Dejó El Salvador para estudiar en Argentina, pero Rosario y su gente lo enamoraron, a pesar del café o que muchos argentinos no sepan dónde queda su país ni qué idioma se habla
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Camino al aeropuerto la aparente calma se desvaneció. Hasta entonces, Rolando Marín había experimentado ciertos miedos contenidos, pero aun así no llegaba a vislumbrar la magnitud de qué estaba aconteciendo: con tan solo 20 años se iba a vivir a otro país, Argentina, ¡uno del que apenas sí sabía algo!
Fue en el descenso a Buenos Aires cuando sintió su corazón desbordar. Ver desde el aire la inmensidad de la ciudad lo dejó sin aliento, de reojo observó a su hermano y a sus padres, y supo que semejante emoción era compartida. Su hermano se quedaría en Buenos Aires y él seguiría camino a Rosario; sus padres, por otro lado, permanecerían junto a ellos las primeras semanas para ayudarlos a instalarse, luego retornarían a El Salvador, su tierra de origen.
Casi en un abrir y cerrar de ojos, Rolando se halló solo, en la provincia de Santa Fe, en la ciudad de la bandera. Pasados los primeros días en “modo turista”, ese miedo que había coqueteado con él regresó: “Fue al darme cuenta de las responsabilidades que tenía que asumir al vivir solo en otro país”.
“Desde el principio, lo que más me impactó y me sigue impactando de Argentina es que, desde mi punto de vista, tiene todo para estar entre los países de mayor potencia del mundo, pero, por algún motivo que no termino de entender, quedó rezagada en el desarrollo que otras naciones sí tuvieron. También me impactó el tamaño colosal del país y los distintos tipos de paisajes que tiene, algunos de los cuales pude conocer. A modo de comparación, El Salvador tiene en total el tamaño de la provincia de Tucumán”.
De El Salvador a Rosario: una oportunidad tras la crisis argentina del 2001
Si bien en El Salvador tenía a disposición buenas universidades, Rolando decidió que era tiempo de desplegar sus alas. Al igual que tantos otros jóvenes de su país, sintió el deseo de obtener un título que tuviera mayor prestigio internacional y le brindara la posibilidad de conseguir un mejor empleo. Pero, sobre todo, anhelaba estudiar en otro rincón del planeta para experimentar nuevas realidades y abrir su mente. Los primeros países en la mira fueron España y México, aunque pronto tuvo que descartarlos: “No tenía las posibilidades económicas para apostar por esos países”.
En aquello estaba, cuando uno de sus hermanos supo que un amigo se iría a estudiar a la Argentina: “Resulta que en ese momento (año 2006), Argentina aún estaba recuperándose de la crisis del 2001 y estaba muy barato para quien llegara de afuera con dólares (parecido a la situación actual). Esto nos presentó la oportunidad de acceder a universidades privadas prestigiosas a un precio relativamente bajo”.
“A pesar de conocer muy poco sobre Argentina -excepto lo que todos saben: fútbol, Maradona, asado-, vimos la oportunidad con mi hermano y decidimos embarcarnos a esta aventura, total serían sólo unos pocos años, mientras duraran nuestros estudios universitarios… Él se fue a Buenos Aires y yo a Rosario, dado que la universidad que yo elegí estaba en dicha ciudad”.
Por fortuna, Rolando y sus hermanos contaban con padres de mentalidad abierta, que les brindaron apoyo incondicional. Para sus abuelos, sin embargo, no fue tan sencillo despedirse. Su vínculo era muy fuerte, en especial del lado materno. “Mi abuela pudo darse cuenta antes que nadie de que no volveríamos a estar juntos”.
Costumbres argentinas: hablar “alresve”, un requisito para casarse, lo incomprensible del café negro, y ¡gracias a Dios por el bidet!
En los primeros tiempos argentinos, Rolando se alojó en una residencia universitaria, que colaboró en su rápida integración. A su vez, tenía primos en Buenos Aires con los que había tenido poco contacto en el pasado, pero que los recibieron con los brazos abiertos y los ayudaron, a él y a su hermano, a comprender mejor al país.
Antes de lo esperado, nuevas amistades surgieron para facilitar su adaptación en un país que no dejaba de sorprenderlo y que, por aquel entonces, aún no sabía que adoptaría para siempre.
“Podría hacer una lista enorme de las costumbres argentinas que me sorprendieron. Como ejemplo, la manía que tienen de dar vuelta las palabras (`dolobu´, `jermu´, `ñapi´, `bolonqui´, `folenca´…); las botellitas o conos que se ponen sobre los autos en venta; que el café tiene que ser lo más negro y caliente posible sin importar si está bueno o no (como originario de un país cafetero esto me escandaliza); la cultura de la amistad, que incluye compartir el mate, el día del amigo, las juntadas organizadas en dos minutos, el porrón de litro que no existe en otros lados”, describe con una sonrisa.
“El bidet... ¡gracias a Dios por el bidet!”, continúa con una gran sonrisa. “El saludo con un beso entre hombres (¡otro escándalo!); la pasión futbolera, especialmente en Rosario, donde como `requisito de matrimonio´ tuve que hacerme hincha de Rosario Central; y que, si bien son los maestros mundiales del asado, no pueden comer la carne jugosa por nada del mundo, la consideran cruda; y mil cosas más que no me alcanzaría el tiempo para describir”.
El amor por Rosario
A los pocos meses de su llegada a Rosario, Rolando ya contaba con un círculo sólido de amigos, pilares fundamentales que lo llevaron a conocer los diversos rincones y claroscuros de la ciudad, así como el amor, que llegó de la mano de una mujer que terminó de sellar su pasión por la Argentina.
Si bien venían de mundos diferentes e intereses aparentemente distantes (ella estudiaba Veterinaria y Rolando Administración de Empresas), tuvieron química al instante y, desde el primer día en que se conocieron jamás se volvieron a separar.
“Además, ambos veníamos de familias numerosas -ella siete y yo cinco hermanos-, algo que fue otro punto de conexión. Nos casamos en Rosario en 2015 y fue todo un acontecimiento, donde entre ambas familias se formó una verdadera multitud en la fiesta”, cuenta Rolando.
“Sin dudas, mi lugar en Argentina es Rosario, donde tuve la mayor parte de los quince años de esta aventura”, continúa el salvadoreño. “Me encantó que es muy universitaria y está bien pensada para que los estudiantes puedan vivir cómodamente. De hecho, hay varias residencias universitarias y, si bien hay pocos extranjeros, la mayoría de mis compañeros eran del interior del país. Por otro lado, es una ciudad agradable para vivir, es pequeña, pero al mismo tiempo tiene de todo, aunque al alcance, sin tener que vivir la locura que es Buenos Aires”.
“Buenos Aires tiene un lugar especial, ya que nos mudamos por motivos laborales en 2015, recién casados, y allí vivimos cinco años. Ahí nacieron nuestros dos hijos. Es una ciudad que me encanta y verdaderamente te hace sentir en otro planeta, comparado al resto del país; sin embargo, mi lugar en Argentina es Rosario”.
Calidad de vida y humana en Argentina: la fama de soberbios, la inflación, calor y, ¿qué idioma se habla en El Salvador?
Los años transcurrieron y el plan de regresar a su país natal, El Salvador, se desvaneció. Rolando comprendió que se había enamorado de la Argentina y su gente.
Por trabajo, había residido en Buenos Aires, pero ni bien le fue posible retornó a la ciudad que lo había conquistado, donde continuó con su carrera profesional rodeado de grandes amigos, su mujer, y sus dos hijos nacidos en territorio argentino.
“Actualmente trabajo en la administración de una empresa de transporte de Buenos Aires. La pandemia permitió que volviéramos a Rosario este año, ya que puedo hacer una parte de mi trabajo de manera remota y realizar algunos viajes a CABA”.
“Considero que la calidad de vida en el país es alta, si se la compara con Latinoamérica, por ejemplo. Sólo hay dos cosas a las que nunca pude acostumbrarme y que hasta el día de hoy sigo sufriendo: la inflación, algo casi inédito en el mundo, y el calor del verano, es incomprensiblemente que muchos `team verano´ lo amen. La gente cree que por ser del trópico debería estar acostumbrado, pero créanme que el calor que sufrí acá nunca lo había experimentado”.
“Y quiero destacar que, si bien los argentinos en el exterior tienen fama de soberbios, puedo confirmar que es algo absolutamente falso. Desde el día que llegué, todo el mundo me recibió con los brazos abiertos y de manera cálida”, asegura.
“Lo único que siempre me pareció `ofensivo´ es que la mayoría no sabe dónde queda El Salvador y que, algunas veces, luego de una larga conversación, incluso algunos me preguntan qué idioma se habla en mi país. Mi origen siempre les pareció exótico, por más que seamos igualmente latinoamericanos y hablemos el mismo idioma. Fuera de eso, tuve la suerte de hacer muchos amigos y me integré a un grupo bautizado `los Negronis´, quienes siempre me hicieron sentir como un argentino más”, agrega emocionado.
Argentina, el país resiliente: “De una forma u otra siempre salen adelante, sin importar las contrariedades”
Dieciocho años pasaron desde que Rolando dejó El Salvador. El país austral penetró en su sangre y lo conquistó irremediablemente. El salvadoreño recuerda con orgullo aquellos días lejanos a los 20, cuando el avión tocó tierra para darle comienzo a una nueva vida que le obsequió un pasar que hoy siente pleno en todos los sentidos, en especial en el amor y la amistad.
“Si hay algo que aprendí en Argentina es el valor de la amistad”, recalca. “Este país también me enseñó acerca de la resiliencia, realmente ha sido aleccionador. De una forma u otra los argentinos siempre salen adelante, sin importar las contrariedades. Tengo amigos que siguen emprendiendo a pesar de la crisis actual. Creo que estas cualidades son valiosísimas y que serán la base para el desarrollo el día que el país se estabilice. No por nada son muy cotizados laboralmente los argentinos en el exterior”.
“A pesar de que mi hermano retornó a El Salvador, nuestra experiencia fue tan positiva que contribuyó a que viniera a vivir otro de nuestros hermanos, quien actualmente también está en Rosario y, tal como me sucedió a mí, formó su familia acá. Argentina, sin dudas, llega al corazón”.
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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