A Eduardo Noriega ser famoso en Hollywood no le conviene
El joven actor estuvo en Buenos Aires para presentar El espinazo del diablo, que se estrenó ayer. A pesar del éxito de sus compatriotas en la meca del cine, prefiere seguir un camino más personal y relajado
"Es cierto, no me está yendo nada mal", reconoce con una sonrisa Eduardo Noriega, el santaderino de 28 años, socio del Racing de esa ciudad que por inercia y por la imagen que tenía de los abogados de las películas se anotó en Derecho, hasta que por esas vueltas de la vida y por casualidad se hizo actor. " Soy muy consciente de mi privilegio, de lo que tengo y por eso me esfuerzo al máximo", reconoce el Jacinto de El espinazo del diablo, la película del mexicano Guillermo Del Toro que se estrenó ayer.
En un atmósfera de terror gótico en la que por momentos se puede oler el aroma de los viejos western, Del Toro ( Cronos, Mimic ) filmó en España, con producción de El deseo S.A, de los hermanos Almodóvar, un relato de fantasmas ambientado en plena guerra civil española. "Toda historia de guerra es una historia de fantasmas", aclara Noriega, el Angel de Plata Quemada, quien tuvo el honor de trabajar con Marisa Paredes (Carmen, la mutilada directora del orfanato) y Federico Luppi (el doctor Casares), en este film con proyección internacional.
Escéptico frente a las creencias sobrenaturales, incluyendo los fantasmas, el actor que descubrió su costado más oscuro gracias a Alejandro Amenábar, que lo dirigió en Tesis (1995)y Abre los ojos (1997) , se sumergió por entero en un papel, el de Jacinto, que lo muestra como un animal herido.
"Es una bestia sexual a la que prefiero no ver como el malo de la película -explica-. En el orfanato en el que él se crió, hoy se ve rodeado de niños y viejos, por lo que todo el tiempo hace alarde de su cuerpo. Lo que lo mueve es el resentimiento y el dolor." Para encarar este protagónico, Noriega se llevó una sorpresa. "Guillermo me preparó una biografía larguísima del personaje, algo así como Jacinto , por Corín Tellado, en la que me contaba toda su vida imaginaria."
Hace apenas unos días que volvió a Madrid, después de rodar en París Novo, de Jean-Pierre Limosin, con Anna Mouglalis y Paz Vega, película que filmó después de la bélica Guerreros, de Daniel Calparsoro que lo llevó hasta la frontera de Kosovo. "Hoy por hoy me interesa meterme más en este tipo de producciones antes que pensar en Hollywood -dispara, a la vez que reconoce seguir tomando clases de inglés-. Me alegro que les vaya bien a Penélope (Cruz), a Javier (Bardem) y a Alejandro (Amenábar), pero sinceramente la Meca no es mi meta. Busco un cine más personal, obviamente, que si surge algo que me interese o que pueda abrir una puerta voy a hacerlo, pero soy consciente de que es una vorágine, una exigencia constante, en un mercado en el que no te podés relajar ni un segundo. No sé si estoy dispuesto a entregarme de esa manera."
Pronto podrá saciar la curiosidad de ver a Tom Cruise haciendo su papel en la remake de Abre los ojos, dirigida por Cameron Crowe con el título de Vainilla Sky. " Vi un adelanto. No es otra cosa que un producto hipercomercial a la medida de Cruise. Siento curiosidad, nada más", confiesa.
Después de haber ensayado más de un mes para protagonizar La mala educación, la película que marcaría el regreso de Pedro Almodóvar, el proyecto quedó parado. " Estoy seguro que ya aparecerá la historia."