Los llevamos a una típica casa de Mykonos. Esas con gruesas paredes de rutilante blanco que, abrazadas a la montaña, ofrecen soporte frente a la hipnótica imagen de un mar de belleza sublime y míticos ecos.
La diseñadora de interiores Rocío Petalás es descendiente de griegos y comparte la pasión de su colectividad por la tierra de sus ancestros. "Mi papá me hablaba en griego, fui a un colegio griego, en mi casa siempre sonaba música griega. Cuando terminé mis estudios de diseño de interiores, la embajada griega en la Argentina facilitaba intercambios de estudio y trabajo. Partí por tres meses y (después de instalarme en Atenas, ir y venir, trabajar y aprender) ahora vivo en Mykonos, pero vuelvo a la Argentina en la contratemporada", nos cuenta.
"María, la dueña de esta casa tan típica de la isla, me pidió ayuda para refrescarla: con el tiempo se había ido desvirtuando la ambientación y decía que la sentía cada vez menos suya. Antes de sentarme a bocetar o encarar compras de muebles, le sugerí que miráramos lo que tenía guardado en bauleras y placares. Finalmente, todo quedó renovado rescatando y reacomodando lo que ya tenía. El resultado es una casa más clara, armónica y en sintonía con la tradición", dice Rocío, a quien el largo periplo familiar y propio no le hizo olvidar ninguna de sus patrias.
De estilo mediterráneo
"Cuando llegué, cada colchoneta estaba cubierta con un textil diferente. Quise respetar el estilo Mediterráneo, que siempre tiene una base blanca combinada con un solo color. Viendo que la mayoría de los almohadones existentes eran de un verde oliva muy agradable, le propuse a María esa dupla, presente desde la fachada. En este espacio también fue un modo de destacar las líneas de la arquitectura".
Mi gran mesa griega
"Esta cocina conserva mucho de las tradicionales, como el piso de terracota y los muebles patinados, que ya no se ven tanto. Para acentuar el concepto, sacamos de las alacenas los platos artesanales de uso diario, ahora en exhibición permanente".
El espacio es sobre todo un lugar de preparación, ya que la isla (en los mismos tonos de la alzada, el piso y el mimbre) se usa las más de las veces como superficie de trabajo y apoyo. Es natural, teniendo la vista del Egeo a un paso.
Si hay algo que distingue a Mykonos son sus trescientos días de sol al año, el viento y el hecho de que, en quince minutos como máximo, se llega a una playa divina.
Las colchonetas hechas a medida para estos bancos de obra se completaron con unos almohadones que estaban escondidos en el cuarto del hijo de la dueña de casa. "Y listo, sin llenar de más. No hay decorado que supere esta vista".
Suite con terraza
"Esta manta se usaba para proteger los muebles cuando se cerraba la casa en invierno. Quedo perfecta acá. No solo porque sigue los tonos del ambiente, sino también porque su dibujo acompaña el trazado de las vigas.
"Este juego de mesa y sillas para dos estaba plegado en la baulera. Lo llevamos inmediatamente afuera para darle a la salida del cuarto una sensación de disfrute y privacidad".
Cuartos con vista en el último piso
"Había una multitud de espejos colgados sin mucho orden aquí y allá o, directamente, guardados. Ahora todos tienen un uso en composiciones armónicas. Son elementos preciosos para decorar y crear reflejos".
"Al sol y al viento, la construcción autóctona le opuso el blanco, para reflejar la luz; muros bien gruesos, para que los interiores se mantengan frescos, y terminaciones redondeadas, para que el viento ‘resbale’ y no genere zumbidos al rozar la casa".
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