Sin imaginarlo Ramiro entró a la lista del INCUCAI para la espera de un trasplante de riñón.
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Cuando Ramiro Piccone (30) terminó el colegio y empezó a estudiar el profesorado en Educación Física no imaginó que pronto su vida daría un giro inesperado, “fue muy duro porque uno venía de una vida llevándose las paredes por delante, no caía, no entendía nada”, recuerda Ramiro.
La llegada de un diagnóstico
Oriundo de Mercedes, provincia de Buenos Aires, Ramiro se recibió de profesor de Educación Física a los 22 y al año siguiente le detectaron una enfermedad idiopática. Estaba dando clases y empezaron a hinchársele las piernas, se notaba muy pesado y había engorado cinco kilos en quince días. Consultó al médico, que le mandó a hacerse estudios para encontrar la causa de su malestar. Los resultados dieron que había una perdida de proteínas por orina: “La pérdida de proteína era cada vez mayor, entonces me hicieron una biopsia renal para ver qué tipo de enfermedad tenía”, explica Ramiro que así logró llegar a saber con exactitud que padecía de Glomerulonefritis Membrano prolifera tics tipo 1.
Empezó a tratarse con médicos en Mercedes y en el Hospital Italiano de Buenos Aires que le hicieron tratamientos con corticoides y medicaciones fuertes para que dejara de perder proteínas, “si seguía perdiéndolas, el riñón dejaba de funcionar porque disminuye la función que tiene que cumplir y se va lastimando, así fue como entré a diálisis”, explica Ramiro.
En septiembre del 2010 comenzó con diálisis, dos meses después de haber conoció a Romina, su actual mujer con quien tienen un hijo de tres años llamado Segundo: “Ella me acompañó todo este tiempo y hasta hoy me aguanta”, se ríe.
“Convulsionaba en cualquier lado, me caía, me golpeaba”
A los 29 años empezó con diálisis tres veces por semana, “no entendía nada, un catéter al lado del cuello, después una fístula en la muñeca, era todo nuevo, fue un golpe muy duro pero siempre digo que lo supe llevar porque estuve fuerte gracias a mi familia y todos los que me acompañaron”, asegura Ramiro que destaca, una y otra vez, el rol fundamental que ocuparon sus seres queridos durante todos estos años.
La diálisis no fue fácil, de hecho los malestares lo llevaron a tener que aumentar a cuatro veces por semana el procedimiento y después a hacerlo todos los días: “Vos tomás dos litros de agua y esos los retenés, entonces la máquina te saca el líquido que no podés orinar, elimina todas las toxinas pero a su vez barre todo: calcio, minerales, un montón de cosas, y cuando te saca el exceso de líquido de tu cuerpo empiezan los calambres, te baja la presión, te desmayás, vomitás, es feísimo”, explica Ramiro que, además, tardaba dos días en recuperarse de los momentos malos.
La diálisis le hacía mal efecto y hacía convulsiones metabólicas, “convulsionaba en cualquier lado, me caía, me golpeaba, fue un lío”, dice. En esos momentos se aferraba a su familia, en pensar que algún día se iba a acabar.
“Yo en diálisis trataba de divertirme, hacer chistes a otros que estaban bajoneados porque estar cuatro horas acostado en una máquina no es nada lindo”, cuenta un Ramiro optimista: “Nunca hay que bajar los brazos, sí hay que tener apoyo porque solo no se puede, se necesita una familia o alguien que esté atrás diciendo che no te caigas, vamos que falta poco, vamos, un poco más”, agrega.
Ramiro además de trabajar como profesor es preceptor y trabaja en la municipalidad de su ciudad en la parte de deportes y en el 2021 fue electo concejal en Mercedes. Agradece el apoyo y respeto de sus trabajos que supieron entender cuando salía mal de diálisis y daba las clases sentado o incluso no podía asistir.
La sorpresiva llegada de un riñón
Después de seis meses de estudios pudo entrar a la lista del INCUCAI para la espera del trasplante de riñón. “El INCUCAI te somete a estudios anuales para ver si a la hora de entrar al quirófano estás bien, si estás sano y en condiciones de recibir un órgano. Yo esperé cinco años, no me llegó por lista porque no fue un órgano cadavérico el que recibí, sino por ahí capaz estaría esperando, hoy día hay 7.774 personas esperando un trasplante”, explica Ramiro.
Marisa trabajaba con la prima de Ramiro, quien le contaba las preocupaciones por su primo y sus malestares. “Ella pasó por una situación muy particular, su hija Bianca murió de leucemia a los ocho años, ella sabía mi historia y con el tiempo me contó que siempre pensó en ayudarme y brindarme la posibilidad de tener una mejor calidad de vida”, relata Ramiro de Marisa.
El día que se conocieron ella no le dijo nada y esperó hasta la segunda vez que se vieron para contarle su deseo de ayudarlo, pero Ramiro no quiso aceptar, tenía miedo, era mucha molestia. Entre su mujer, su prima y familia lo convencieron para que aceptara esa generosa oferta.
Empezaron entonces todos los estudios correspondientes para entrar al quirófano, fueron seis meses de estudios, “no es fácil porque al no ser un familiar directo necesitás un proceso judicial, asistentes sociales que realmente corroboren que esto es un acto de amor, no una venta ni nada por el estilo”, explica Ramiro.
El día anterior a la cirugía en el Hospital Italiano, Ramiro hizo diálisis porque necesitaba estar sin líquido. Compartieron habitación con Marisa pero los nervios y la presión no dejaron dormir a Ramiro, aquello que soñaba y esperaba estaba por llegar
¿Cómo sería el día después?
Ella entró a quirófano para que le sacaran el riñón a las seis de la mañana, a Ramiro le tocó ir cerca de las ocho, se saludaron llorando y cuando él estaba en terapia fue Marisa una de las primeras en saludarlo. “Tenemos una relación como hermanos, no existe nada para nosotros, es un amor más allá de los límites, de las barreras, estoy agradecido eternamente, cada vez que nos vemos se lo digo y se larga a llorar. Ella tenía muy claro lo que quería y creo que aparecimos los dos, yo aparecí para ella y ella para mí”, asegura emocionado.
“El 22 de octubre de 2015 una amiga por una decisión solidaria, altruista y de mucho amor decidió donarme una parte de ella para darme una buena vida, la que todos nos merecemos. Y acá estoy disfrutandola, haciendo las cosas que me gustan, que me hacen feliz, con mi hijo, mi señora, toda mi familia, mis amigos, una nueva esperanza, una nueva posibilidad de vivir dignamente, como cualquiera vive. Hay mucha gente en esta situación y se merece una nueva oportunidad”, reflexiona Ramiro, un eterno agradecido que reconoce que la base fundamental fue su familia, que gracias a ellos pudo aguantar el dolor “uno pone el cuerpo, aguanta todos los pinchazos pero al final yo creía que había una posibilidad y hoy la tengo gracias a un ángel que es mi donante Marisa”.
Hay esperanzas, claro que las hay.
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