Aun sin pertenecer a la comunidad judía decidió irse; hoy su hijo, quien tenía 14 al dejar Argentina, es oficial en el Ejército de Israel
- 7 minutos de lectura'
Sergio Pedevira dice que están bien. Hace días que no suenan las alarmas en Ashdod, lugar donde residen en Israel. Aun así, junto a su familia permanecen alertas, nunca saben cuándo podrá escalar todo una vez más. A pesar de que las confrontaciones siempre fueron parte de su realidad, lo acontecido a partir del 7 de octubre de 2023 los tomó con absoluta sorpresa, nadie presagiaba una escalada semejante: “Se emprendió la dura y difícil misión de exterminarlos de una vez y para siempre. Aunque eso provoque desasosiego y dolor por la incertidumbre, pero consideramos que la única opción que existe en el trato con los terroristas”, asegura Sergio.
La guerra no es el único motivo de preocupación dentro de la familia Pederiva. Matías, uno de los hijos de Sergio, es oficial del Ejército y se encuentra en operaciones. Y fue casualmente Matías quien, cuando apenas tenía 14, supo ser el promotor de la decisión de dejar la Argentina para volver a empezar en Israel.
Sergio recuerda que dejar Argentina fue duro, pero hoy cuenta por qué, a pesar del peor enfrentamiento bélico que les toca atravesar, no se arrepiente de su decisión: “A pesar de no ser judío”.
Un taxi sin rumbo en Buenos Aires y una esperanza
Cuando promediaba el año 1995, Sergio habitaba en una realidad argentina que lo agobiaba. Su situación empeoraba a pasos agigantados y le resultaba sumamente complejo encontrar un trabajo como diseñador gráfico que le permitiera cubrir las necesidades de una familia con tres hijos: Sebastián, de 20, Matías, de 14 y Anabella, que tenía 12.
Para mantener a la familia, Sergio daba vueltas por Buenos Aires en un taxi alquilado, pero sin encontrar un camino para poder orientar el presente, con vistas a un futuro promisorio. Los días transcurrieron erráticos, hasta una tarde en la que Matías trajo una noticia que les cambiaría el destino para siempre: un compañero dejaba la escuela porque la familia se mudaba a Israel.
“Ese fue el disparador para que mi esposa planteara la posibilidad de que hiciéramos lo mismo. Al ser ella judía, comenzó con las averiguaciones acerca de cómo podríamos concretarlo y qué había en ese país tan alejado de la Argentina”.
Sergio miró a su mujer de reojo, sin considerar que algo bueno pudiera salir de todo aquello. Para su sorpresa, al cabo de dos meses se halló participando de una serie de reuniones en la agencia judía, donde les explicaron qué era Israel y cuáles eran los requisitos para viajar. Su entorno quedó impactado, ¿por qué Israel? Desconfiaban del destino y, sin embargo, su apoyo fue incondicional.
Fue así que, entre lágrimas y abrazos, en agosto de 1996, Sergio, quien por entonces tenía 48 años, su mujer y dos de sus hijos menores partieron hacia un rumbo desconocido. Sebastián, su hijo mayor, se unió a ellos un año después.
“Go home”
Arribaron en Kiryat Yam, situada al norte de la bahía de Haifa, y se instalaron en un pequeño departamento alquilado. Solo traían algunas valijas, unos pocos dólares, mucha incertidumbre, pero una gran convicción de empezar de nuevo.
“Go home”. Durante las primeras semanas en Israel la sentencia retumbaba en la cabeza de Sergio Pederiva, al tiempo que rememoraba, una y otra vez, la emblemática película de Spielberg, E.T. ¿Cómo había llegado hasta allí? Se encontraba a más de 12 mil kilómetros de su tierra de origen, rodeado de costumbres extrañas y sin comprender una palabra de lo que le decían, envuelto en un sinfín de interrogantes y un manojo de tristeza, típico de quien ha abandonado su entorno, su rincón en el mundo durante años, el lugar que lo vio nacer y crecer: “Fue un impacto fuerte y no sabía si iba a encajar”, rememora Sergio. “Pero en este suelo multicultural teníamos la esperanza de construir un futuro mejor para mis hijos, por lo que decidí firmemente salir adelante”.
Con un acuerdo matrimonial de aceptar toda posibilidad laboral que se presentara, para su alegría la rueda de la vida comenzó a girar rápido y, al cabo de unos meses, ambos tenían trabajo y sus hijos ya concurrían a la escuela. Al año, lograron mudarse a una vivienda con mayores comodidades, amueblado en gran parte gracias a las ofrendas de almas solidarias.
Al cabo de siete años, y tras pasar por varios empleos, el matrimonio logró comprarse un departamento en Ashdod, donde residen desde el 2003: “Nuestros hijos se adaptaron de manera extraordinaria, tanto en lo laboral como en lo social. Hoy, cada uno de ellos tiene casa propia, son profesionales y los dos mayores formaron su familia y ampliaron nuestro grupo, al regalarnos siete nietos y dos hermosas y excelentes mujeres israelitas”.
“Las oportunidades en Israel abundan, solo hay que dedicarse a buscarlas y aprovecharlas. Más allá de los conflictos bélicos intermitentes, la calidad de vida es muy buena, es la que se tiene en un país del primer mundo, con obras, grandes emprendimientos tecnológicos y servicios innovadores, un ambiente laboral competitivo y exigente, y un buen servicio de salud. La calidad humana está muy desarrollada: puedo decir que he recibido más apoyo de parte de los israelíes que de los sudamericanos que habitan en este suelo”.
“Si la historia que viví y vivo en Israel se volviera a repetir, una y mil veces elegiría este país”
Veintisiete años pasaron desde aquella tarde en la que su hijo, Matías, sin darse cuenta torció el rumbo de sus vidas. La expresión “Go home” y la sensación de sentirse un visitante ajeno se desvanecieron; hoy, Sergio se siente totalmente adaptado e integrado a Israel, y a pesar de la angustia que atraviesa estos días, no se arrepiente.
“Aún hoy me produce una sana envidia cuando me encuentro con quien me dice que llegó hace 40 años o más. Acá aprendí que la unidad nacional es lo más importante para salir adelante. En este país la corrupción no está al orden del día. Cualquier acto ilegal, sin importar de quien venga, termina en juicio y cárcel. Aquí es imposible andar salteando impuestos o cuentas públicas; si se quiere ser verdaderamente libre, en Israel hay que ser esclavo de la ley. Vale la pena porque el dinero se invierte en todo tipo de obras, sobre todo tecnológicas. Acá no existe que por la inauguración de un puente monten un circo con la presencia del presidente o cuanto personaje político haya a mano.... La policía, por otro lado, está para proteger al ciudadano y no esquilmarlo con coimas”.
“Hoy digo con total orgullo que soy un ciudadano israelí, con todos los derechos y obligaciones que me corresponden; siento que vivo en libertad y nunca he sentido discriminación por no ser judío. Doy gracias a Dios por permitirnos seguir trabajando, tener una familia hermosa y gozar de buena salud. Cada vez que regresamos a Israel después de algún viaje decimos: no hay como Israel ( אין כמו ישראל). Acá somos felices y a ninguno se le ocurriría dejar este país”, continúa. “Tendría que enumerar una lista muy larga de motivos por los que no estoy arrepentido, pero lo voy a resumir en una frase: Si la historia que viví y vivo en Israel (guerras incluidas), se volviera a repetir, una y mil veces elegiría este país. Nací en Argentina y aunque no soy judío, Israel es mi lugar en el mundo. Que Dios nos proteja”.
Temas
Más notas de Todo es historia
- 1
¿La gaseosa cero engorda? Conocé los efectos de estas bebidas en el organismo
- 2
Qué características tienen las personas que fueron abandonadas por sus padres, según la psicología
- 3
El método casero para fortalecer la memoria a base de una planta milenaria
- 4
Las frutas que limpian el colon y son las mejores para prevenir enfermedades