En su perfil de citas puso un radio de 20 kilómetros, algo salió mal, pero ella decidió tomar coraje y darle comienzo a su mayor aventura.
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Fue hace casi dos años que, ante la insistencia de una amiga, Andrea Menarvino accedió, algo reticente, a bajar en su celular una aplicación de citas. Ella no creía demasiado en aquello de buscar amor a través de una red social, pero, ¿qué podía perder? Desde la llegada de la pandemia, el cierre de los negocios y la imposibilidad de ir a trabajar, las horas del día parecían haberse alargado y la soledad pesaba un poquito más.
“Tenés que contar un poco de vos y elegir el radio de búsqueda, si hacés match con alguien, está bueno que no estén alejados y compartan intereses”, le aconsejaron. La mujer de 52 años siguió la sugerencia al pie de la letra; entre otros detalles, contó que era traductora de inglés, que tenía tres hijos adultos a los que adoraba y eligió un rango reducido de distancia.
Tras completar su perfil, siguió con sus actividades hogareñas sin demasiadas expectativas, consideraba que, a su edad, volver a empezar en el amor no era demasiado factible.
Pero pronto un particular sonido proveniente de su celular probó cuán equivocada estaba, no solo había coincidido con un hombre, sino que, sin saberlo, estaba a punto de darle comienzo a la gran aventura de su vida: “Miré mi teléfono, vi el match, pero enseguida algo llamó mi atención, yo había puesto un radio de 20 kilómetros y él, para mi sorpresa, vivía a 12 mil kilómetros de distancia”.
Un error de distancia y una Inglaterra inesperada: “Fueron mis hijos los que me insistieron en que me vaya a Londres”
Con Giuseppe, un italiano que hacía años vivía en Londres, comenzó a escribirle cada día y a toda hora. Inglaterra también atravesaba una cuarentena estricta y ambos aprovecharon el encierro para conversar y conocerse, primero por mensajes y, finalmente, a través de videollamadas.
En el entorno de Andrea nadie podía creerlo, una semana le había durado la aplicación de citas hasta que decidió desinstalarla, no tenía interés en conocer a nadie más. Aquel extraño error de distancia, lejos de impedirlos, los había intrigado y atraído, a tal punto que, después de algunos meses, se sintieron enamorados.
“Fueron mis hijos, que ya tienen 28, 25 y 23, los que me insistieron en que me vaya a Londres”, revela Andrea. “Soy muy unida a ellos, pero me alentaron a vivir esta aventura; mi hijo mayor me regaló el pasaje y mis hijas menores fueron de gran apoyo emocional, todos coincidían en que la historia era increíble, más teniendo en cuenta la edad”.
Impulsada por sus hijos, una Andrea impactada por los últimos acontecimientos embarcó en un vuelo, que, como puente transformador, la llevó hacia su destino inesperado.
Otra sincronía y un cambio de planes: de visitar a vivir en Londres, “un shock maravilloso”
El abrazo en el aeropuerto trajo consigo una sensación que Andrea recordará por siempre: “es él”, se dijo, mientras los temores se desvanecían en el olvido para dejar entrar definitivamente a una historia de amor, que la llevaría a trazar nuevos planes.
En un principio, Andrea había creído que lo mejor sería ir a Inglaterra por un mes, para conocer mejor a su enamorado y comprobar si todo aquello que sentían a la distancia, coincidía en el cara a cara. Pero otra sincronía cambió el rumbo: “Venía tramitando la ciudadanía italiana desde el 2017 y justo cuando decidí viajar, en 2020, me la otorgaron”, cuenta. “Las disposiciones del Brexit decían también que, si llegaba antes de diciembre, con el pasaporte podía postularme para la residencia”.
En Londres, su trámite para quedarse en aquella tierra fue aprobado. Giuseppe era todo y más de lo que había soñado y, si deseaba obtener la residencia definitiva, debía permanecer mayormente en Inglaterra por los siguientes cinco años. Y así, una vez más, la vida le demostró que había más para ella, tan solo se trataba de tomar coraje y elegir: Andrea decidió quedarse.
“Ahora vivo en Londres”, se repetía, incrédula. Con Giuseppe había pasado de una relación virtual a 12 mil kilómetros de distancia, a una convivencia, “un shock maravilloso”. Su amor era real y su nuevo comienzo, mágico.
La balanza del amor y aprender a vivir liviano pasados los 50
Andrea ya conocía Londres y siempre le había fascinado, aunque pronto descubrió que en nada se parecía pasear por una ciudad como turista que transitarla como residente. La Londres cotidiana amaneció colmada de gente siempre apurada y activa, sin importar el clima. Y si bien halló una urbe accesible en relación a la vestimenta, la comida y otros gastos diarios, la capital se presentó muy cara a la hora de usar el transporte o alquilar una vivienda.
“Ni hablemos de comprar una casa”, asegura Andrea. “Ese fue uno de los primeros impactos, porque pasé de vivir en mi casa a alquilar con Giuseppe, pero en una vivienda compartida. Fue un tema que tuve que poner en balanza y al que tuve que acostumbrarme; la balanza seguía eligiendo a Giuseppe y, aparte, comprendí que acá es así: al menos que tengas un sueldo muy alto, los residentes, en su mayoría, acostumbran a vivir de esta forma”.
“Sin embargo, tras habituarme, pronto descubrí un lado positivo. Aprendí a vivir con menos, más liviana y despojada de lo material, algo distinto a como se suele vivir en Argentina”, agrega. “Sé que en algún momento tendremos un lugar para nosotros solos, pero, mientras tanto, esta experiencia es una que voy a atesorar por siempre”.
Un país con oportunidades, sin importar la edad, origen o estado civil: “Van a lo puntual, es decir, si podés hacer el trabajo o no”
A pesar de la pandemia, de haber pasado los 50, y ser extranjera, las ofertas laborales parecían abundar y Andrea encontró trabajo en un negocio de indumentaria, al poco tiempo de iniciar su búsqueda. Pocos días después, sin embargo, un nuevo confinamiento golpeó a los comercios, quienes tuvieron que cerrar al público, dejándola sin empleo.
Ante el nuevo escenario debía adaptarse a los rubros esenciales, aunque no tuviera experiencia al respecto. El supermercadismo parecía ser la única opción y hacia allá fue, otra vez con buenos resultados.
“En Argentina, como traductora técnico científico en inglés, me había desempeñado como docente e hice varias traducciones, aunque en los últimos años trabajaba en el rubro inmobiliario”, explica Andrea. “Tenía que amoldarme a lo que estaba a disposición y, trabajar en un supermercado, también resultó ser una gran experiencia, aunque me tuve que adaptar a ciertas cuestiones, como los horarios. Acá, en todos los rubros es usual que te contraten por horas semanales y que los turnos sean siempre rotativos, lo que dificulta generar ciertas rutinas”.
“Algo que me parece muy positivo de Inglaterra es que nadie te pregunta tu edad o si sos soltera o casada, son cosas que no interesan, van a lo puntual, es decir, si podés hacer el trabajo o no. Esto en Argentina es difícil, sino imposible. Por otro lado, reconocen cuando uno se esmera, lo que te permite crecer; personalmente, me siento joven y activa, siempre estoy estudiando y, que te den esta oportunidad, es invaluable”, continúa.
“Se dice que la gente es muy fría, pero la verdad es que formé un grupo muy lindo y afectuoso”
Cuando llegaron los turnos al alba, Andrea miraba sorprendida la ciudad y a sus habitantes, en pleno movimiento a pesar de ser las 5 de la mañana. Con la llegada del verano, la luz acompañaba, al igual que los rostros un tanto más iluminados de los transeúntes, lo que hacía de aquellas mañanas un momento llevadero. Pero el invierno no fue sencillo de digerir y, por momentos, Andrea se dejó atrapar por la melancolía en un país donde el sol parecía no querer asomar.
“No me molesta el invierno ni el frío londinense, sino la ausencia prolongada del sol, en esos días extrañé mucho el clima de Buenos Aires, el ritmo más calmado, y a mis hijos”, dice pensativa. “Aun así, algo increíble es que viajé como nunca en mi vida por Europa, cuando la pandemia lo permitía. Un ticket de avión a Italia, por ejemplo, te puede salir lo mismo que tomarte un subte. Esa libertad de poder viajar seguido a otras culturas me encanta”.
“Aparte de a mis hijos, también extraño la vida social argentina, aunque debo decir que las personas acá me sorprendieron gratamente. Desde el comienzo, mis colegas me invitaron a tomar algo después del trabajo y se preocuparon por mí. Se dice que la gente es muy fría, pero la verdad es que formé un grupo muy lindo y afectuoso”.
“No importa la edad: siempre se puede empezar una nueva vida y nunca es tarde para volver a enamorarse”
Dos años atrás, en lo que hoy parece otra dimensión, la pandemia había afectado la vida de Andrea, al igual que la de un hombre que se hallaba a 12 mil kilómetros de distancia. Tal vez se trató de un error en el algoritmo, o tal vez se llame destino, pero sus vidas se cruzaron, a pesar de buscar del otro lado a alguien que estuviera a un taxi de distancia. Sin poder trabajar, solos desde sus hogares alejados, decidieron iniciar una conversación dispuestos a abrir su corazón y compartir aquellos días. Y, desde entonces, se volvieron inseparables.
“¿Cómo me di cuenta de que lo nuestro iba en serio? Bueno, cuando desde el primer instante no podés dejar de conversar de manera fluida y de todo con alguien, ya hay un indicio de que algo diferente está pasando”, asegura Andrea. “Y después, esta maravillosa e increíble aventura fue cada día mejor. Todo se alineó para que estuviéramos juntos”.
“Tras un año sin ver a mis hijos, volví a la Argentina y Giuseppe también conoció a los míos”, continúa. “Dejar mi tierra nunca había estado en mis planes, pero así es la vida a veces, te sorprende, y por suerte tengo a mis hijos -que apoyan y aplauden mi historia- muy cerca de mí, sin importar la distancia física”.
“No pasó mucho tiempo desde que me fui, pero mi vida cambió por completo. En el camino, aprendí a vivir más liviana, a manejarme con lo que realmente uno necesita y a disfrutar, en consecuencia, de una libertad impensada”, agrega con una gran sonrisa. “Soy muy feliz viviendo en Londres, donde lo sorprendente hoy para mí es el próximo viaje que haremos, y no las sorpresas de otra índole a las que estaba acostumbrada en Argentina, aunque inevitablemente amo a mi país y lo extraño. Sin embargo, lo cierto es que valoro mucho vivir sin incertidumbres, algo que te permite sentir tranquilidad”.
“Pero, sin dudas, el aprendizaje más grande que quiero transmitir es que no importa la edad: siempre se puede empezar una nueva vida y nunca es tarde para el amor”, concluye emocionada.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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