“A esos que les gusta tanto la discusión y discutir la coma y todo eso es porque están buscando coimas”, dijo el presidente Javier Milei en diálogo con LN+; en 1995, “el caso Varela Cid” fue la primera denuncia concreta y personalizada de coimas en el Congreso de la Nación desde el retorno de la democracia, en 1983
- 7 minutos de lectura'
El gesto es inconfundible. Cualquier argentino lo reconocería. Lo hacía Beatriz Salomón en televisión, cuando Alberto Olmedo rompía el rating con su entrañable Manosanta. Es sencillo. Hay que poner la palma de la mano izquierda hacia arriba, bien extendida, y golpearla suavemente, varias veces seguidas, con el puño derecho apretado. Mientras lo hacía, Salomón repetía: “Poniendo estaba la gansa”. ¿Lo recuerda? Ese fue el tic que describió el empresario José Ongaro, titular de la Cámara de Prestadores Postales. Así, con ese ademán tan particular, denunció que el diputado justicialista Eduardo Varela Cid le habría pedido dinero para modificar algunos artículos de la controvertida Ley de Privatización del Correo.
Nadie se atrevió a utilizar la palabra “coima”. Parece un término vedado en el Congreso de la Nación. Aún frente a la Comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, José Ongaro eligió la palabra “colaboración”. ¿De cuánto dinero hablamos? De acuerdo a su denuncia, el monto exigido oscilaba entre los 5.000 y los 10.000 pesos convertibles (o dólares, valían lo mismo en aquella época) por cada una de las empresas postales que representaba. Una pequeña fortuna.
El 7 de septiembre de 1995, José Ongaro hizo su denuncia en el Parlamento. Pero antes de comenzar su descargo, improvisó una breve introducción: “Señores diputados, 256 de ustedes pueden quedarse tranquilos porque el problema es con uno solo”, advirtió. Y hubo alivio generalizado entre los legisladores. Durante tres horas, contó su versión de la historia. Dijo que el 12 de julio de 1995, mientras esperaba en el Congreso para asistir a un debate que fracasó antes de comenzar, una señorita muy elegante lo habría invitado a entrevistarse con Eduardo Varela Cid. Siempre de acuerdo a su declaración, José Ongaro habría concurrido a la cita acompañado por el empresario postal Rino Graziotin. En las oficinas de la avenida Callao los recibió un colaborador del diputado. ¿Su nombre? “Marcelo Melaro o Malaro”, no pudo precisar Ongaro. Este empleado le habría dicho: “Debe portarse bien con el diputado por el favor que les hizo”. Y, acto seguido, le habría pedido una ‘colaboración’. Denunció Ongaro ante los diputados: “Me dijo que hablara con las prestadoras, para que pusiera cada una 5 o 10″. Recién entonces habría entrado en escena el diputado Eduardo Varela Cid. Apareció algo mojado por la lluvia, pero con esa sonrisa enorme a la que nos tenía tan acostumbrados en sus repetidas apariciones en televisión.
A continuación, la reconstrucción de la escena de acuerdo a las declaraciones de José Ongaro en distintas entrevistas periodísticas, que repitió luego en el Congreso, frente a Eduardo Varela Cid:
-”Entró Varela Cid muy bien vestido, con traje marrón y zapatos de gamuza al tono, con el impermeable claro sobre el hombro izquierdo y me dijo: «Habrá visto lo bien que trabaja Varela Cid, así que ahora a ver cómo te ponés». Y se golpeó una mano contra la otra”.
-”Te paré la ley tres semanas. ¿Viste cómo se porta Varela Cid? Bueno, a ver cómo te portás vos ahora, ¿eh?”.
-”Quedan 2 ó 3 artículos, pero ya los vamos a corregir”.
-”Después se fue y dijo «Arreglá todo con Marcelito»”.
-”Cuando me fui, le dije a mi acompañante: «Se da cuenta, ¡qué hijo de puta!»”.
Eduardo Varela Cid hizo su descargo en televisión. “Ongaro dice que yo le hice un gesto, de que se ponga, y no sé… Le hice un chiste, una pavada, porque me había mojado ese día por ellos… Había como 100 personas en mi despacho”, dijo. También, fiel a su estilo mediático, volvió a la carga desde el Correo de Lectores del diario La Nación. ¿El título de su carta? Con épica, digno de un gran editor: “Continuaré luchando”. Parte de su texto: “En mi oficina se cometió un error. Un dirigente de Lugano estaba organizando una cena e intentó venderle al señor Ongaro –tal como se deduce de la conversación que mantuvieron– una cantidad de cinco o diez tarjetas, cuyo precio era de 100 pesos cada una. Esto fue un gravísimo error cometido por uno de mis colaboradores, ya que un empresario que concurre al despacho de un legislador para plantear su posición frente a una ley no tiene humor para que lo inviten a una cena”.
En el Congreso reconoció que financiaba su campaña con “bonos contribución”, pero aclaró que no vinculó el texto de la ley con un “bono contribución”. Y le gritó a Ongaro: “Yo a usted nunca le pedí una contribución a cambio de mi voto. Lo único que pude haberle dicho, señor Ongaro, es que yo iba a repartir un mailing de un bono contribución, que lo hice anteriormente, para la elección del 14 de mayo”.
Poco después, en la revista Noticias del 8 de octubre de 1995, prendió el ventilador. Y salpicó a sus compañeros peronistas: “Quizá el verdadero problema era que algunos estaban preocupados por la plata que cobraron para votar la ley y tendrían que devolver”, dijo. También le hizo un tiro a los radicales. Dijo que, durante su última campaña política, la UCR había recibido 500 mil dólares del polémico Alfredo Yabrán.
El diputado Varela Cid hizo lo previsible: se reconoció “víctima de maniobras políticas”. Pero no conmovió a nadie. Ni siquiera a sus compañeros de bloque, que votaron su sanción junto a la Unión Cívica Radical y el Frente País Solidario. El único peronista que se apiadó del compañero caído en desgracia fue Eduardo Duhalde, entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires. A través de sus legisladores más leales, promovió que el castigo fuese de “suspensión” y no de “exclusión”. Así le ahorró el escarnio público de pasar a la historia como el segundo legislador expulsado del Congreso de la Nación durante esta nueva etapa democrática (el primero había sido Ángel Luque, diputado justicialista por Catamarca).
El 28 de septiembre de 1995, la Cámara Baja puso la sanción bajo referéndum. De los 140 diputados presentes, 136 votaron a favor de una suspensión por “Inhabilidad Moral” de 45 días. El resto, apenas cuatro, votaron en contra. Ellos fueron: el radical Francisco Fragoso, el demócrata progresista José María Antelo, el autonomista Nicolás Garay y el ucedeísta Hernán Luna.
Eduardo Varela Cid (“el showman de la política”, como lo presentaban algunos medios) perdió su banca, sus fueros y su dieta. Pero su castigo duró solo un mes y medio. El 12 de noviembre de 1995 debía regresar al Congreso para completar su mandato, que vencía el 9 de diciembre siguiente. Le quedaba poco menos de un mes por legislar. Sin embargo, nunca volvió. Ni bien conoció su sentencia, el fundador de la corriente peronista “Frente de Recuperación Ética” anunció su retiro definitivo de la política. Y, ya sin fueros, se fue a vivir a Miami. Allí concedió una extensa entrevista a la revista Caras, con ropa de tenis y una gran sonrisa.
El caso siguió su curso. En 1999, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 5 lo condenó a dos años y tres meses de prisión en suspenso bajo los cargos de “exacciones ilegales” y lo inhabilitó por cinco años para ocupar cargos públicos. Varela Cid insistía con que la sentencia era fruto “de una maniobra”.
Un año más tarde, el 29 de agosto de 2000, la Cámara Nacional de Casación Penal (integrada por el presidente Gustavo M. Hornos y las vocales Amelia Lydia Berráz de Vidal y Ana María Capolupo de Durañona y Vedia) resolvió revocar la sentencia y absolver al ex diputado Eduardo Varela Cid.
En 2001 regresó al país y, apenas puso un pie en Ezeiza, fue detenido por una causa por injurias. Permaneció tres días en dependencias de la Prefectura Naval hasta que le tomaron declaración. Se retractó y quedó en libertad.
Conclusión de “el caso Varela Cid”, en la voz del mismísimo ex diputado de la Nación Argentina, en una entrevista de la época: “Con los años, así como la gente no se acuerda hoy quienes eran los senadores que estaban con Lisandro de la Torre, quizá tampoco se acuerden de quiénes eran los otros diputados que estaban con Varela Cid. Pero siempre recordarán que hubo un diputado llamado Varela Cid”.
Temas
Más notas de Todo es historia
Más leídas de Lifestyle
Sencillo truco. Qué poner dentro del lavarropas para que la ropa quede más limpia
Bajo la arena. Hallaron una ciudad que estuvo oculta en el desierto y es una joya arqueológica
Paso a paso. Las claves para atraer dinero y buenas energías utilizando hojas de laurel
“Te triplicamos cualquier oferta”. Cómo se hicieron las fotos que descubrieron el romance entre Máxima y el príncipe Guillermo Alejandro