Abrazar el fracaso: dos modos incorrectos (y uno acertado) de enfrentar un error
Hoy quiero invitarte a reflexionar sobre el tema de los errores.
Todos los seres humanos, alguna vez, nos equivocamos. Una frase atribuida a Winston Churchill dice: "El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo". Y el campeón de ajedrez cubano José Raúl Capablanca solía expresar: "Una partida perdida me enseña más que 100 ganadas".
No existe tal cosa como el éxito sin fracaso. El error es una parte inevitable de la vida porque constituye todo un proceso de aprendizaje. Esta es la razón por la que deberíamos amigarnos con él, sin intentar huir ni ocultarlo. Es cierto que a nadie le agrada equivocarse, pero, cuando somos conscientes de que los errores nos ayudan a crecer, podemos acercarnos a ellos con una actitud sana.
Al error se lo puede abordar de dos maneras.
- Negándolo
Esta es una posición infantil en la que la persona insiste: "¡Yo no me equivoqué!". Se trata de individuos que no desean que les marquen sus equivocaciones y, cuando alguien lo hace, se les activan formas de reaccionar propias de una criatura.
- Enojándose
Otras personas, en cambio, cuando se les marca un error, se enojan. Sufren una herida narcisista y juran internamente "pasar factura". Se molestan porque creen que cometer un error es signo de debilidad o porque poseen una autoestima débil.
La mejor manera de pararse frente al error
Sin duda, adoptar una actitud madura. Esta postura nos permite ver que una equivocación es simplemente un dato que nos enseña y que podemos transformar en crecimiento y avance. En lugar de vestir al error de nuestra estima dañada, victimizándonos y expresando frases tales como: "¡Soy un desastre, todo me sale mal!", ¡pongámosle un guardapolvo! Esto implica escuchar y aceptar la corrección que viene a traernos luz para convertirnos en mejores personas. ¿Hacia dónde mejoramos siempre? Hacia adelante. Toda corrección nos conduce hacia el futuro y nos impulsa a avanzar.
Todos nos equivocamos; fallar es parte de la vida, y es muy bueno aprender porque nuestros mejores éxitos son y fueron exerrores de los cuales extrajimos alguna lección. A veces, aprendemos mediante la enseñanza que nos brinda imitar o seguir el ejemplo de otros. Otras, por ensayo y error; y otras, por experiencias de dolor. Dicen que el inteligente aprende de sus errores, pero el sabio aprende de los errores de los demás… ¡porque esos no duelen!
Tomemos el error como un dato para aprender, corregir, mejorar y madurar. Asimismo, recordemos que no debemos apresurarnos a corregir los errores de los demás. Jamás deberíamos hacer pública una equivocación ajena porque a nadie le gusta que le dañen su estima. De modo que, corrijamos en privado y felicitemos en público.
Cuando nos apresuramos a marcar los errores de otros, cuando nos enojamos, condenamos o insultamos a los demás por sus fallas, nos ubicamos en un lugar de omnipotencia.
Muchas veces, construimos una imagen idealizada del otro y lo percibimos como una especie de "gurú" sin falencias. Esta es la razón por la que muchos, al ver el error de alguien que admiran, no lo pueden aceptar y dicen: "Me desilusionó".
El camino del éxito está pavimentado de errores. Procuremos decir, cuando sea oportuno: "No sé"; "Me equivoqué"; "Enseñame". Nunca nos burlemos de los errores de la gente ni la ataquemos por ellos. Tengamos presente que todos hacemos algunas cosas bien; otras, más o menos bien; y otras, mal. Porque todos, sin excepción, portamos un cartel invisible que dice: "Estoy en construcción. Sigo aprendiendo".
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