A Diego se le vino el mundo abajo cuando fue rechazado y hasta sufrió una depresión. Si embargo, insistente y perseverante, nunca dejó de esforzarse
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La historia de Diego Carreño puede ser la de cualquier persona que no bajó nunca los brazos, que no dejó de crecer en la adversidad y que siempre tuvo claro a dónde quería llegar. Y el éxito, como suele suceder, no le llegó de un día para otro, sino que fue producto de su perseverancia, de su persistencia y de saber rodearse de gente talentosa que siempre confió en él.
Desde muy chico, cuenta, cuando iba a la escuela primaria, mientras la gran mayoría de sus amigos tenían como ídolos a jugadores de fútbol, él admiraba a actores como Pepe Biondi y Jerry Lewis. Es más, por aquellos días se la pasaba mirando a Los Tres Chiflados tratando de imitar sus gags.
Algo que empezó como un juego
El deseo de Diego de querer ser actor se manifestaba, al principio, como un juego actuando en la escuela, en reuniones familiares, en cumpleaños y en otros festejos. “Siempre lúdicamente y de la mano del humor. Luego crecí y me convertí en un adolescente demasiado tímido e introvertido, hasta que como parte de una sesión de terapia mi terapeuta me recomendó dar ese primer paso y comenzar a estudiar actuación. Eso fue fundamental, aunque no tenía mucha idea de hacia dónde iría porque a esa altura era ya un fan del cine, y me atraían mucho más las actuaciones dramáticas”.
Cuando terminó la secundaria Diego quería estudiar cine, pero como el país no estaba pasado por un buen momento económico y sabiendo que no iba a tener futuro, sé anotó en Publicidad. Luego de tres años, terminó la tecnicatura y empezó a estudiar actuación.
“Ya había estudiado actuación con Gabriel Wolf y eso me había cambiado la cabeza por completo. Yo amaba a Los Macocos, a Los Melli, a esa forma de hacer teatro que venía de los 80´s y era innovadora, descontracturada. Gabriel, como docente, me fue llevando hacia el humor y fue haciendo que yo mismo descubriera las propias herramientas que tenía para desarrollarme en ese lado. Ahora, por primera vez, empezaba a verme como un actor cómico y esa idea fue ganando lugar hasta ya no poder volver atrás. Hacer humor era lo que más me movilizaba y me había cambiado la vida por completo”.
“Se me vino el mundo abajo”
Casi siempre las historias de éxito, entendiendo esta palabra como la posibilidad de poder desarrollarse con resultados positivos en un trabajo o una carrera, cuentan con la aparición de un “actor” secundario que suele aportar confianza, perspectiva y toda su experiencia al servicio de esa persona talentosa que quiere cumplir su sueño. En este caso con los años Gabriel se convertiría en una especie de mentor de Diego, aunque para ver esos frutos iba a tener que correr mucha agua debajo del puente.
Con todas las expectativas puestas y la ilusión de comenzar una etapa que lo ayudaría a cumplir su sueño de ser actor, Diego se presentó en la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD) y para el momento de la evaluación, a la hora de realizar una escena solamente le dieron tres opciones. Y él interpretó una parte de “La valija”, de Julio Mauricio.
“Me rebotaron y me dijeron que la escena que yo había armado no estaba acorde y que debía despegarme del humor que era a lo que yo quería dedicarme. Por primera vez me encontraba frente a docentes que trataban de sacarte todo tipo de intento de humor en esos ensayos, como si trataran al humor de un arte menor. Para mí, todo era muy nuevo porque venía de las clases de Gabriel, que eran todo menos solemnes. Yo tenía, igual, muchas expectativas por ingresar y por la posibilidad de tener una formación actoral ´integral´. Antes de que finalice ese proceso, un día vino algún superior a contarnos que el curso en el que estábamos era solo uno de otros 10, que en total estaban intentando ingresar 600 personas, y que solo había cupo para 70. A los dos días presentamos las escenas y dos días después publicaron los nombres de los seleccionados en unas carteleras en las puertas del edificio. Yo no figuraba, y se me vino el mundo abajo”.
El llamado de una reconocida actriz
Diego confiesa que a partir de ese momento se sumió en una depresión o “estado de desilusión enorme” y hasta pensó que la actuación no era para él. Sin embargo, después de duelar aquella desafortunada experiencia terminó por darse cuenta de que la vida estaba llena de nuevas oportunidades y que para poder encontrarlas no había que bajar los brazos.
Uno de los momentos de quiebre en la historia de Diego fue cuando lo llamó la reconocida actriz Julia Calvo para comentarle que tenía una obra que estaba por estrenar, que se le había ido un actor y que le habían recomendado a él para el reemplazo. “Yo me volví loco, se trataba de una actriz enorme que me llamaba para un proyecto. Obviamente que le dije sí y fui a una suerte de audición”.
“Todos desbordábamos de felicidad, no puedo explicar lo que sentí”
Y de esa manera quedó elegido para hacer ese reemplazo durante un verano con Grupo del Teatrito, un grupo de gente muy talentosa, cuenta, que venían haciendo producciones muy exitosas en el off y en el Teatro oficial.
“Ese grupo fue lo más. Eran todos actores muy talentosos que hoy, increíblemente, no se encuentran ejerciendo la actuación. Empezamos a hacer funciones en Del otro lado y nos convertimos en un éxito. Fueron muchos meses de sala llena y, entonces, nos invitaron a participar del Festival de Teatro de Mar del Plata. Fuimos y ganamos todo. Mejor obra, mejor dirección, mejor música original, mejor actriz y yo gané el premio a mejor actor. Una locura, todos desbordábamos de felicidad, no puedo explicar lo que sentí, más allá de que siempre entiendo que se trata de subjetividades, es un aliciente, y había que festejarlo”.
Más estudio y más experiencia
Más allá de esos meses en constante adrenalina a Diego todavía le faltaba mucho por recorrer. Y nunca paró de estudiar. Continuó tomando clases con Gabriel Wolf a las que sumó otros entrenamientos con Roberto Sáiz y Daniel Casablanca (ambos por recomendación de Gabriel).
Y con el paso de los años, mientras trabajaba en un frigorífico y vivía con sus padres, comenzó a ser parte del teatro independiente. Su primera obra importante fue Trabajos de amor perdidos, de Shakespeare, una comedia hermosa que estrenó en un teatro en la calle Lambaré.
Y más allá de que con el paso del tiempo su nombre se empezaba a hacer conocido en el ambiente del off, todo era autogestión y cooperativismo, con muy pocos ingresos o nulos. “De cualquier modo, ninguno de nosotros lo tomaba como un hobby. Intentábamos ser muy profesionales y me animo a decir que lo lográbamos: éramos 11 actores y actrices que hicimos un pequeño éxito durante más de un año. En ese momento tener en cartel una obra durante más de un año en una sala en Villa Crespo, cuando ahí todavía no había ninguna movida teatral, era un enorme éxito”.
El momento más esperado
Durante 25 años Diego no paró de estudiar ni de trabajar en el off, ese lugar de pertenencia del que nunca quiso despegarse. Y fue parte de espectáculos con grandes directores del off como Julia Calvo, Gabriel Wolf, Claudio Martínez Bel y Leo Masliah. Es como si un futbolista hubiera sido dirigido por los mejores directores técnicos del mundo.
Diego seguía dando esos pasos que cada vez se hacían más grandes. La ilusión de crecer, de ser reconocido y de triunfar en lo que tanto amaba parecía que estaba más cerca que nunca. Al caer.
Pero el éxito recién le llegó a los 50, 25 años después de aquel rechazo del ENAD que lo había dejado con las ilusiones por el piso y con varias preguntas que en ese momento no tenían respuesta. Y fue otra vez su profesor, mentor y amigo Gabriel Wolf quien le abrió esa puerta para ser el actor del unipersonal La lengua es un músculo, ¿pero el lenguaje es un virus?
“La obra transcurre en la última hora en la que el protagonista asegura que finalizará la tesis que le permitirá obtener su título de filólogo u hombre de letras. Se encuentra en una casa que pertenece a su familia, en la cima de un cerro, lejos de toda civilización, lugar al que acudió para cumplir con esa tarea. El tema es que el muchacho se tomó su tiempo, y hace ya 24 años que se encuentra trabajando en lo que le posibilitará terminar su carrera. Durante esa última hora, sucederán muchas cosas, y nuestro protagonista pasará por distintos estados a la vez que transita distintas figuras de nuestro lenguaje, como la metáfora, la paradoja, la paronomasia, etc”, explica Diego.
¿Qué es el éxito para él?
La obra se entrenó en el 2002 y este año reestrenaron en febrero. El balance que Diego hace es “extraordinario” ya que todas las funciones son a sala llena y en marzo hasta agotaron por adelantado seis funciones.
¿De qué manera medís el éxito? No sé, es muy subjetivo. Para mí, lo nuestro en este momento es un éxito porque se trata de un unipersonal, en el off, que llena todas las funciones. Para mí, esto es un éxito, pero entiendo perfectamente que alguien pueda pensar que el éxito es otra cosa. Habrá mucha gente que pensará que el éxito es salir en televisión y está bien, si sos feliz con eso está bien. El éxito sería ser feliz, probablemente”, responde.
“Que nadie nos pueda convencer de que no podemos hacer algo”
Diego, que se encuentra disfrutando de este gran presente después de 25 años de esfuerzo, de trabajo y de no claudicar nunca, cree que la clave para este logro tiene que ver con que es muy insistente, que nunca deja de tener propuestas y que nunca se da por vencido.
Por último, desde su lugar se anima a decirle algunas palabras a las personas que desean cumplir sus metas y no logran hacerlo. “Somos los dueños absolutos de lo que hacemos y las metas siempre tienen que ser cumplibles. No creo en eso de que nada es imposible, hay muchas cosas imposibles, pero está en nosotros poner todo lo que hay que poner para lograr lo que nos proponemos. Que nadie nos pueda convencer de que no podemos hacer algo. Es trabajo y constancia. Y amor. Y es siempre 24x7. Y que tarda en llegar, pero al final hay recompensa”.
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