Dejó el colegio a los 13 años y empezó a trabajar; gracias a su hermano, descubrió su vocación y pudo darle un giro a su vida
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No iba a aceptar que su hijo estuviera inactivo. Por eso, después de muchas discusiones, intercambios de opiniones y disgustos, cuando finalmente él le comunicó que iba a dejar el colegio, ella fue clara en un solo pedido. Tenía solo 13 años en ese momento y debía aceptar las reglas de la casa.
— Levantate a pensar, no te quiero durmiendo hasta tarde, le dijo sin titubear.
“Eso me cambió la vida. Mi hermano estaba terminando el secundario y le dieron unas rifas para vender para el viaje de egresados. Como no conseguía vender ninguna, me las dio a mí y al cabo de pocos días ya me habían comprado todos los números. Ahí descubrí que la venta era lo mío”, recuerda Pablo Lezica (51).
Aprender desde cero
Criado en la localidad de Tres Arroyos, al sur de la provincia de Buenos Aires, convencido de que su expertise iba por el lado de las ventas, cuando cumplió 17 años dio con una oficina de organizadores de rifas y comenzó lo que fue su actividad principal por mucho tiempo. Gracias a ese trabajo conoció muchísimos lugares de la Argentina. “Luego vendí otras cosas, como autos, y trabajé poco tiempo con mi hermano en una venta de repuestos de vehículos (cosa que no me gustaba) hasta que un día comencé a vender máquinas e insumos de tornería. Ese fue mi trabajo por más de 25 años”.
Y se enamoró de a poco de la nueva actividad. De hecho, al comenzar. no sabía siquiera lo que significaba un torno. Pero los insumos que vendía tenían alto valor y eso lo entusiasmó. A fines del año 2000 hizo un viaje a China para proveerse de sus propios productos. Esa inversión le permitió dar un salto en su economía. “La venta insumos de matricería es muy enriquecedora ya que descubrís cómo se fabrica cada objeto, desde un bisturí a una lente de anteojos, absolutamente todo lo que veas a tu alrededor que no sea de la naturaleza está hecha bajo una matriz y para eso se usan las herramientas de tornería y matricería, es muy interesante”.
“Sentí ganas de vivir algo diferente”
Sin embargo, el cambio económico no fue suficiente para que se sintiera cómodo y conforme. Tantos viajes, estar lejos de la familia y no poder tomarse un descanso, le hicieron replantearse su forma de vida. “Después de tanto tiempo, me saturó la actividad y viajar tanto. De Argentina solo me faltó conocer Formosa, Chaco y Ushuaia. Pero me di cuenta de que era un ciclo que tenía que dejar atrás, sentí ganas de vivir cosas diferentes”.
Por una pareja amiga de Mar del Plata, conoció a su actual pareja, Luciana. “Al poco tiempo de empezar nuestro noviazgo vino nuestro hijo Agustín. Ella ya tenía a Jazmín, de dos años, de su primer matrimonio. Nos adaptamos muy bien. A los cinco meses de Agustín viajamos a Europa de paseo. Luciana tiene familia en Italia y visitamos a su hermana que vive en el norte del país”.
Un viñedo y una nueva oportunidad
Fue en ese viaje que conocieron la ciudad Conegliano, justo en el centro de una zona de colinas donde abundan los viñedos y un paisaje que impactó a Pablo por su prolijidad. Allí el clima les resultó amigable, con estaciones bien marcadas y solo dos meses de frío intenso. A una hora de viaje en auto, se ubica la Cortina de Ampezzo como referencia de montaña. Además, están a 40 minutos de Venecia.
Entusiasmado por el hallazgo, en enero de 2019 Pablo viajó nuevamente a Conegliano para concretar la compra del departamento donde hoy viven. Para eso, vendió dos departamentos en Mar del Plata, donde había pasado los últimos veinte años de su vida.
Con sus hijos y su parejo, se instaló en la nueva ubicación. Pusieron al día la documentación de adultos y niños, organizaron el colegio y la guardería y sin buscarlo ni pensarlo, Pablo pudo dar una vuelta de página a su historia laboral, aunque con algunas similitudes con su experiencia pasada.
“Una mañana, por curiosidad, compré en un viñedo unas cajas de vino para revender. Le pedí al bodeguero que me hiciera un buen precio de reventa. Esa misma tarde vendí las cajas. Y así nació la actividad. Hace dos años me dedico a eso, le compro a diferentes bodegas lo que me van pidiendo los clientes que me fui armando en este tiempo. Lo que más vendo es el vino Prosecco, característico de esta zona del Venetto”.
Aunque confiesa que extraña a la familia y los afectos, asegura que eso se compensa con la calidad de vida que ganaron. “Los paisajes son muy lindos, tenemos todo muy cerca, los fines de semana hacemos muchas actividades al aire libre, desde la nieve hasta el mar. También organizamos paseos en moto. Estar solos nos une mucho como familia. Antes a mí me costaba más estar tanto con la familia, tenía mucha vida social y, sin querer, entre el trabajo y las ocupaciones diarias, me alejaba bastante. Siempre tuve como sueño vivir aunque sea por un año en Europa para hacer la experiencia. Y cuando conocí este lugar me enamoré y no dudé en dejar atrás mi bienestar económico para intentar vivir más feliz. Y creo que lo logré”.
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