Primero se enamoró de Argentina a través de su cine, y luego conoció y vivió en Buenos Aires; años más tarde, tras recorrer 60 países y vivir en 8, volvió a elegir al país e involucrarse en su crecimiento a través de tertulias.
- 8 minutos de lectura'
El camino de Murilo Tartaglia hacia la Argentina comenzó mucho antes de su desembarco definitivo. Lo primero que ingresó a su vida con fuerza fue el lenguaje cinematográfico del país austral. Jamás olvidará cuando vio por primera vez La Ciénaga, de Lucrecia Martel. Quedó impactado por la sensibilidad con que la directora había logrado contar la historia a través de la cámara. Aquel largometraje lo introdujo en los hábitos y costumbres de un país que le despertaba una extrema curiosidad. Después les siguieron Plata quemada, Nueve reinas, y tantas más, que lo marcaron a fuego y que lo llevaron, finalmente, a estudiar su primera carrera: Cine.
Cuando cumplió los 18 decidió que era tiempo de dejar Brasil y volar. Aparte de la Argentina, Murilo estaba deseoso de conocer también el viejo mundo, que sin dudas sería otra gran fuente de inspiración para sus sueños. Se decidió por Londres y sus calles cargadas de historia y movimiento global, un escenario perfecto para mejorar su inglés, hallar algún empleo y comenzar a sumergirse en el universo audiovisual.
“Pero pronto descubrí que no iba a ser tan sencillo como creía”, cuenta Murilo. “La cuestión de los papeles para comenzar una carrera me llevaría años. No solo era cuestión de la documentación, sino también idiomática. Podía quedarme y demorar todo, o irme a la Argentina, donde las políticas me facilitaban el camino, el sistema era similar al de Brasil, y, por sobre todo, allí estaba el cine que tanto me gustaba”.
Alegría e incredulidad ante la noticia: “Los que no conocen Argentina creen que es un país que vive en un caos económico y social”
Ante la noticia, su familia reaccionó con alegría e incredulidad. Ahora, Murilo estaría más cerca de ellos y no a miles de kilómetros de distancia. Pero, por otro lado, no entendían bien qué iba a hacer en Argentina: “Un país que para muchos brasileños tiene una imagen muy negativa, en especial después de la crisis del 2001″, explica. “Los que no conocen Argentina creen que es un país que vive en un caos económico y social, algo que considero una gran falacia. En Buenos Aires, con todos sus problemas (que son reales), se vive mucho mejor que en cualquier otra capital de Latinoamérica. La calidad de vida es muy alta comparativamente”.
En sus primeros años en Buenos Aires, Murilo se abocó a estudiar cine. Por aquellos tiempos vivió en diversos barrios de la Capital Federal sin poder evitar hacer ciertas comparaciones con su lugar de origen. En las calles porteñas, él comenzó a sentirse libre, sin miedo, a pesar de no descuidar su andar.
“Nosotros, en Brasil, sufrimos mucho el tema de la violencia. La tasas de inseguridad de las grandes ciudades allí son altísimas, uno está constantemente con miedo y uno no puede estar libre. Obviamente que, en Buenos Aires, uno tiene que estar siempre atento, pero la realidad es que es bastante segura”, continúa. “Mis familiares, cuando comenzaron a visitarme, lo descubrieron, conocieron la ciudad y quedaron fascinados, no podían creer lo lindo que es vivir acá y la cultura que se respira”.
Estudiar, ver el mundo y volver a elegir Argentina: “Esto marca que hay algo especial en esta sociedad”
Poco a poco, Buenos Aires comenzó a formar parte de la identidad de Murilo. Todo sucedió en un camino progresivo, de construcción, de creciente afinidad, de cariño hacia el país y de encuentro con nuevas amistades, que lo alejaron de la sensación de sentirse extranjero para pasar a ser parte de la ciudad: “Me siento más porteño que paulista, pero más brasileño que argentino. Hay cosas de mi personalidad que las siento más parecidas a Buenos Aires, pero también hay otras cosas donde me doy cuenta de que tengo a Brasil en la sangre. Siento que Argentina y Brasil son dos países que se complementan maravillosamente y por eso nos llevamos tan bien”, dice.
Entre trabajos y estudio, Murilo, explorador por naturaleza, decidió extender sus alas una vez más y volar para expandir sus conocimientos. Ya había vivido en Londres, su ciclo en Argentina parecía concluído, y decidió tomar nuevas oportunidades que surgieron en el camino. Vivió en Canadá, Nueva York, Madrid e incluso Uruguay, pero, finalmente, eligió volver a la Argentina: “Esto marca que hay algo especial en esta sociedad”.
Nuevamente instalado, comenzó a estudiar Ciencias Políticas. El nuevo regreso no solo trajo reencuentros, sino la exquisita sensación de conocer a Buenos Aires como a la palma de su mano. En todos sus años en Argentina, había vivido en San Telmo, Belgrano, Almagro, Retiro, en el microcentro y Recoleta. Finalmente se instaló en Villa Chacalermo, como suele denominar a su barrio, una mezcla entre Chacarita y Palermo, y sin dudas, su zona favorita de la ciudad.
“Es increíble la atmósfera de este barrio, su vida, su onda, la cantidad de restaurantes, bares y cafés que van surgiendo con toda la creatividad y el buen gusto de su gente”, describe. “No tengo nada malo para decir de él, solo diría que debería haber una política pública y educativa de recolección de excremento de perros. Es impresionante la cantidad que hay por todos lados y la gente pasea a sus perros y no los recoge”.
De tertulias y comida: “Mi pensamiento fue abrir un espacio lejos de las agresiones”
En su camino profesional, Murilo también estudió para ser chef, una actividad en la que halló grandes oportunidades en Buenos Aires. Como politólogo, finalmente decidió unir sus tres pasiones: la gastronomía, el arte de contar historias y la política, en un espacio que junto a su socia, la escritora Valentina Caputo, llamó Casa Moema.
En una atmósfera amena y amable, Murilo ofrece platos de autor, ante todo brasileños, y convoca una mesa con figuras públicas para debatir acerca del país, en tertulias donde prevalecen los intercambios de ideas y pensamientos políticos.
“Se sientan a convergir ideas y a divergir pensamientos de una manera pacífica, para sumar. En los últimos años se generó ese lugar de uno contra otro, uno anti otro, y eso debería dejar de pasar. Mi pensamiento fue abrir un espacio lejos de las agresiones, donde la gente pueda discutir desde un lugar pacífico acerca de política, desde un lado agregador, generoso”, explica Murilo, quien ya convocó, entre otros, a Carlos Maslatón, María Migliore, Lucas Llach, Joaquín Sánchez Mariño, Francisco Taiana, Martín Tetaz, Santiago Artemis, Celeste Giardinelli, todas personalidades que en los debates también interactúan con todo aquel que quiera visitar Casa Moema.
Un país que se mete en la piel: “Argentina me enseñó que la melancolía te equilibra el alma”
A lo largo de su existencia, Murilo exploró y vivió en diversos lugares del mundo, pero hoy elige Argentina, tal como la eligió años atrás, en su adolescencia, de la mano de las historias que le llegaban al alma a través de una pantalla. Tras diez años intermitentes en el país, el brasileño hoy habla como un argentino, abraza su cultura porteña, se enorgullece de ella y se ilusiona con la idea de una patria grande, tal como cualquier otro ciudadano que anhela vivir allí donde habitan sus raíces, pero transformado en un lugar mejor.
“Por supuesto, mi opinión sobre Buenos Aires es muy subjetiva. Para mí es una ciudad muy tranquila y organizada, pero si le preguntás a alguien del interior, es un caos. Ahora, si le preguntás a alguien que viene de una ciudad más grande, como Río o Sao Paulo, es muy serena. Allá vivís constantemente en estado alerta y ves una extrema pobreza de manera constante. No se compara con Buenos Aires. Argentina se siente como un país con una desigualdad más chica que Brasil”.
“Me impacta del argentino la versatilidad que manejan, también creada, tal vez, por la incertidumbre en la que se vive. Eso genera, por ejemplo, mucha creatividad, aunque tiene dos caras, por supuesto: hay que estar siempre activo y nunca te podés relajar”, reflexiona. “Por otro lado, desde el comienzo, quedé impactado por la recepción del argentino y la pasión que sienten por Brasil, en especial por Río de Janeiro; saben más de Río y de su música y cultura que muchos amigos brasileños que tengo. Eso te hace conectar de forma única”.
“Como dije anteriormente, ambos países se complementan de manera maravillosa. Argentina me enseñó que la melancolía te equilibra el alma, que está bueno a veces tener esos estados. Y después de sacarla, sí, podemos disfrutar de la samba brasilera, pero es sano expresar ese costado introspectivo: agranda el techo, agranda el corazón”.
*
Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
Temas
Más notas de Argentina inesperada
Más leídas de Lifestyle
Alimentación. Las 11 reglas para vivir más años, según la familia más longeva del mundo
"Esto no es una pipa". Hoy se cumplen 126 años del nacimiento del pintor belga René Magritte
Según el Feng Shui. Cuál es el lugar ideal de la casa para poner el árbol de jade, la planta que atrae la prosperidad económica
¿Es así? Qué personalidad tienen las personas que se bañan por la mañana