A los 23 años Germán tenía la posibilidad de jugar los Juegos Panamericanos de Winnipeg, pero el diagnóstico lo obligó a colocar todas sus energías en la recuperación.
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En 1999 Germán Orozco se encontraba en un gran momento personal y laboral. Tenía 23 años y desde hacía dos que estaba en pareja con Alejandra. Para ese momento ya formaba parte de “Los Leones”, la selección masculina de hockey sobre césped de Argentina y, pese a que era muy joven trabajaba como entrenador de ese deporte.
Con la expectativa puesta en formar parte de los Juegos Panamericanos de Winnipeg (Canadá) le dedicaba una gran parte del día al entrenamiento y a la puesta a punto para poder jugar su primer torneo internacional de esa envergadura con la selección del deporte que tanto amaba. Estaba muy cerca de cumplir un gran sueño.
Una fiebre que empezó a ser recurrente
“Luego de un entrenamiento sentí un cansancio extremo, estábamos entrenando mucho, pero me sentía mucho más cansado de lo habitual. Esa misma noche comencé a tener fiebre y empezó a ser recurrente, era una fiebre que solo aparecía por la noche”, recuerda Germán.
Como esos episodios se repitieron los padres lo llevaron a realizar una consulta con un médico. Pero como ese profesional no pudo detectar qué era lo que le estaba pasando le recomendó que visitara a otro colega que también lo derivó porque no logró dar en la tecla. Hasta que luego de realizarle varios estudios de punción de ganglios y de médula los resultados arrojaron que tenía Linfoma de Hodgkin ubicado en el mediastino.
Una noticia “devastadora”
“La noticia fue muy dura, casi devastadora. Fueron mis padres los que me comunicaron lo que me estaba pasando. Primero sentí que se me frustraba el sueño de jugar torneos importantes con la selección. Pero enseguida me puse a proyectar mi futuro y no dejé que los pensamientos negativos me atraparan. Tenía mucha incertidumbre de si iba a poder seguir con mi vida normalmente. Tenía una amiga que también tenía linfomas y sabía que por la enfermedad dejó de hacer cosas simples como tomar sol, además de tener problemas en las articulaciones”.
Sin dejar pasar casi nada de tiempo Germán se entregó por completo a las sesiones de quimioterapia. Todo venía más o menos bien hasta que unos meses antes de finalizar el tratamiento un estudio indicó que los resultados no habían sido los esperados. Ese momento, cuenta, fue muy difícil porque implicaba que la recuperación le iba a llevar más tiempo del que creía.
El acompañamiento de su familia y de “Los Leones”
Entonces, casi de inmediato la oncóloga le informó que la solución para curarse era el autotrasplante que se realizó el 29 de febrero del 2000. Luego de la intervención tuvo que permanecer 21 días aislado en una habitación ya que sus defensas estaban en cero.
“Mis padres y Alejandra siempre estuvieron muy presentes, acompañándome y estando a mi lado. Prácticamente se encargaban de todo y yo simplemente iba y ponía el cuerpo para hacer el tratamiento y hacer lo que me decían”.
A la hora de hablar de sus afectos, los que también estuvieron muy presentes durante ese tiempo tan delicado fueron sus compañeros de “Los Leones” con quienes hablaba por teléfono o los miraba a través de un vidrio cuando estaba internado.
“Recuerdo levantarme de alguna siesta y al abrir la ventanita ellos siempre estaban acostados en el sillón esperando a que yo me levantara para poder charlar un rato. Esas cosas no se olvidan”, se emociona.
Germán, a quien nunca se le pasó por la cabeza la posibilidad de morir a raíz de la enfermedad, se acuerda del primer partido que jugó para su club, Banade, tras superar la enfermedad. “Jugamos contra San Fernando, tenía muchos amigos de ese club, mi cuñado y mi mujer jugaban allí. Fue un día muy emotivo”, dice. Y agrega: “Realmente no recuerdo ese primer día en la vuelta a ´Los Leones´, es grave que no lo recuerde, pero fue así. Pero si recuerdo que seis meses después del autotrasplante estaba disputando los Juegos Olímpicos en Sydney en el año 2000. Cuando Manolo Ruíz me convocó no lo podía creer, él tuvo un gesto con mucho valor para mí”.
La vida después del cáncer
Antes de comenzar con el tratamiento la doctora había llamado por teléfono a Germán para explicarle que existía la posibilidad de quedar estéril. Y le habló acerca de la oncofertilidad, un tratamiento que permite preservar el esperma de los varones que están por arrancar la quimioterapia.
Si bien tenía 23 años y hasta ese momento no se había puesto a pensar en la posibilidad de ser padre, más allá de que tenía una relación estable, algo dentro de su corazón le hizo aceptar la recomendación de la oncóloga. Y una vez afianzado el matrimonio, cuenta, comenzaron a pensar en la posibilidad de formar una familia.
“Ellos me llenan de satisfacción, orgullo y alegrías”
Varios años después y mediante un tratamiento ICSI (Inyección intracitoplasmática de espermatozoides) nacieron Juan Martín (15) y Matilde (13).
“La verdad es que la mujer es la que más sufre en estos momentos, no por dolor, pero si por el hecho que debe ir inyectándose cosas para favorecer la ovulación y demás cuestiones. La ansiedad es muy grande y los médicos que hacen estos tratamientos no quieren generar expectativas muy altas. Ale estaba súper ansiosa y yo quería bajarle un poco ese sentimiento porque si no se daba podía ser algo malo para ella. Por suerte, de los dos primeros intentos tuvimos a Juanchi y a Mat”.
Para Germán, ser padre es “muy fuerte” y disfruta aún más del amor de sus hijos cuando recuerda que, tal vez, a raíz de la enfermedad no hubiera podido cumplir ese sueño. “Me siento orgulloso de mis hijos. Me encanta compartir momentos con mis hijos y mi esposa. Como padre, trato de inculcarle los mismos valores que mis padres me dieron. Trato de educar a mis hijos por el buen camino. Ellos me llenan de satisfacción, orgullo y alegrías”.
Como jugador de Los Leones Germán disputó los mundiales del 2002 y 2006, los Juegos Olímpicos del 2000 y 2004 y el Panamericano del 2003. Fue algo que en un principio no soñaba y cuando se fue dando fue algo fabuloso. “Ya para el final de mi carrera deportiva tuve la coronación de ser capitán, cosa que me llena de orgullo porque muchas veces tus mismos compañeros son los que te hacen saber lo importante que sos para el equipo”.
Su voluntariado para ayudar a otros pacientes con cáncer
Germán, que también fue DT de “Los Leones”, desde 2005 es voluntario de la Asociación Civil Linfomas Argentina (ACLA) y siempre dice presente a la hora de contar su historia, brindar charlas y dialogar con pacientes a los que hace poco tiempo les diagnosticaron la enfermedad. “Se conjuga como algo bueno haber tenido una enfermedad que fue superada y se pudo hacer deporte de alto rendimiento. La verdad que ACLA hace un excelente trabajo acompañando a pacientes y a familiares que sienten temor e incertidumbre cuando se enteran de esta enfermedad. Es muy importante las campañas de concientización que se hace desde la asociación ya que el linfoma es una enfermedad con altas probabilidades de cura si se diagnostica a tiempo”.
Germán está convencido que proyectar y sentir ganas de seguir cumpliendo sueños fueron los bastiones que le dieron fuerza para superar el cáncer. “Las ganas de seguir con mi vida, siempre pensando en positivo. Dándole para adelante, a mí me gustaba proyectar todo lo que iba a hacer cuando terminara esto, con quien me gustaría ir a comer un asado con quien me gustaría ir a hacer cualquier cosa. Esto me ayudó mucho”.
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