Una ecografía confirmó la sospecha: “Fue un momento de shock”, pero su madre y su pareja la ayudaron a enfrentar la situación.
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“No quería saber nada, lo primero que se me venía a la cabeza era pensar qué iban a decir los demás o qué iba a pasar con todos los proyectos que tenía en mente. En un momento de shock quería tomar la decisión de abortar porque no quería que se enterara nadie. No me sentía preparada”.
A Romina Santillán (22) le gustaba mucho salir con sus amigas. Por aquellos días se encontraba cursando cuarto año en una escuela técnica de Cañada de Gómez (Santa Fe) donde, dice, le estaba yendo muy bien. Y, aunque la relación no era muy “estable”, hacía dos años que estaba de novia con un chico.
Para ese entonces tenía apenas 16 años. Una noche se encontraba en la escuela y como estaba llegando tarde se apuró al subir las escaleras y desde ese momento comenzó a sentir un fuerte dolor de estómago. Más allá de que anteriormente ya venía padeciendo algo similar, ese día los dolores fueron mucho más intensos y constantes.
La noticia menos esperada y deseada
Su mamá decidió llevarla al médico, quien le indicó que se realizara una ecografía abdominal. “No vieron nada raro en el estudio, pero el doctor que estaba en ese momento me dijo: a lo mejor estas embarazada y cuando me volvió a revisar confirmó la noticia. Yo estaba enojaba porque no me lo esperaba, traté mal al doctor porque pensé que me estaba cargando. Es más, estaba tan enojada que me bajé de la camilla y me fui”, recuerda Romi.
Esa misma tarde, cuenta, Romina regresó a su casa y llamó por teléfono a su novio que estaba muy preocupado por los continuos dolores de estómago que ella tenía. “Él se vino corriendo para verme y a mí no me salían las palabras para contarle lo que estaba pasando. Era llorar los dos y planear lo que se venía, siempre haciendo hincapié en que todo iba a estar bien”.
Sin embargo, más allá del acompañamiento de su mamá y de su novio, Romina seguía teniendo muchas dudas de tener o no a su hijo porque pensaba que esa decisión podía interferir con su sueño de mudarse a Rosario para estudiar una carrera universitaria relacionada con la ingeniería.
“Lo primero que pensé fue en abortar, era una decisión, pero no sé si iba a poder hacerlo. Mi novio nunca estuvo de acuerdo con eso y mi mamá me decía que ya no había más nada que hacer porque estaba embarazada de cuatro meses y me aconsejó que lo tomara tranquila”.
Una situación difícil de sobrellevar
Romina cuenta que hizo el clic cuando su papá dejó de hablarle al enterarse de la noticia y en ese momento se dio cuenta de que era su vida la que iba a cambiar y que lo único que le quedaba era cuidarse para que su embarazo continuara en buena forma. “Fue difícil sobrellevar la situación ya que tanto mi novio como yo estábamos estudiando y era pensar en tener las cosas y poner tener un techo digno para lo que se venía”.
Cuando Romina aún se encontraba asimilando la noticia de que en poco tiempo se iba a convertir en mamá, una ecografía 5D, que se realizó para conocer el sexo de su bebé, arrojó que tenía labio leporino y paladar hendido, defectos congénitos que afectan el labio superior y el paladar. Estas enfermedades pueden modificar la apariencia de la cara, llevar a problemas con la alimentación y el habla y generar infecciones del oído.
“La noticia me cayó como un balde de agua fría porque ya venía recalculando mi cabeza en aceptar que estaba embarazada y después vino esto. Me tuvieron que hacer muchísimos estudios más y la obstetra que me había empezado a atender ´se lavó las manos´ porque en mi ciudad era un caso raro por lo que me mandaron a Rosario como ´un embarazo de alto riesgo´. Desde ese momento fueron análisis, ecografías y más estudios”.
“Un recuerdo hermoso que nunca voy a olvidar”
En esos días de incertidumbre y desasosiego Romi contó con el invalorable apoyo y la valiosa y necesaria contención de los directivos y de los docentes de la Escuela De Educación Técnica Dr. Santiago D’Onofrio que estuvieron a la altura de lo que una adolescente de 16 años requería en ese momento.
“Me ayudaron y me prepararon psicológicamente en relación a lo importante que era seguir en la escuela y me dijeron que contaba con ellos para lo que necesitara. Y así fue hasta el último día donde me llevaban trabajos cuando yo no podía ir por algún problema”, dice.
Y agrega: “Tengo un recuerdo hermoso que nunca voy a olvidar. Un día llegué a la escuela, cursando el séptimo mes del embarazo, y estaban todos mis compañeros esperándome en el patio para decirme que se habían puesto de acuerdo para que nos dieran clases en la biblioteca para que yo no tuviera que estar subiendo las escaleras ni mucho menos el ascensor que en ese tiempo estaba roto. Fue un mimo al alma saber que podía contar con ellos. En ese momento tomé más coraje para seguir adelante”.
De hecho, hasta un día antes de tener a Tomás, fue al colegio y disfrutó de un hermoso clima junto a sus compañeros, especialmente con Vicky y Mati, sus mejores amigos.
“Fue el paisaje más lindo que pude haber visto”
Después de todo lo que había sucedido durante los últimos meses, el 3 de noviembre de 2016 Romina se preparó para dar a luz a su hijo con mucha ansiedad y miedo porque no sabía con lo que se iba a encontrar. Sin embargo, en el momento del parto pudo abstraerse de todas esas sensaciones para disfrutar del día más feliz de su vida. “Verlo fue el paisaje más lindo que pude haber visto, toda preocupación y miedo que tenía desaparecieron, me rodeaba todo lo lindo que siempre soñé”, llora.
A raíz de su enfermedad a Tomás, durante su primer año de vida, le realizaron una corrección de base y a los dos años y medio fue sometido nuevamente a una operación para la corrección de su paladar.
La relación con su hijo
“Tomás es un pequeño muy activo, le gusta jugar, hacer chiqueros, descubrir cosas. Somos el uno para el otro, con todo esto de las operaciones logramos un vínculo super amoroso. Le tocó una mamá muy intensa, lo vuelvo loca y hoy por hoy no me despego ni un segundo de él. Soy lo que nunca me imaginé que iba a ser. Hoy me encuentro con una Romina restaurada, acá estoy encontrándome día a día para brindarle lo mejor”.
En poco tiempo Romina debió crecer de golpe y asumir la responsabilidad de ser mamá, acompañada del papá. Más allá de que no siguen juntos, cuenta, él también tiene una muy linda relación con su hijo.
Aprender a ser fuerte en la adversidad
“Tomi me enseña lo valiosa que es la vida. Más allá de que cuando nació yo era chica, siempre digo que nos criamos juntos. Además, aprendí lo fuerte que debo ser en la adversidad y ser yo misma sin dejar que nada ni nadie me tumbe la felicidad”.
Romina, que hace dos años que está en pareja con Axel con quien convive, se encuentra terminando el primer año de la carrera de Educación Especial y sueña con recibirse de maestra. “La educación especial me llevó a constituir el rompecabezas de mi vida. Lo que viví me llevó a implementar el amor y la enseñanza a cada niño con discapacidad. Me llena el alma ayudar a las personas que pasan diferentes problemas para darles un lindo mensaje que para mí al final del túnel siempre hay una recompensa. Tener a Tomás fue la mejor decisión, agradezco lo guerrero que es porque me enseñó que en la vida hay que ser fuerte. Y como mamá me siento muy feliz”.
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