Alcanzó el grado de oficial con el Cuerpo Real de Artillería del Ejército británico; había nacido en la ciudad de Buenos Aires, pero vivió gran parte de su vida en Florentino Ameghino
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El martes 27 último, a los 98 años, murió Peter Harrison. Fue un héroe de guerra, uno de los 4500 argentinos que se presentaron como voluntarios para combatir con los aliados en la Segunda Guerra Mundial.
Nació el 13 de enero de 1926 en la ciudad de Buenos Aires. Siguió el camino de su padre, Herman Harrison, primera generación de la familia que nació en la Argentina, quien se presentó como voluntario para luchar en la Primera Guerra Mundial: participó en la batalla del Somme, que duró cinco meses y dejó más de un millón de bajas. Las cartas que escribió desde el frente -un tesoro familiar- están cargadas con dolorosos detalles y resumen su experiencia en combate. Allí Herman volcó el dolor por los amigos perdidos y describió la horrible sensación de matar. Sin duda, esos textos impactaron en su hijo.
“Inglaterra le declaró la guerra a Alemania”
En 1939, Peter era alumno pupilo en el colegio San Jorge. Cuando estalló el conflicto, el director entró en su clase y se los anunció: “Inglaterra le declaró la guerra a Alemania”, dejó caer. Apenas lo escuchó, supo que no bien terminara sus estudios, iba a tener que enrolarse y participar. “Me pasó un escalofrío por el cuerpo. Mi padre había sido oficial de carrera, así que había cierta tradición... Por eso supe al instante que cuando cumpliera 18 años, me iba a tener que ir. Lo supe y no pensé más en eso hasta que llegó el momento”, decía Peter, en 2018, a LA NACION.
Finalmente, en 1944, se alistó en el ejército británico. Habían pasado cinco años desde el inicio de la guerra y nada había cambiado en su voluntad. Más tarde reveló entre sus familiares que, en algún momento de su vida, le hubiese gustado ser arquitecto... Pero en aquél momento definitivo, lo único que importaba era entregar todo para vivir en un mundo en el que no existieran ni Adolf Hitler ni el nazismo.
“Si aparecía un avión alemán, lo iba a derribar, no tenía dudas”
En Inglaterra recibió instrucción como soldado de artillería. Y luego comenzó su entrenamiento para ser oficial. Su idea, desde el inicio, era combatir contra las fuerzas alemanas, pero sus superiores tenían otros planes para él. “Ya se preveía que los Aliados iban a avanzar en Europa, pero también se necesitaban tropas para combatir a Japón, que no se rendía. Entonces, pidieron voluntarios para ir a la India y me alisté. No dudé. No me daba miedo. Sabía lo que podía ocurrir, pero… lo que será, será, ¿no? Si uno se asustaba, la vida se volvía imposible. Así que partimos en barco. Me gustaba sentarme en la proa y mirar las olas, a veces aparecían delfines que nadaban a nuestro lado. Como yo era artillero, estaba encargado por las noches de hacer guardia, por si nos cruzaba algún caza o un bombardero. Estaba seguro de que si aparecía un avión alemán, lo iba a derribar, no tenía dudas”, contaba.
Su opinión sobre Hitler era rotunda: “Era un asco. Había que liquidarlo. Era todo lo que uno no quería que fuera un dirigente: violento, asesino, un loco… ¿Se imagina vivir bajo el régimen de control nazi? Sin justicia, sin derechos, sin libertad… Una vez, mucho tiempo después, viajaba en un colectivo acá en la Argentina y tenía a un muchacho rubio al lado. Resultó que era alemán y que había sido parte de la SS, una de las facciones más violentas. No sé qué le dije y me respondió: ‘Es que yo no entré por voluntad propia. Vinieron a la escuela secundaria cuando tenía 17 años pidiendo voluntarios para la SS y dijeron que los que no querían entrar iban a ser enviados al frente ruso sin entrenamiento’. Y me dijo que antes de pelear con los rusos prefirió entrar en la SS, qué sé yo… En todo caso, yo estoy muy contento de haberme ofrecido para enfrentar esa atrocidad”, recordó.
Pasó gran parte de su servicio en la India y en Birmania, que entonces pertenecía al Reino Unido, donde se libraron algunas de las batallas más sangrientas. Harrison participó en las ofensivas aliadas de 1944 que terminaron con el dominio de las fuerzas imperiales japonesas en el sur de Birmania. El país quedó devastado.
Aquel territorio era (y es aún hoy) sinónimo de lluvias torrenciales, malaria, calor y frondosas selvas, que el enemigo usaba para ocultarse. Sólo salía para realizar ataques sorpresas. A Birmania se la conoció como el “frente olvidado” y sus combatientes afrontaron penurias extremas en su vida cotidiana. Peter Harrison tuvo hepatitis durante su estadía en esas tierras. Y regresó a la Argentina semisordo por la exposición al ruido de los cañones. Más de 125 argentinos pelearon allí, desde el aire y por tierra.
Harrison entrenó a soldados nativos para combatir contra los japoneses que avanzaban desde el Este. Tuvo que soportar la pérdida de compañeros argentinos, entre ellos el sargento Upton, que desapareció en un enfrentamiento durante la batalla de Kohima. Peter compartió su estadía con otros compatriotas como Clifford Crisp, artillero de campaña apostado en los valles que se dedicaba a bombardear posiciones japonesas, y Roderick Croom, quien hablaba muy bien el lunfardo, que sirvió para evitar que los japoneses, hábiles en varios idiomas, interceptaran sus comunicaciones.
“Siempre fue muy vital”
Peter sobrevivió y regresó a la Argentina luego de la rendición japonesa. Se radicó en Florentino Ameghino, la tierra de nacimiento de su padre, en donde su familia tenía campo desde hacía dos generaciones. Allí se convirtió en un histórico productor agropecuario de la zona. Siguió trabajando en su estancia, La Isleta, hasta sus últimos días. ”Hasta los 97 se involucró en las tareas del campo a full”, cuenta a LA NACION Alec Lucena, su nieto.
-¿Cómo recuerda a su abuelo?
-Siempre fue muy vital. Estuve con él por última vez en noviembre. Ya sabíamos que estaba mal, tenía un cáncer que le habían diagnosticado recientemente, y fui para despedirme. Aún así, él me llevaba en su camioneta a recorrer el campo, para ver cómo iba todo. Manejaba él. Y hasta hace un par de años, iba al pueblo a hacer las compras. Si en el camino se le enganchaba un alambre debajo de la camioneta, se tiraba abajo y lo sacaba. Como le digo, siempre fue muy vital.
-¿Cómo era su relación?
-Convivimos mucho tiempo juntos. Era un tipo muy abierto, le encantaba contar historias: sobre él, sobre su familia, sobre el campo... Era muy divertido escucharlo. Fue un gran jugador de pool: cada vez que lo visitaba, armábamos un torneíto... La última vez que jugamos, ganó.
-¿Les hablaba de la guerra?
-Era muy abierto. Contaba su experiencia. Hablaba mucho de los bombardeos en Londres, durante su instrucción. Decía que cuando se escuchaba el silbido, no había que precuparse, que el problema comenzaba cuando se dejaba de escuchar, porque eso quería decir que la bomba estaba por estallar. Y después nos contó muchas historias de la India. Dijo que una vez se le quedó la moto mientras andaba por la jungla y que escuchaba a las hienas que lo rodeaban... También nos contó acerca de un torneo de fútbol que organizaron entre distintos ejércitos aliados. A él le tocó ser el DT del equipo de la India. Y repetía con mucho orgullo que ellos, que jamás en su vida habían jugado al fútbol, le ganaron al equipo inglés.
La autonomía de Ameghino: el rol de Peter
En Ameghino, Harrison se hizo conocido por su historia de vida. Pero muchos años después su figura cobró más importancia todavía: fue uno de los que impulsó el reclamo de la autonomía del partido de Ameghino. Cuando lo consiguió, formó parte del primer Concejo Deliberante. “Empujó mucho para Ameghino se independizara de lo que era el partido de General Pinto. Esa era la cabecera del partido, pero la verdad que Ameghino tenia una economía mucho más pujante y sus habitantes no querían pertenecer a Pinto”, agrega Alec.
El jueves 21 de marzo de 1991, la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires dispuso la creación del 127º partido bonaerense, a expensas del territorio del Partido de General Pinto. Se denominó “Partido de Florentino Ameghino”.
Su propia bebida: “Harrison’s”
En su paso por la India, Peter Harrison descubrió el gin. Y fue amor “a primer trago”. Cuando regresó a la Argentina, trajo consigo una receta que muchos años después inspiraría un emprendimiento familiar.
En diciembre de 2019, tres nietos Peter Harrison, los hermanos Francisco, Magdalena y Enrique Areco, rescataron la vieja receta india y comenzaron a fabricar su propio gin, al que bautizaron “Harrison’s”. Hoy en día lo fabrican en la estación El Moro, ubicada en el partido de Lobería.
“El nombre es en honor a mi abuelo que fue quien nos transmitió el fanatismo por el gin y con sus 96 años sigue trabajando. Todos los días se levanta a las seis de la mañana, va al pueblo a comprar el diario y vuelve a continuar con sus actividades”, contó Enrique a LA NACION, cuando presentó “Harrison’s” en sociedad.
Su familia, que lo despidió el miércoles 28 en el cementerio de Ameghino, acompañada por amigos y vecinos, envió a LA NACIÓN el siguiente texto:
“A los 98 años de edad falleció Peter Harrison, un histórico productor agropecuario de la zona de Florentino Ameghino, Buenos Aires. Reconocido aficionado del Pool y el Bridge ,es uno de los últimos ex combatientes voluntarios argentinos que fueron a la segunda guerra mundial que nos quedaba. Siguiendo los pasos de su padre, que en la primera guerra mundial había combatido en Europa, a los 18 años de edad, Peter, apenas finalizado el colegio, se alistó en el ejército británico para combatir contra la amenaza Nazi y sus aliados.
De regreso en Argentina (y tras unos años de trabajo en Buenos Aires), siguió trabajando en su estancia La Isleta hasta sus últimos días. Es desde allí que fue uno de los principales responsables e impulsores en reclamar y conseguir la autonomía municipal del partido de Ameghino, y conformó parte del primer Concejo Deliberante.
Aficionado a la historia de nuestra Patria, luchó siempre por sus ideales de un mundo mejor. Hombre sumamente honesto y cordial. Devoto a su familia y a su terruño.
Nos abandona un gran argentino de bien, y deja su impronta en su queridísima mujer, Joyce, y en su descendencia de 6 hijos, 23 nietos y 21 bisnietos”.
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