A pedir del caballero
En la calle Savile Row de Londres está el paraíso de la elegancia masculina: sastrerías que hacen de este oficio un arte exquisito y personalizado
LONDRES—. "La moda es siempre lo inactual" dijo una vez el sociólogo Jean Baudrillard. Con esta corta máxima se refería al proceso que hace de la moda un fenómeno amado por muchos y detestado por pocos: algo se usa sólo porque dejará de usarse en breve. No es el único que piensa así. Al parecer, Heidi Klum, modelo y presentadora de Project Runway, concuerda con él: "Un día estás adentro, al siguiente, afuera". Así se despedía de los concursantes de aquel reality show.
Pues Savile Row es la excepción que confirma la regla: una calle tranquila en el corazón del barrio londinense de Mayfair, que alberga al puñado de tiendas más tradicionales, clásicas e inglesas del país: dos cuadras de sastrerías de ley. Aguja e hilo en mano, regla, tiza y plancha sin vapor hacen de este lugar la meca de la sastrería.
La historia comenzó en 1806 cuando James Poole y su mujer Marie establecieron el primer taller en esta calle, mismo lugar donde, años más tarde, su hijo Henry crearía el primer y opulento local de Savile Row. Los Poole se aventuraron y el resto los siguió. Además de esta casa con más de 200 años de tradición, hoy es posible encontrar a Anderson & Sheppard, Gieves & Hawkes (encargados de confeccionar los uniformes de la Guardia Real británica) y Huntsman.
Imperio y emporio de la sastrería inglesa, Savile Row da cuenta de un oficio con arte cuya estética es atemporal. Aquí la innovación es bienvenida, pero el pedestal le corresponde a los clásicos de herencia artesanal. Con todo (y como si el mismísimo Moisés hubiese sido el encargado de separar sus aguas), la calle ofrece dos veredas opuestas en todo sentido: por un lado, casas con siglos de tradición dedicadas a confeccionar trajes a medida y bespoke; por el otro, tiendas como Lanvin, que llevan la sastrería a otro nivel y le hacen lugar a la innovación.
Artesanos del buen vestir
Un paseo por Savile Row es toda una experiencia. Madera y alfombras se alternan con señores serios envueltos en las más exquisitas lanas inglesas.
Aquí todo se trata de manos que traducirán el deseo del cliente al papel, lo pasarán a la tela y la unirán puntada tras puntada hasta lograr la prenda perfecta: la que quiere el cliente.
Todo comienza con una charla en los sillones de Henry Poole, la primera sastrería de la calle. Una conversación amena en una habitación amplia con ventanas a la calle, rodeada por espejos, madera y condecoraciones, da inicio al proceso. Mientras el cliente comenta qué es lo que busca, los 6000 textiles que ofrece la casa comienzan a desfilar ante sus ojos, las decisiones se suceden y el saco empieza a tomar forma. Después de la toma de medidas, los cutters comienzan su trabajo: reglas y tiza los ayudan a dibujar el patrón que, en doce semanas, será una prenda impecablemente duradera.
Tras una vitrina con espadas y trajes militares, aparece una simple escalera cubierta en goma negra. Diez escalones después se abre un mundo nuevo. Mesas, risas, luz, percheros y torsos de maniquís vestidos con sacos a medio coser: bienvenidos al taller. En este alegre sótano no se discrimina por edad ni procedencia, tener 18 o 60, ser italiano o inglés no hace la diferencia. Lo que realmente importa es la capacidad, la paciencia y, por sobre todo, la atención al detalle.
Paul es uno de los sastres con más trayectoria, se hizo amigo de las agujas hace más de cincuenta años. Une a mano mangas, hace bolsillos y, muy prolijamente, realiza el picado de cuellos y solapas. Junto con él trabajan Charlie, Sarah y James, sus aprendices.
No es fácil entrar en estos talleres. Por año se acercan decenas de jóvenes, pero sólo algunos tienen la oportunidad de pasar sus días rodeados por estos sabios artesanos. James es uno de ellos. "Me sentí como en Charlie y la fábrica de chocolate, tuve mucha suerte –dice este joven aprendiz de 20 años–. Conseguí el trabajo una vez que vine a visitar a mi hermano, que vivía acá. Soy del interior, venía caminando por la calle y tuve una epifanía –continúa–. Había estudiado Bellas Artes y Textiles en la secundaria, siempre me fijaba en la ropa que veía en los cuadros, me sorprendían los colores, las texturas, las formas, el vuelo. Pasé por la puerta y vi que todo eso pasaba acá." Así fue que, a los 18 años, empezó a trabajar con Paul haciendo los court dress, uniformes de protocolo para la nobleza británica.
Con 20 años, James es un joven prodigio: entiende la importancia de la formación y la perseverancia. "Hay que ser autodidacta –comenta–. Acá todos te ayudan, pero vos tenés que leer, mirar, coser y jugar para poder entender el porqué, cuáles son las diferencias." Ante la pregunta de cuáles son sus objetivos en Henry Poole, no responde inmediatamente. Piensa un rato y luego dice que se quiere especializar en un área. Sastrería militar es una alternativa. Aunque la opción de algo más extravagante, como desafiar la tela y los cortes, le hace brillar los ojos.
–Creo que estoy en presencia del próximo Alexander McQueen.
James sonríe y vuelve tranquilo a su mesa de trabajo, con un té en la mano.
Qué significa
Bespoke
: confeccionado a pedido del cliente que también elige las telas, el corte y el calce.
Picado
: puntadas realizadas manualmente en la solapa. Otorgan rigidez y denotan que el traje es artesanal.
Cutter
: persona que realiza el molde y corta la tela.
Traje de tres piezas
: Pantalón, chaleco y saco.
Alta sastrería en la Argentina
La sastrería a medida es para entendidos, para hombres elegantes que, en lugar de sentirse presos de la corbata, disfrutan de hacer el nudo y de abrochar los botones de un buen traje. Para aquellos que sienten cómo se les dibuja la sonrisa con tan solo leer unos párrafos sobre Savile Row, será una inmensa alegría saber que en la Argentina hay boutiques de alta sastrería.
Ermenegildo Zegna es conocido por la gran calidad de su confección y de su diseño. Además, algo que pocos saben, sus telas son de mucha calidad, de hecho la misma firma las confecciona.
También hay confección nacional, y tanto la atención como el proceso son idénticos a los de Inglaterra. Respecto de las telas, muchas de ellas son traídas directamente desde Gran Bretaña, Italia y Escocia. Un ejemplo es la sastrería y camisería George, representante número uno del bespoke nacional. Como dice la costumbre: tres pruebas, elección de absolutamente todos los materiales, picado de solapa, costura a mano y doce semanas después de la toma de medidas, la artesanía más preciada del caballero argentino espera a su dueño dentro de una impoluta funda de lino. No hay más que dirigirse a la avenida Alvear 1872 y pedir cita.