Cuando Gabriela retomó la conciencia, se encontraba sola en una sala de hospital, trató de moverse, pero la mitad de su cuerpo no respondía
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Gabriela Romero se encontraba transitando el tratamiento por un cáncer de mama. Luego de la segunda quimio intravenosa, cuenta, se encontraba muy mal, tenía vómitos, no comía y una noche dejó de responder quedando inconsciente por el lapso de una semana y media. Pero a la vez, balbuceaba incoherencias. Después de horas de permanecer en el hospital, los médicos le confirmaron que había tenido un ACV con transformación hemorrágica.
Se trata de un tipo de ACV que se presenta cuando se rompe un vaso sanguíneo dentro del encéfalo o en su superficie, y hay hemorragia dentro del encéfalo o alrededor de este. La hinchazón y el aumento de la presión a causa de la hemorragia dañan las células y el tejido del encéfalo.
“Los doctores no supieron explicarme por qué me había pasado, sí dieron un par de opciones, pero nada confirmado. Pensaron que, tal vez, era por presión alta, pero yo tenía la presión normal. También dijeron que pudo ocurrir por el bajo potasio, pero yo no lo tenía tan bajo para que se genere un ACV. Había posibilidad, también, de que hubiera sido por estrés, elegí quedarme con esa opción. Luego de dos años, hace poco, me comentó el doctor que mis niveles de colesterol estaban altísimos y eso pudo haber ocasionado el ACV”, explica Gabriela, a través de su hija Francisca que es quien adapta lo que expresa la madre.
“Grité auxilio porque no reconocía nada”
Cuando Gabriela retomó la conciencia, cuenta, abrió los ojos y no bien miró a su alrededor no reconoció nada. Se encontraba sola en una sala de hospital y comenzó a gritar “auxilio”, pero su voz no le salía. Entonces, trató de moverse, pero la mitad de su cuerpo no respondía. Solo lloraba hasta que unas enfermeras escucharon sus intentos de comunicarse y fueron corriendo para ver qué le ocurría. “Me dijeron que me calmara, que había tenido un ACV y que estaba siendo atendida. Como estábamos en plena pandemia no dejaban ingresar a mi familia, por eso estaba sola. En mi desesperación, tratando de moverme, me terminé cayendo de la camilla, hasta que me contuvieron y levantaron entre cuatro camilleros”.
Para Gabriela, obviamente, esta situación fue sorpresiva, inesperada y la tomó de una manera muy negativa. “Tuve que empezar a vivir de cero, era como un bebé, sin poder moverme por mi cuenta, ni hablar, usando los pañales. Me tenían que cambiar, bañar, hacer absolutamente todo y eso me devastaba emocionalmente”.
Estaba muy triste, lloraba mucho y pese a que habían pasado varios días no entendía lo que le había ocurrido. No podía hablar y le dolía todo. El futuro no podía ser esperanzador. “Tanteé mi cuerpo porque lo sentí extraño, cuando toque mi cadera me di cuenta que tenía puesto un pañal y eso me mató por dentro”.
Su primer gran logro
“A comparación a lo que era previo al ACV, donde yo hablaba demasiado rápido y ,a veces, no me seguían el ritmo, ahora pasa todo lo contrario: hablo despacio y entre cortado, me cuestan algunas palabras o se me dan vuelta. Podría decir que una de las secuelas es la dislexia, pero aun así me hago entender o espero hasta que me salga la palabra mientras la otra persona, tal vez, me tira alguna pista de lo que intento decir. Es la mejor manera de ayudarme en lugar de decir la palabra por mí misma”.
Una de las cosas que más la afectó a Gabriela fue el hecho de no poder hablar ni caminar. “Lo viví muy mal porque tenía muchas cosas para decir, mi mente nunca dejó de funcionar, recordaba todo. Incluso hubo un día que lloré muchísimo porque vi la fecha y sabía que ese día se vencía la boleta del teléfono e intenté decir que, por favor, alguien vaya a pagar ya que yo me encargaba de eso anteriormente. No pude expresarme, mi familia no entendía mis balbuceos y al final la boleta se venció, hasta que mi hija se dio cuenta cuando cortaron la línea y se fijó en mi celular los pagos pendientes”.
Con respecto a la caminata, al tener la mitad del cuerpo paralizado, al principio fue usuaria de silla de ruedas, al tiempo comenzó con ejercicios y estimulación en kinesiología y logró avanzar. Fue en ese momento donde se evidenció su primer gran logro. De la silla de ruedas pasó a utilizar un andador y continuó mejorando.
La recuperación: “Antes producía palabras sueltas, ahora utiliza frases”
Natalia Pinto es licenciada en Fonoaudiología y desde hace más de 15 años que se dedica a las afasias atendiendo a pacientes neurológicos adultos. Hace unos meses, derivada de una colega, comenzó a atender a Gabriela.
“En ése momento hablaba menos fluido y las frases eran más cortas. Lo que más me llamó la atención fue su personalidad. Se levanta temprano para realizar el tratamiento oncológico y siempre quiere mejorar”, expresa Natalia.
La fonoaudióloga explica que en las sesiones individuales con Gabriela trabaja la comprensión auditiva (ya que frecuentemente hay que reformular el mensaje para que comprenda todo el mensaje), producción oral para que logre mayor fluidez, recupero léxico para encontrar las palabras que quiere decir con menor latencia en la búsqueda de las palabras. Las actividades, aclara, se adaptan a sus intereses con los objetivos que se delinean luego de una evaluación.
“Mis objetivos son que ella pueda lograr una comunicación funcional, que en la cotidianeidad pueda comprender lo que quiere decir y que logre transmitir lo que quiere decir en forma más efectiva. Noto que está teniendo una mayor fluidez en el lenguaje. Antes producía palabras sueltas, ahora utiliza frases. Y también desarrolló estrategias para encontrar las palabras que quiere transmitir”.
“Al principio yo veía todo oscuro, negro, negativo”
Natalia se da cuenta de que Gabriela pone todo lo mejor de sí en cada una de las sesiones y que demuestra muchas ganas de mejorar. “Es clave en la rehabilitación de las afasias explicar qué se está trabajando, cómo y por qué. Las devoluciones son importantes para el paciente y la familia. Esto crea confianza y tranquilidad. Son objetivos para el terapeuta y es tranquilidad para el paciente y su familia saber cómo va respondiendo al tratamiento”.
No solo Natalia observa los progresos día a día de su paciente, sino que Gabriela también es muy consciente de lo que está avanzando. “De a poco voy hablando con un poco más de confianza, tenía miedo a salir y hablar con los demás que no me conocieran ya que creía que no me iban a tener paciencia o que me iban a discriminar. Pero al final eso no ocurrió, salgo bastante, soy muy independiente, salgo a hacer las compras, limpio, mantengo la casa ordenada, una ama de casa de tiempo completo”, sonríe.
Gabriela considera que aun debe tonificar un poco más o ganar más masa muscular en las piernas para sentirse más firme en la caminata para, de esa manera, dejar de utilizar el bastón.
“Todo esto es gracias a la motivación de las personas que me rodean, no sé qué hubiera hecho sin ellos. Me siento con ánimos de continuar avanzando y sigo yendo a los médicos correspondientes. Me gustaría volver a trabajar como acompañante terapéutico”, se ilusiona.
Natalia está convencida que a pesar de las dificultades que se presentan en su vida, Gabriela logra interpretarlas y vivirlas como desafíos. “Utiliza el humor para referirse a temas muy sensibles, anima al resto de las personas a interpretar la vida así”.
En relación al cáncer, Gabriela continúa con las quimios y la radioterapia. “No hay que bajar los brazos nunca, dice, hay que seguir adelante. Sé que es difícil. Al principio yo veía todo oscuro, negro, negativo. Incluso, pensé en quitarme la vida, pero lo afronté gracias al apoyo de mi familia y de mis seres cercanos. También la terapia me ayudó dándome la motivación suficiente para seguir luchando y progresando”.
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