A la cata de China
Los vinos argentinos desembarcan con fuerza en territorio asiático por su calidad, no por el precio. Millones de nuevos consumidores abren la muralla
Acaso el mayor hito de China como cultura milenaria es haberse transformado en sinónimo de futuro. Su sola mención provoca una mezcla de respeto, expectativa e incertidumbre, sensaciones compartidas por los grandes protagonistas de la industria del vino nacional que están en plena exploración del gigante asiático, como si se tratase de un nuevo planeta. El hecho de que China ocupe recién el séptimo lugar en los destinos de exportación argentina, según datos de Caucasia Wine Thinking de 2013, funciona como un estímulo para seguir estudiando el terreno y una gran prueba para ensayar las grandes lecciones que deja la etapa exportadora que la vitivinicultora local intensifica desde hace una década.
En ese sentido, si el vecino Chile resulta un alumno aventajado a seguir, incluso en la experiencia china, también es una buena vara para medir el posicionamiento que la industria nacional empieza a lograr en la más pujante tierra de los sueños del capitalismo. Al contrario de lo que ocurrió en el ingreso a plazas exigentes como Europa y los Estados Unidos, la Argentina entra a China por calidad y no por precio. Se trata de una tendencia que garantiza un resquicio seguro para atacar el segmento con tendencia al lujo –ampliamente dominado por Francia–, y al mismo tiempo conlleva un nuevo derecho de piso por enfrentar: cómo abordar un mercado con características tan dinámicas como dispersas, ya líder mundial con 155 millones de cajas y con una perspectiva hacia 2016 de 250 millones de cajas, según el International Wine & Spirit Research de Londres.
Tigre agazapado
"Hay que concebir a China como un gran proyecto a largo plazo, recién hace diez años se empezó a consumir vino con real interés. No se trata de un solo país, sino de minipaíses de varios millones de habitantes. Vender un vino en Shanghai o en Sandong requiere la misma diferenciación que entre el consumidor de Inglaterra y el de Alemania, pero en el marco de una cultura lejana para Occidente", resume Andrew Maidment, a cargo de los negocios en Asia y Europa por Wines of Argentina (WofA), entidad que agrupa y promociona a las bodegas en el exterior. De origen inglés y con pasado en grandes empresas como Porsche, Accenture y Google, Maidment tiene como base de operaciones la oficina que WofA abrió en 2011 en la embajada argentina en Pekín. Desde allí se coordinan las acciones de promoción, sintetizadas hace poco más de un mes con los festejos del Malbec World Day, en 55 restaurantes de Pekín y Shanghai, donde se vivió la experiencia del vino vinculada con otros íconos argentinos: la carne, el tango y el fútbol.
Mientras puertas adentro la industria amplía cada vez más el abanico de varietales, estilos y terruños, el Malbec revalida en China su condición de cepa de bandera. "El vino argentino es uno de los que tienen mayores posibilidades de hacer un excelente maridaje con la comida china, por la suavidad de sus taninos", ratifica Susana Balbo, dueña de la bodega Dominio del Plata y presidenta de WofA desde abril de este año. Como parte del cotidiano trabajo de hormiga para difundir esas cualidades en el gigante asiático, las exposiciones gastronómicas se presentan como otra oportunidad estratégica. SIAL, Food and Hotel China, Prowein, Vinexpo y Hong Kong Wine Spirits se encuentran entre las ferias más importantes, y la presencia argentina es prioridad incluso para el gobierno nacional.
"El sector vitivinícola es uno sobre el que se enfoca el Programa de Aumento y Diversificación de las Exportaciones (Padex). En ese contexto, China es uno de los 15 países que fueron definidos como prioritarios, por lo que procuramos desmitificar la inaccesibilidad al mercado a través de cursos que en estos últimos años han duplicado la cantidad de asistentes", detalla Patricio Pizzoglio, jefe del sector Alimentos y Bebidas de la Fundación Exportar, la agencia de promoción de exportaciones de la Cancillería.
En las entrañas mismas del negocio en Shanghai, Maximiliano Postigo, importador de vinos y representante de ProMendoza, agrega información para los exportadores: "Chile y Australia van a pagar 0 de arancel de importación a partir de enero de 2015, contra 47,5% que pagamos nosotros. De todos modos, al ser vinos nuevos no conocidos en China tenemos la oportunidad de posicionarnos como el mejor producto según la relación precio/calidad".
Cuando de un lado hay un mercado con recursos y del otro, un producto con probada calidad, la educación recíproca pasa a ser, entonces, el valor agregado para que el flujo comercial se intensifique. Si los chinos recién descubren el amplio universo sensorial de los vinos, los argentinos todavía tienen varias lecciones de China por aprender. Así de cruda fue la conclusión que dejó la conferencia que, en febrero último en Mendoza, brindó Demei Lei, considerado el mejor enólogo de China. "Esto es lo que ustedes saben de mi país: nada. Por más que sea el quinto productor mundial, la Argentina no es reconocido como país productor en China", dijo el winemaker, invitado como jurado de los VIII Argentine Wine Awards. Más allá de la provocación, una vez retornado a su país, Li escribió en la revista Decanter China una elogiosa reseña de su excursión por nuestras tierras, y hasta auguró buenas posibilidades para cepas en franca evolución como el Cabernet Franc y el Pinot Noir: "Argentina tuvo un buen comienzo y, como decimos los chinos, eso ya es la mitad de la batalla".
El dato de que Decanter, uno de los más influyentes medios especializados a nivel mundial, haya lanzado en 2012 su versión china es una señal de la expansión que vive el vino del otro lado del planeta. Así como la ropa y accesorios de diseño, y los autos deportivos alemanes, el vino se convirtió en el más novedoso símbolo de estatus de los tuhao jin, los nuevos ricos.
Con el horizonte nublado, pero el prestigio intacto, los vinos franceses se encontraron con un escenario ideal para resurgir, en el que un empresario obsequia una botella de Lafite de 7000 euros sin hesitar. Por su fácil pronunciación en la fonética china al lado de otras etiquetas clásicas, Lafite emergió como el elixir aspiracional, pero también como el paradigma de una oscura marca registrada del gigante asiático: las falsificaciones. "Sobre ese tema nos alertó especialmente el Primer Ministro Wei Jiabao cuando hace dos años visitó el país y probó nuestros vinos", recuerda Gastón Pérez Izquierdo, CEO de Catena Zapata, una de las bodegas argentinas mejor posicionadas en la alta gama en China, al exportar el 70% de la producción anual (35.000 botellas) de Estiba Reservada, su emblema.
El despertar del dragón
Mientras el mercado negro se esmera en imitar a los vinos, algunos productores chinos suben la apuesta al replicar en sus bodegas la arquitectura exacta de los grandes chateaux franceses (la bodega Changyu, en Yinchuan, y Dynasty, en Tianjin) o el estilo más moderno del Napa Valley (Cofco Junding, en Shandong). Aun con algunos emprendimientos centenarios, el vino chino aún no es tomado en serio en la industria, pero sí se reconoce el potencial de las 400.000 hectáreas de viñedos. Jilin, Shanxi, Tianjin, Henan y Yunnan se destacan como otras zonas de desarrollo potable y en la Argentina se presta especial atención a la región de Ningxia, por sus similitudes de altitud y clima con Mendoza.
En sintonía con esa proyección a largo plazo, Alberto Arizu (h.), director de Luigi Bosca, vive la experiencia de negocios con China con densidad intelectual. "Se trata de una aventura muy interesante, que me llevó incluso a leer el libro On China, de Henry Kissinger, en base a sus vivencias diplomáticas en la época de Mao. Entender sus políticas comerciales tiene que ver también con lo que mueve el propio Partido Comunista, en obsequios y grandes banquetes. De hecho, en los últimos meses, el ritmo bajó de manera notoria a partir de las políticas de austeridad del nuevo primer ministro, Xi Jinping. Así y todo sigue siendo un lugar para que germine algo extraordinario", augura.
Aunque este viraje se tradujo en un leve impacto negativo en las ventas a China en 2013, la actividad desde la Argentina no se detiene. Así como Nieto Senetiner se apresta a cerrar su primer embarque a Fuzhou de 10.000 cajas, Norton estabiliza un volumen anual similar, Trapiche afianza una base de operaciones en Shanghai y la gama de las 127 bodegas exportadoras (eran 12 en 2003) va desde emprendimientos boutique como Krontiras hasta otros jugadores consagrados como Terrazas y Rutini. "Estamos convencidos de que es una gran oportunidad para los vinos argentinos. El mayor desafío es trabajar en su identidad, ser nosotros mismos y tratar de conquistarlos con nuestra naturalidad", dice Pablo Ghiorzi, director de Comercio Exterior de Trapiche. De esa manera, cual pequeño saltamontes, el vino argentino se dispone con humildad y confianza a dar un nuevo paso en su apasionante camino de aprendizaje.
OBSESIÓN TINTA
El fenómeno chino de apertura hacia el vino queda plasmado en el documental Red Obsession –dirigido por David Roach y Warwick Ross, y narrado por Russell Crowe–, que registra el despertar de los consumidores y la devoción por ponerse al día con la historia de tres siglos de los vinos de Burdeos.
Plantar bandera
Si bien grandes ciudades como Pekín, Shanghai y Guangzhou amplifican la experiencia cosmopolita, la presencia argentina en el universo gastronómico es aún incipiente. Referencia internacional tras sus dos estrellas Michelin, el chef Mauro Colagreco montó en Shanghai en 2012 el restaurante Unico, cuya carta de vinos fue rediseñada el año pasado por Paz Levinson, elegida mejor sommelier del mundo en 2010. "No quería hablar a ciegas, sino conocer el mercado por vía directa. Un país tan grande, con tanta diversidad de terruños y tanta diversidad cultural, atrae a cualquiera. Sumamos etiquetas que sugerí y entrené al sommelier chino. Todavía no tienen integrado el hábito de comer y tomar vino. Lo beben más en el bar que en el restaurante, porque para acompañar la comida muchos toman sólo agua caliente o un cóctel", cuenta Levinson.
Con una propuesta más popular, el BETC Group, importadora de Catena Zapata, regentea la cadena Obelisco en Pekín, Shanghai y Guangzhou, mientras que en Pekín abrió Che, Diego, no en alusión a Maradona, sino a Diego Kuo, hijo de taiwaneses nacido en Palermo. Asimismo, desde abril de 2013 está en marcha un proyecto conjunto de la Escuela Argentina de Sommeliers y Ease Scent, la principal formadora de sommeliers de China, que el año pasado convocó a más de 600 alumnos en Shanghai.