base de la pirámide ronda los US$ 1000 y llega a unos US$ 20.000 en el nivel de capitán. Nuestro compatriota, por su posición, podríamos inferir que promedia esas cifras.
A bordo la vida está servida también para la tripulación. No hay que pagar servicios, ni expensas, ni comida, ni salud…ni todo ese cúmulo de malas noticias que los comunes mortales recibimos religiosamente cada mes.
“Además -acota Kevin con una semisonrisa pícara- las vacaciones son vacaciones en serio. Nunca nadie jamás nos llama para interrumpirlas”. Dependiendo de la duración de los contratos el lapso de vacaciones entre uno y otro varía entre uno y cuatro meses.
Pasajeras con mucho amor para dar
Cientos de aventuras a bordo pueden escucharse charlando con Kevin Saslavchik. Acaso la más excitante haya ocurrido justamente en su primer contrato, cuando oficiaba de di-jey en las noches a bordo.
Vencida su inicial resistencia Kevin cuenta los detalles de un inesperado apriete. “Yo estaba ahí dijeiando y una señora australiana que viajaba con su esposo y dos amigas se quedaba hablándome sin terminar nunca la charla, aunque ya no cabía decir más nada. En un momento algo ebria empezó a tocarme cuando me hablaba y me dijo que ella y sus amigas estaban convencidas de que yo le tiraba onda”.
“En ese momento yo tenía 23 años y ella no menos de 50. Me sacó mi identificación en la que yo tenía mi nombre completo -con la que después empezó a rastrearme en las redes- y cuando le dije que por favor se fuera me dijo que antes de irse quería un beso… a lo que me negué. Y como cerca estaba quien atendía el bar ella supuso que mi negativa era porque estaba mi jefe… que en realidad no lo era”.
“No me quedó más remedio que reportarla. Uno cree que conoce a la gente pero en realidad no. Si despechada iba a quejarse por mi conducta y no me cubría, era posible que me echaran. Pasajero versus tripulante…bueno…este último no lleva todas las de ganar”.
No fue destinatario sólo de miradas femeninas las que concitó -y probablemente siga concitando- Kevin en sus ocho años a bordo de los cruceros, pero en todo caso las de su género no fueron tan concretas ni requirieron de reporte alguno.
La leyenda -y según muchos veteranos cruceristas no tan leyenda- es que en el pasado en los viajes en barco la tripulación se esmeraba por atender al pasaje, pero que ya no más. Las prohibiciones se hicieron rigurosas a partir del 11S por temor a atentados. Si se descubren -porque puede haberlas- conlleva consecuencias.
Otro episodio áspero lo pasó Kevin nada menos que con el staff captain, que es la mayor autoridad después del capitán.
“Los barcos son regidos por una rigurosa escala jerárquica. Una vez que yo estaba tomando sol vino el staff captain y con su mano me pegó muy fuerte en la cola. Estaba claramente abusando de su poder y por eso lo reporté a Recursos Humanos. Lo acusaron de abuso sexual por lo que me hizo. Yo creo que él me pegó para llamarme la atención porque creía que yo tomaba sol en un lugar que no debía”.
“Me amenazó con echarme pero por suerte una chica que estaba cerca testificó contando las cosas como fueron. El capitán me pidió disculpas en su nombre”.
Compostura ante lo desopilante
Oscar Wilde dijo que “las preguntas nunca son indiscretas, pero las respuestas sí pueden serlo”, porque no se encontró con las que le tocó responder a Kevin. “Las preguntas que pueden hacer los pasajeros puede dejarte mudo. Me han preguntado si las escaleras van para arriba o para abajo…si los ascensores también van a proa o popa… Una argentina en un salón con grandes ventanales perimetrales me preguntó si el barco alguna vez se daba vuelta…es decir si podía hundir esas ventanas en el agua. Se quedó decepcionada cuando le dije que no”.
“Acaso lo más disparatado que preguntó una pasajera fue si los tripulantes dormían en el barco. En chiste le contestaron que no, que los volvían a tierra cada noche en helicópteros. Pero, a pesar del disparate el broche de esta anécdota es que la señora fue luego a quejarse porque los helicópteros no la dejaban dormir”.
Acusado de parcial
Antes de entrar al puerto de cada uno de los puntos del itinerario Kevin ofrece una charla anticipando lo que los pasajeros verán al bajar a tierra. Dos conferencias se ofrecen antes de tocar Malvinas. En una de ellas se aborda el tema de la guerra.
“Una vez, en 2019, un británico presentó una carta de dos páginas, muy formal, en mi contra denunciándome por parcial diciendo que traté de generar empatía o lástima para con los argentinos y que no hablé suficientemente de los ingleses. Demandaba una carta oficial de la empresa fijando su posición al respecto”.
El guion de esa conferencia lo había escrito el propio Kevin. “Era la vez número once que yo daba esa charla. En las primeras diez oportunidades no hubo el más mínimo problema. Luego prefirieron no seguir ofreciéndola para no generar controversias”.
Más que pandemia… pandemonium
Sólo con escuchar lo que Kevin cuenta que se vivió a bordo cuando el mundo se cerró durante la pandemia, serviría para escribir un libro. “Al principio no pasaba nada. Entre el 15 y el 21 de marzo de 2020 estaba todo genial porque el resto del mundo estaba cerrado y acá de joda, todo abierto, no había ningún caso a bordo, buen clima, pileta y la barra libre para todos. Habíamos intentado bajar a los pasajeros pero Chile no nos dejó y seguimos para el norte”.
“De pronto el 21 de marzo el capitán anunció que había varios pasajeros que habían reportado flu light symtoms y por eso ordenó que todos se confinaran en sus cabinas, lo que provocó airadas reacciones y no loca paranoia. A partir de ahí todo se puso patas para arriba. Los tripulantes cambiaron de funciones y todos empezamos a llevar comidas e insumos a las cabinas. El problema fue que cada vez había más tripulantes contagiados de Covid. De 650 hubo que aislar a 250″.
“Navegamos rumbo al norte y ningún país nos permitió entrar a puerto. Cuando estábamos por cruzar el Canal de Panamá el capitán anunció la muerte a bordo de cuatro personas, lo que provocó la histeria colectiva. Se permitió salir a caminar media hora por día. Pero hubo gente que quedó encerrada en su cabina por dos semanas y media. Los pasajeros pudieron bajar en Miami el 4 de abril”.
Luego de pasar de un barco a otro Kevin llegó a Europa. “No quise volver a Argentina porque allí la cuarentena era muy severa. Me fui a Inglaterra, luego a Italia y finalmente cuando Ucrania abrió sus fronteras me fui a Ucrania (de ese país son sus ancestros), donde ya estaba esperándome Male, mi novia. Los dos estábamos en el barco (Male es bailarina) y como ella es ucraniana había podido entrar sin problemas. Pasé cuatro meses en Ucrania”.
-Ya que tocás el tema de una novia, ¿cómo se resuelve la vida afectiva trabajando tantos meses en un barco?
- He tenido una sola novia en toda mi vida, de 2019 a 2020, justamente este chica ucraniana que mencioné. Y hoy no estoy buscando nada en particular. Si se da algo se da y si no no. Soy una persona acostumbrada a viajar y sé muy bien que esta vida lleva al desapego. No estar físicamente al lado de la persona que querés no tiene reemplazo.
La distancia no sólo dificulta a Kevin el estar de novio. “Estar fuera de tu casa y no ver a familiares, amigos…¡ni a mi gato!… es un sacrificio, pero en este momento estoy dispuesto a hacerlo”
En los momentos que viaja a Argentina no se queda en su casa paterna. Alquila un departamento o se hospeda en lo de sus amigos.
La charla con él se interrumpe a cada rato. Quienes pasan por delante y lo descubren no pueden dejar de preguntarle algo o pedirle consejos. Paciente, Kevin les responde a todos.
Su presente contrato termina el 24 de abril en Roma. Como es costumbre desde hace ocho años, seguramente se lo renovarán. Y si no explorará en algún rincón del planeta qué hay que lo entretenga. En Ucrania se puso a estudiar ruso.
Casi sin querer deslizó la posibilidad de hacer cursos de yoga… “y tal vez quedarme unos meses en Asia”.
Por el momento es el argentino que tiene la responsabilidad de hacer felices las experiencias de miles y miles de pasajeros de Holland America, que este verano surcó los mares entre Argentina y Chile hasta que muy pronto cruce el océano Atlántico hacia Europa.
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