A los 92 años, César Pelli asombra con un nuevo proyecto en San Francisco
Para empezar diré que ignoro cuál es el gentilicio que designa a los habitantes de la ciudad norteamericana de San Francisco. Pero, más allá de su nombre, esos habitantes se vieron sorprendidos y maravillados cuando, hace pocas semanas (el viernes 10 de agosto), se abrieron las puertas de la flamante Estación de Transferencia de tránsito (Transbay Transit Center), construida según el proyecto y los planos del arquitecto argentino César Pelli, quien acaba de cumplir 92 años. Al asombro de estos pobladores normales se añade –y se seguirá añadiendo– la masa de viajeros que llegará a la ciudad desde los más diversos puntos de partida.
Es sabido que San Francisco, la ciudad californiana caracterizada por sus pendientes, las anchas vistas a la bahía y el océano, y una arquitectura peculiar, tiene sobrados motivos para ser admirada. Pues bien, a partir de ese 10 de agosto, una experiencia arquitectónico-urbana viene a ocupar el lugar de un nuevo ícono de una ciudad que ya es mítica por varias razones (en Kuala Lumpur, sus torres gemelas ya son un símbolo gráfico de la ciudad). Del mismo modo, el paisaje urbano de San Francisco se ha visto retocado por un bello conjunto edilicio de dimensiones y rasgos ciertamente singulares.
En las muchas décadas en que el arquitecto tucumano César Pelli, nacido el 12 de octubre de 1926, lleva residiendo y trabajando en los Estados Unidos, donde llegó a ser decano en la Universidad de Yale, siempre, aún con trabajos que lo llevaban a remotos lugares, veía la manera de pasar días o semanas en la Argentina. Una razón para su bienvenida presencia era la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires, a la asistió durante décadas. Un par de años atrás, en una de sus puntuales presentaciones en la Bienal, Pelli mostró planos y vistas digitales del proyecto para esa increíble Estación multimodal, la que vimos entonces como una fantasía de muy difícil (quizá imposible) concreción, y ahora –como es su terca costumbre– nos muestra la obra terminada, poblada por miles de transeúntes y visitantes.
Se trata de una estación de tránsito intermodal, situada en el centro de la ciudad, que conectará 11 sistemas de tránsito y vinculará de ese modo a la ciudad con la región, el estado y la nación. Todo eso en una superficie de 140.000 metros cuadrados y una extensión de cinco cuadras –sí, como se lee, cinco cuadras de longitud– a lo largo de la calle Mision. Estos datos dan cuenta de que esta obra es sin duda de características infrecuentes, pero a eso se agrega un diseño muy innovador.
Porque el estudio Pelli-Clarke-Pelli se propuso crear un proyecto de una fisonomía tan especial que dio como resultado una serie de espacios cautivantes y funcionales a la vez, lo que sin duda será a partir de ahora un fuerte polo de atracción en esta gran ciudad costera. En efecto, el Salesforce Transit Center revela, desde los croquis iniciales, el propósito de integrarse con su entorno, lo que logra a pesar de sus dimensiones y su notoria modernidad.
La suave ondulación de las fachadas hace que estas parezcan flotar sobre la calle y ablanda la habitual dureza de estos grandes edificios utilitarios. Esa piel ondulante es, también, de una urdimbre muy especial con sus perforaciones de rombos que forman una suerte de encaje metálico. Esto resulta translúcido desde afuera y desde el interior, lo que aporta efectos de luz por completo novedosos.
En este caso, tanto para los miles de pasajeros que llegan como para los que parten, la sensación espacial es a la vez amable y espectacular. El manejo de la luz y el color, los materiales elegidos y las texturas les regalan a los que arriben o salgan de viaje un regocijo estético y vivencial raras veces visto.
A nivel de la calle, se prevé que una serie de tiendas y cafés ya instalados van a dinamizar el vecindario y atraerán a visitantes con la originalidad de sus rasgos, además de las doce entradas a la estación, localizadas en puntos estratégicos del conjunto. Hay que destacar que este complejo edilicio no se limita a la función circulatoria que le dio origen, sino que responde criteriosamente a la concepción de usos mixtos que lo convierten en un gran centro de atracción para pobladores locales y turistas.
En este orden de ideas, los espacios abiertos y llenos de luz natural, con altos tragaluces que ofrecen brillo sobre columnas tubulares de acero, le dan a los interiores un clima vibrante y amigable que se expresa con lo que se da en llamar columnas de luz, de las que la más notable es la que conforma el Gran Hall de 36 metros de altura, que será el ámbito principal del público del Salesforce Transit Center de San Francisco.
La edificación cuenta con cuatro plantas, dos de las cuales están bajo tierra. La planta baja es la de mayor altura y hay un primer piso destinado a los vehículos automotores. En la planta del segundo subsuelo corren las vías férreas de trenes de corta, media y larga distancia. Las columnas de luz llegan desde la terraza jardín hasta el segundo nivel subterráneo.
Hay que destacar como pieza notoria de este diseño que, como se verá, tiene aspiraciones a destacarse por sus criterios de sustentabilidad, al parque de la azotea, de 2,2 hectáreas de extensión (420 metros de largo por 49 de ancho) y una configuración natural que incluye la gran variedad de especies vegetales del área de la Bahía de San Francisco, lo que incluye los clásicos robles y especies florales con espejos de agua, un parque infantil, un anfiteatro para mil espectadores, cafés y restaurantes, alternando con zonas tranquilas y serenas para el descanso y la lectura o el picnic, situaciones muy deseables en el vértigo del centro de la ciudad.
Este gran espacio verde que corona la edificación pone de relieve el serio compromiso de la Transbay Joint Powers Authority para asegurar la sustentabilidad del nuevo conjunto, que aspira a recibir la certificación Gold dentro del sistema de calificación LEED 2009. Por lo pronto, se calcula que el consumo anual de energía del complejo será hasta un 50 por ciento inferior a lo previsto en los estándares de eficiencia energética.
A través de muchos años, Pelli tuvo ocasión de superar etapas de revisiones estilísticas y de caprichos formales sin ceder a modas transitorias, atento siempre a las aspiraciones de la gente de su tiempo y a las posibilidades tecnológicas contemporáneas, para atender a sus deseos de manera armónica, eficiente y elegante. Dándole respuestas con su arquitectura.
Esta respuesta en San Francisco atiende con singular cuidado a una premisa del gobierno de la ciudad: estimular el uso del transporte público por encima de un hábito muy estadounidense, el automóvil, lo que revela una visión prospectiva de mucha agudeza. La inversión puesta al servicio de este emprendimiento urbano y arquitectónico demuestra que no es ilusorio prever un futuro bastante cercano con menos autos y más y mejores transportes colectivos.
Como recordé al comienzo, el arquitecto Pelli había presentado en la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires este proyecto en planos, dibujos y perspectivas de computadora. Y tal como sucedió antes con otras obras de su autoría (entre las cuales estuvo el aeropuerto de Washington DC) nos muestra ahora la obra terminada, con fotografías y público usándola y disfrutándola con visible sorpresa y placer. Me atrevo a afirmar que son más fascinantes las vistas de la realidad que las expuestas en el proyecto original, lo que no sucede muy a menudo.
En palabras de Pelli: "Para mí el arquitecto es un proveedor de servicios. Un servicio muy refinado, artístico, pero un servicio a la sociedad. Y estoy seguro de que se harían mejores ciudades si todos actuáramos de este modo". Como suele pasar en las pláticas que cada tanto mantenemos con el gran arquitecto argentino, la charla termina con dos palabras a mi cargo: "Tenés razón".