- 8 minutos de lectura'
Llegó a su vida en un momento de profunda movilización emocional. Ocurrió mientras ella transitaba el duelo por la pérdida de su pequeño Orión. Con tan solo un año y medio, le habían diagnosticado cáncer y, en cuestión de dos semanas había partido de este plano. Atrás dejó una profunda tristeza y un vacío muy grande en el corazón de quien había elegido para que fuera su humana.
“Cuando vi una historia de Instagram pidiendo tránsito para que Boris saliera de una internación, no pude mirar para un costado. Había sido curado de lesiones muy severas. Cargaba con un diagnóstico de cardiomiopatía de fenotipo dilatada, es decir, corazón agrandado, y Vif positivo (sida felino). Los veterinarios decían que su estado de salud era muy delicado y que estimaban le quedaba poco tiempo de vida, tal vez meses”, recuerda Julieta Seijo. El sida felino afecta directamente al funcionamiento del sistema inmunológico del gato. Es una enfermedad crónica, relativamente frecuente -sobre todo entre aquellos que tienen acceso al exterior- y su tratamiento se centra en prevenir y atender las infecciones secundarias que puedan aparecer.
Boris había tenido hogar
Del pasado de Boris -así se llamaba el gato adulto al que le abriría las puertas de su casa- pudo saber que había vivido en una casa durante algunos años. Sin embargo, de un día para el otro, lo habían sacado a la calle. El gato quedó desamparado. Pasó días y noches sentado en la puerta de lo que había sido su hogar. Pedía entrar, pero no lo dejaban.
Sobrevivió, como pudo, en la calle. Un grupo de vecinos lo alimentaba junto a una colonia de gatos que habitaba la cuadra. Él nunca se fue de aquel lugar. Hasta que un día lo encontraron muy lastimado y, tras varios días y noches de intentos fallidos, lograron que entrara en una jaula para poder ayudarlo. Lo llevaron a una clínica veterinaria y quedó internado durante algunos días en estado delicado.
“Necesitaba una oportunidad y yo estaba dispuesta a dársela”
“Al momento de externarlo, nadie se ofrecía a recibirlo en su casa y yo sabía que nadie lo iba a hacer. Entonces pedí que me lo trajeran. Realmente no sabía cómo iba a hacer, pero ese gatito necesitaba una oportunidad y yo estaba dispuesta a dársela. Entendí que él no conocía verdaderamente lo que era un hogar o una familia y que jamás había sido amado realmente. Si le quedaba poco tiempo de vida, merecía saber de qué se trataba todo eso para poder partir en paz. En verdad, mi principal objetivo fue transitarlo para acompañarlo en su proceso de muerte”.
El duelo que estaba atravesando le había demostrado que, cuando llegaba ese momento, lo más importante era saber acompañar. “Orión había partido en mis brazos, mientras yo le agradecía por todo el tiempo que me había regalado su maravillosa compañía y le decía al oído cuánto lo amaba y lo mucho que significaba para mí. Lo mismo deseaba para Boris”.
“Nunca presioné a Boris”
Al comienzo no fue fácil, ya que Julieta tenía entonces otros cinco gatitos a cargo. Hizo lo mejor que pudo en el departamento de dos ambientes con balcón, que había empezado a alquilar justo antes de la cuarentena y que había elegido especialmente para poder recibir a gatitos que necesitaran ayuda. Poco a poco la familia multiespecie se fue agrandando. “Los que tenían alguna enfermedad o problema y la gente no los quería, yo los hacía parte de mi manada con todo el amor que les había sido negado”. Así terminaron siendo cinco y con Boris llegaban a seis.
Así, Boris llegaba a la vida de Julieta luego de haber sobrevivido en la calle, de haber tenido que luchar por su alimento, de estar a la defensiva todo el tiempo, porque nunca sabía cuándo iba a recibir un ataque. Había pasado frío, hambre, dolor, indiferencia y se lo notaba muy cansado y triste. No se dejaba acariciar, cualquier ruido o movimiento lo sobresaltaba, comía con voracidad, dormía en estado de alerta permanente, no llegaba a relajarse por completo.
“Yo nunca había recibido a un gatito adulto feral, no sabía bien cómo actuar, mucho menos cómo conectar con él. Pero supe desde el principio que la base para lograr algo bueno era el respeto. Nunca presioné a Boris a recibir una caricia, jamás invadí sus espacios, nunca lo reté. Todo se fue dando a su tiempo”.
La fórmula de invertir en tiempo, espacio, respeto y amor pronto dio sus frutos. La primera vez que Boris le pidió a Julieta una caricia con un cabeceo fue algo mágico. “Sentí que habíamos desbloqueado un nivel de confianza inmenso. Por primera vez sentí que Boris me amaba tanto como yo lo amaba a él”. Pasaron los meses y Boris se mostraba cada vez más confiado.
“Estamos más unidos que nunca”
Hasta que en abril pasado, Julieta tuvo la fortuna de poder cumplir un sueño: mudarse a una casa grande, donde los gatos tuvieran lugares para correr, jugar y que cada uno encontrara su espacio sin necesidad de estar compartiendo todo el tiempo el mismo.
Boris fue el primero en llegar. Recorrió con felicidad cada espacio, se adueñó de rincones que identificó como favoritos, se sintió el rey. “Hoy estamos más unidos que nunca. Boris me hizo saber que confía en mí, que me ama, que le gusta tenerme cerca y que es feliz donde está”. Cuando Julieta llega de trabajar, él la busca en la puerta de entrada, recibe su dosis de mimos y palabras lindas, mueve la cola y se prepara para disfrutar de un ambiente relajado. Julieta descubrió que a Boris le gusta la música jazz y los sahumerios.
“Sinceramente no creo que éste gatito esté listo para irse. Le habían pronosticado cuatro meses de vida y llevamos nueve juntos. La verdad es que cada día está mejor. Su carita, su pelo, su contextura física, todo ha ido mejorando con el correr del tiempo, jamás hubo un retroceso”. Los veterinarios no pudieron precisar su edad. Podía ser tanto un gatito relativamente joven con muchísimos achaques, o un viejito que la pasó muy mal. Julieta se inclina por la opción de que es un abuelito consentido.
“Si bien su llegada puso mi vida de cabeza, no me arrepiento ni por un segundo de haberle abierto la puerta de mi casa y de mi corazón. Lo volvería a hacer. Hoy Boris conoce lo que es el amor verdadero, lo que es tener un hogar, un plato de comida siempre a disposición, sin tener que luchar, lo que es ser importante para alguien y lo que significa ser parte de una familia. Duerme tranquilo, sin sobresaltos, ni estado de alerta. Recobró la confianza, sabe que jamás lo voy a dejar solo”. De hecho, atravesó el proceso de la mudanza con mucha serenidad.
Julieta asegura con una sonrisa que, de Boris, aprendió y sigue aprendiendo. Lo considera un gatito muy sabio. Aprendió a escucharlo, a entenderlo, a respetarlo. Empatizó con él, con su sufrimiento, con su tristeza. “Me enseñó a trabajar el tema de mi paciencia. Yo lo amé desde el principio. Y moría por abrazarlo y demostrarle de esa manera mi amor. Pero supe que con él no era por ahí, por lo menos no en esos primeros meses”.
Atesora en su memoria la primera vez que le enseñé cómo jugar con un juguete. Por un momento volvió a ser un cachorrito y ella sintió que se le inflaba el pecho de emoción. “O el día que vino por primera vez a la cama a dormir conmigo. O la semana pasada, cuando vino por primera vez a olfatearme la cara. Nunca lo había tenido tan cerca. Fue hermoso. Todo lo que generó la llegada de Boris a mi vida es algo mágico. Fue y es un desafío muy lindo de afrontar. Todos los logros alcanzados me llenan el alma y me dan la fuerza para seguir. Me encantaría que cada vez más personas se involucraran en historias como la de Boris. Hay tantos gatitos necesitando y esperando una oportunidad, una mano amigable, alguien que los mire con el corazón y se atreva a sanar todas sus heridas. Ojalá la historia de Boris llegue a muchísimas personas. Y ojalá sea el empujoncito que necesitan para dar el primer paso hacia este mundo tan mágico, que es convivir con otros animales, respetándolos como nuestros pares”.
Compartí una historia
Si tenés una historia de adopción, rescate, rehabilitación o ayudaste a algún animal en situación de riesgo y querés contar su historia, escribinos a bestiariolanacion@gmail.com
Más notas de Bestiario
Los perritos de la FADU. La manada que no se deja ayudar por temor y el pedido que requiere del amor de los vecinos y rescatistas
“La perrita estaba en shock”. Presenció el momento exacto en que la bajaron de un auto y la abandonaron en la calle
“Movió la cola y se levantó como pudo”. Atropellado, con una pata fracturada, estaba frío e inmóvil cuando llegó la ayuda
- 1
¿La gaseosa cero engorda? Conocé los efectos de estas bebidas en el organismo
- 2
Qué características tienen las personas que fueron abandonadas por sus padres, según la psicología
- 3
Cómo es la mezcla de orégano y vinagre blanco que promete eliminar a las cucarachas
- 4
Las frutas que limpian el colon y son las mejores para prevenir enfermedades