Su rol el vital en el funcionamiento de la vida terrestre. ¿Qué podemos aprender de este animal tan fascinante y aplicar en nuestras vidas?
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El 20 de mayo se celebra el Día Mundial de las Abejas para crear conciencia sobre la importancia de los polinizadores, las amenazas a las que se enfrentan y el beneficio para toda la Tierra. Te contamos cuál es su importancia y qué podemos aprender de ellas.
Existen desde hace por lo menos 80 millones de años (¡sobrevivieron a las glaciaciones!) y son el matriarcado más poderoso del planeta. Su rol es vital para el funcionamiento de la vida terrestre. Como dijo Albert Einstein: “Si las abejas desaparecieran, el mundo duraría cuatro años”. El 70% de los cultivos del mundo dependen en alguna medida de la presencia de abejas para producir frutos y semillas. La tercera parte de nuestros alimentos no existiría sin el trabajo incansable de esta especie. La polinización es el transporte de polen desde la parte masculina de las flores hacia la femenina (recordemos que las flores son los aparatos reproductivos de las plantas), lo que hace que los ovarios se transformen en las frutas que conocemos y los óvulos (que están dentro de los ovarios), en las semillas. Y lo mejor es que esto, las abejas… ¡lo hacen “de yapa”! Cuando buscan su alimento –néctar (energía) y polen (proteína)–, los granos de polen quedan impregnados en sus cuerpos peludos y así los van depositando cuando visitan distintas flores. Además de agradecerles por todo esto, ¿qué podemos aprender de ellas?
1. Las mujeres mandan
Las que mandan en las colmenas son las hembras. Dentro de los individuos de la colmena hay una única reina, cuya función exclusiva es la reproducción, y están las abejas obreras y los zánganos, los machos. Pero ellos solo aparecen en la primavera, para fecundar a la reina. Si bien son necesarios para la supervivencia de la especie, no tienen otro aporte o función. Cuando se termina la época reproductiva, las mismas obreras se encargan de sacarlos de la colmena o de matarlos de hambre, literalmente. La reina tiene su séquito de obreras que la limpian, la alimentan con jalea real y son las primeras que la rodean si hace frío. Pero está bueno saber que las que mandan son las obreras: son ellas las que detectan si la reina ya no responde a las necesidades de la colmena y, en ese caso, la reemplazan.
2. Confían en sus hormonas
A diferencia de nosotras, las humanas, que muchas veces desoímos y hasta renegamos de nuestras hormonas, las abejas hacen de su naturaleza hormonal una virtud. De hecho, es su medio de comunicación. La reina, por ejemplo, tiene su feromona de reina. Cuando ya no se deja oler, no la reconocen, entonces deciden cambiarla. Los zánganos tienen la feromona “de congregación”, que es percibida por la reina y que los ayuda a saber cuál es el mejor lugar para aparearse. Las crías también tienen su feromona, lo cual incentiva a las abejas recolectoras a buscar más polen para alimentarlas. También al picar –a un animal o un humano– dejan una feromona, que les indica a las otras que es peligroso y que lo piquen. ¡Las hormonas son su lenguaje!
3. Saben cuándo parar
¿Viste cuando estás cansada pero seguís, incluso haciendo todo a desgano y/o a medias? A veces es mejor parar, preservarse y después volver con todo. Así nos lo enseñan las abejas, que saben instintivamente cuándo parar. Cuando se viene una lluvia, por ejemplo, ellas cortan con el trabajo y retoman su labor cuando la lluvia ya pasó. Es asombroso ver cómo compensan todo ese tiempo que no trabajaron. Lo mismo ocurre cuando hay una helada. Se guardan, para no exponerse al peligro, pero después salen con más ímpetu.
4. Tienen un fuerte sentido de pertenencia
Las abejas son como mujeres hermanadas al cien por ciento dando lo mejor de sí para los mismos objetivos: sobrevivir al invierno, alimentar a la cría, reproducirse y propagar su especie. Si bien existen “castas” dentro de la colmena y cada abeja a lo largo de su vida tiene una tarea especial que cumplir, ninguna abeja o “casta” puede sobrevivir sola. Saben que se necesitan para lograr sus objetivos como especie, la recolección de alimento en primavera, reproducirse y sobrevivir al invierno para reactivar su ciclo biológico.
5. Son flexibles
Las abejas pueden cambiar súbitamente de roles frente a un evento extraordinario. Si se produce un ataque a la colmena, por ejemplo, pueden volver a un rol anterior o saltarse una etapa. Es decir, saben adaptarse naturalmente a las circunstancias. Es como cuando nuestro hijo se enferma y suspendemos todos nuestros demás roles para quedarnos junto a ellos. Las abejas nos enseñan que eso está bien y que siempre hay tiempo para retomar lo habitual.
6. Saben que cada etapa de la vida tiene su tiempo
Desde que nacen hasta que mueren, las abejas obreras van pasando por todas las actividades de la colmena. En ese tiempo (de 40 a 60 días) son limpiadoras, después nodrizas, después constructoras, luego guardianas y, por último, recolectoras. Así como nosotras, a medida que crecemos, atravesamos distintos procesos vitales, a las abejas, la naturaleza y las necesidades de la colmena les marcan su ritmo de vida. No solo a nivel individual, sino a nivel colonia. En invierno bajan sus niveles de actividad para preservarse como especie y evitar el desgaste físico (pensando en nosotras, le sumamos el mental), juntas deciden bajar su acelere y cuidarse. Juntas, también, reanudan sus actividades para activar la colmena pasado el invierno.
7. Se defienden, no agreden
Trabajan para el bien de todos (propio y de todos los seres vivos del planeta). Sus picaduras duelen y pueden llegar a causar alergia, pero, realmente, ¿pican con ganas? ¿Son “malas”? ¡Para nada! Muchas personas les tienen miedo, pero la realidad es que las abejas no son agresivas, son defensivas y pican cuando se sienten amenazadas. Es decir, no molestan si no se sienten molestadas. Cuando están bien alimentadas, con su reina sana, sin ninguna enfermedad al acecho, con su sistema inmune fuerte y ocupadas en lo que más les gusta hacer, no tienen ni la más mínima intención de picar.
8. Son súper resilientes
Las abejas obreras o guardianas están en la puerta de la colmena defendiéndola. Si pasa algo extraordinario –como una fumigación, un ataque a la colmena o un hombre que saca un panal–, ellas accionan. Incluso dejando su propia vida al clavar su aguijón en el agresor. Frente a una helada repentina, en vez de salir a trabajar, forman un bolo invernal. Se agrupan en el centro de la colmena para conservar el calor y se van abriendo a medida que las temperaturas lo permiten. Si hace mucho calor de golpe, buscan agua, la ponen adentro del panal y baten las alas para evaporarla y refrescar el ambiente. Si hace falta, pasan la noche fuera para que la reina esté fresquita.
9. Unidas son más fuertes
Te sorprendería saber que una colmena de abejas es capaz de matar una vaca o un caballo si se siente amenazada. Es difícil visualizar una lucha entre una abeja y un animal tan grande, pero cuando sienten que su colonia está en peligro, son capaces de picar a estos animales (muriendo muchas de ellas al hacerlo) e inyectar su apitoxina hasta matarlos. Una abeja tal vez sea incapaz de salvar sola a su familia, pero unidas son imbatibles. Así nos enseñan que la unión y la hermandad son claves para afrontar la vida, siempre.
10. Las ancianas son clave
La abeja adulta es muy importante. Sin ellas no se preserva la especie. Cuando empieza la primavera, son las más ancianas las que salen a buscar alimento, lo cual es vital para que la reina pueda alimentar a la cría. Son también ellas las que les van enseñando a las nuevas dónde y cómo buscar polen y néctar. Y cuando se hace el enjambre para generar más espacio en una colmena, es la reina vieja la que se va. Ella, que ya es una reina experimentada, es la que sale a fundar una nueva colmena.
Experta consultada: Milagros Graziani. Ingeniera agrónoma, especializada en apicultura y polinización de cultivos en Beeflow.
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