Algunas de los refranes que con naturalidad incluimos en nuestro lenguaje poseen un origen insospechado
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“Hacés bien, tirate a chanta/ ya que estás asegurado/ pero acuérdese compadre/ que le ha de llegar su fin/ Lo hemos de ver en la vía/ taciturno y agachado/ si a cada chancho, no hoy duda/ le llega su San Martín”, cantaba Carlos Gardel en el tango “Echaste Buena”, de Enrique Dizeo. Aunque podemos sentirnos tentados a asociar la frase con El Libertador, la realidad es que no es así. Su historia es más antigua. Y el general José de San Martín no tuvo ninguna relación particular, por lo menos conocida, con los cerdos.
El origen de este refrán es más lejano. Viene del Viejo Continente y está vinculado con la festividad religiosa de San Martín obispo de Tours, quien luego se convertiría en patrono de la ciudad de Buenos Aires.
San Martín de Tours nació en el siglo IV en Panonia, actual Hungría. La leyenda más conocida de su vida dice que mientras prestaba servicio en el ejército romano, Martín se cruzó con un mendigo en la ciudad de Amiens. El vagabundo temblaba de frío y él no dudó en darle la mitad de su capa. Según los relatos, aquella noche Jesús se le apareció en sus sueños envuelto con la mitad de la capa y le dijo: “Martín, hoy me cubriste con tu manto”. Luego de esa visión, el joven soldado decidió bautizarse y dejar el ejército para llevar una vida religiosa. Dicen que cuando a Martín lo acusaron de cobarde por dejar el ejército él dijo: “Con la espada podía vencer a los enemigos materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos espirituales”.
Luego de ordenarse como sacerdote, en 371, fue electo obispo de Tours. Desde ese entonces, llevó una vida comprometida con la evangelización y la lucha contra el paganismo. Murió el 8 de noviembre de 397 en Candes y el 11 de noviembre su cuerpo fue trasladado a Tours.
El refrán “A cada chancho le llega su San Martín” tiene un sentido trágico y apunta al inexorable momento final en el que todos aquellos que tuvieron comportamientos malvados o inapropiados recibirán su merecido. ¿Qué tiene que ver con San Martín de Tours? El 11 de noviembre, fecha de celebración de la festividad del santo, coincide con la época de la matanza del cerdo en varias regiones de España como Andalucía, Extremadura y Castilla.
La matanza del cerdo era un procedimiento artesanal que desde tiempos remotos los pobladores españoles realizaban una vez al año, para abastecerse de su carne y elaborar los embutidos para la alimentación de la familia. También se hacía la manteca que usarían durante varios meses. Lo cierto es que aquella fecha, “el día de San Martín”, era usada como una referencia, porque el sacrificio del animal podía retrasarse unos días hasta la llegada de los aires fríos, que facilitaban la curación del jamón.
Fue así que, el inevitable destino de estos animales, es decir, su muerte, en la fecha de conmemoración del santo, dio nacimiento al dicho con connotación trágica. No solo fue trasmitido por tradición oral, el propio Miguel de Cervantes Saavedra, en su Don Quijote de la Mancha, aludió al refrán: “pero su San Martín se le llegará, como a cada puerco”, escribió en el Capítulo 63.
Con los años, el dicho cruzó el Atlántico y muchos argentinos imaginaron que estaba vinculado con el Padre de la Patria, figura central en la guerra de la independencia, y mal asociaron la figura del chancho a los españoles.
San Martín de Tours el patrono de Buenos Aires
El vínculo del santo con la Argentina va más allá que el conocido refrán. Al poco tiempo de la segunda fundación de Buenos Aires (cuando era ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre) y como era costumbre, se realizó un sorteo para elegir al santo que protegería el nuevo asentamiento. Fue así como, el 20 de octubre de 1580, el azar convirtió a San Martín de Tours en el Patrono y Protector de la Ciudad de Buenos Aires.
Algunos incluso van más allá en esta historia y aunque no existen registros que la acrediten, dicen que cuando Juan de Garay y los primeros miembros del Cabildo se reunieron para elegir al patrono colocaron varios nombres en un sombrero. El nombre que salió fue San Martín de Tours. Pero no estuvieron conformes con el resultado, preferían un santo español. Por eso, habrían decidido sortear tres veces más y para su sorpresa el resultado siempre fue el mismo ¡Se repetía el obispo de Tours! Fue entonces cuando se convencieron de que era un designo celestial.
Aunque en un principio, los vecinos de la ciudad conmemoraban fervientemente al Santo Patrono todos los 11 de noviembre con una misa y festejos que hasta incluían una improvisada corrida de toros en la Plaza Mayor, actual Plaza de Mayo, con los años esa costumbre se fue diluyendo hasta casi pasar desapercibida en nuestros días.
En 1930 Martín Jacobé, el primer Presidente de la Acción Católica Argentina donó el terreno donde un año más tarde, se inauguró la parroquia en honor al patrono de la ciudad. Con un estilo románico, la construcción estuvo a cargo del estudio Acevedo, Becú y Moreno.
El manto de San Martín de Tours
Pero no solo un refrán se le atribuye al santo. También, se dice que por él surgió el vocablo “capilla”, para referirse a los pequeños lugares de rezo. ¿El motivo? Tras su muerte, aquel medio manto del obispo de Tours que cortó con la espada para dar al mendigo, fue guardado en una urna dentro de un pequeño santuario. En latín, “medio manto” se dice “capella”, por lo que era común que la gente, en aquel entonces, dijera: “Vamos a orar a la capella”. Y de ahí el origen del vocablo para identificar un lugar pequeño de culto.
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