Un espacio para descansar alejado del ruido de la ciudad con mucha historia para contar
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La historia de los pueblos de Buenos Aires se escribe con vías de ferrocarril. Se debatía entre los andenes quién era el fundador: si el almacén de ramos generales que daba sentido al sitio donde establecer la estación, o si aquél crecía justo enfrente de la parada de la locomotora. A Azcuénaga, cuna de la galleta de campo, en la provincia de Buenos Aires y a sólo 90 km de Capital, llegó el abuelo Terrén de España y la historia comenzó. Allí empezó a trabajar. Fue haciéndose de a poco hasta que se convirtió en el dueño de un enorme almacén de ramos generales listo para abastecer el trajín que producía la histórica “Hacienda Posta de Figueroa”, del s. XVIII, distante a 8 km, visitada por Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga, entre muchos otros.
Un restaurante con más de 130 años de historia
Uno de los primeros comercios del pueblo fue justamente ese almacén de ramos generales -conocido entonces como Casa Terrén-, cuya primera razón social en Azcuénaga fue “Terrén y Castrillo” (el primero de ellos es hoy nombre de la avenida que separa al entonces almacén de la estación). José Terrén y Félix Castrillo se instalaron en 1885 como una sucursal del almacén El Sol, ubicado en la actual ciudad de Luján, donde hoy se levanta la santería de la Basílica. Poco a poco emergieron, como prolongación del proyecto inicial, un espacio mezcla fonda, almacén, restaurante y hotel. “Por entonces mi abuelo se casó -cuenta Lucas Coarasa, el heredero que revivió el proyecto de debajo de los escombros de la historia-, tuvo a mi padre y mi casa natal está aquí, a 100 metros”, señala con el brazo en alto desde la puerta del Almacén CT & CIA que funciona hoy como un restaurant de comida casera y parrilla. Se trata de un emprendimiento familiar con más de 130 años de historia que ya lleva más de 4 generaciones.
La familia trabajó toda su vida haciendo del sitio un referente de la zona. Después sobre fines de la década del ’60, la firma entró en una crisis económica muy fuerte, que los llevó a la quiebra- “Mi abuelo se desprende de gran parte de sus propiedades para cancelar las deudas -explica Lucas-. Con pena por haber perdido todo lo hecho, de un día para otro dejó de ser dueño”. Quedarían pocos años para que la herencia ausente recayera en Coarasa padre, ya con 10 hijos, quien sobrevive a la etapa de mayor decadencia del pueblo. Mientras festejaban el primer campeonato del mundo, se cerraba la estación de trenes de pasajeros. El último de carga fue sentenciado por la frase célebre: “ramal que para, ramal que cierra” a comienzos de los ’90.
Sin ferrocarril: los detenidos en el tiempo que buscan resurgir
Por un largo tiempo, entre el ’78 y el ’93, el espacio histórico del almacén de ramos generales y todas sus ampliaciones posteriores permanecieron en un proceso de quiebra. Las áreas se detuvieron en el tiempo. A tal punto que durante los ´80 se hizo un espacio escenográfico muy buscado. Por ejemplo, aquí Alberto Migré filmó la mítica “La extraña dama” y “Ricos y famosos”. Los propietarios de entonces ya no pudieron sostener el espacio y remataron todo al valor del inmueble. Para entonces muchas joyas históricas desaparecieron. La propiedad pasó a manos de Cargill que, por entonces, era el mayor acreedor.
Azcuénaga vivía en otro contexto de ruralidad, donde el concepto de escapada no se había desarrollado, y los viajeros buscadores de estas aventuras eran forasteros señalados con las miradas inquisidoras de los locales. En ese contexto, Coarasa padre decide honrar la memoria familiar y recupera la propiedad que la empresa propietaria quería abandonar. Comienza la historia nuevamente de cero, ya con una mirada posmoderna de turismo rural de vanguardia de comienzos del nuevo siglo. “Su sueño -dice Lucas- era volver a darle vida a este sentido lugar familiar”. Sus ideas fueron heredadas, no llegó a ver la obra completa, pero sus hijos aprendieron a salir de la condena del olvido y ostracismo de aquél páramo. “Tenemos la gran fortuna de encontrarnos en la primera franja rural después de las grandes zonas urbanas, pero a la vez estamos en el medio del campo a una hora del obelisco”. Con la accesibilidad de dos autopistas a pocos pasos (la 8 y la 7), empezaron a convertirse en tendencia las visitas de turismo rural de aquellos que buscan aire libre y tradiciones calmas para experimentar sus días libres. Con la transformación del turismo en general: la segmentación de las vacaciones, el afán por la mayor cantidad de mini viajes y de conservar cierto aire de curiosidad, los fines de semana empezaron a ser un boom en la zona. “El turismo rural no existía -cuenta Lucas-, pero cuando comenzó a nosotros no nos tomó por sorpresa, porque ya habíamos comenzado la revalorización de nuestro espacio familiar. No fue con el objetivo en que luego se materializó, sino más bien con la idea de honrar la memoria del pueblo”. Pero, de pronto, empezó a haber una demanda que generó la oferta. Se entusiasmaron con la idea de jugar a que tenían un restorán y en un mes cumplen 10 años.
Un polo gastronómico y un pueblo para quedarse
El Almacen CT&cia. se convirtió en restaurant familiar, para encontrar algo más que un plato de comida. Preservan el ambiente rústico, acogedor y familiar de la zona, con recetas típicas y platos autóctonos. Se pueden ver los libros contables que datan de 1885. El criterio de los Coarsa contagió al resto y la zona se convirtió en polo gastronómico atendido por empleados locales. En la cercana estancia La Merced, se encontraron por última vez Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga. El presidente Roca era un asiduo visitante del pueblo, en su paso hacia la estancia La Argentina. En el barrio grande de San Andrés de Giles se dibujan unas vacaciones de turismo a menos de 100 kilómetros que es una perla para estos tiempos.
El Pentágono, en Cucullú (la localidad nacional de la fiesta del hornero, con su majestuosa cantidad de hornos de ladrillos), otro de los parajes de Giles, es un hallazgo de auténtica experiencia de turismo de estancia en la que sentís que va a tu casa. Vivir, de pronto, como dueño por un rato de una casa en el medio de la pampa húmeda, productiva bonaerense, es un valor diferencial del proyecto que hace de la experiencia un valuarte exclusivo. Antiguas familias de campo, viajeros curiosos, citadinos empedernidos, turistas extranjeros... el interés por darse una panzada de campo real es variado. Además, puede transformarse en una estadía para vacacionar en este tiempo donde estar cerca es prioridad.
La casa que te aloja es enorme. Se encuentra dentro de un campo de 200 hectáreas a 5 km aproximadamente de San Andrés de Giles, y tiene una capacidad de hasta 8 personas. Desde las ventanas saludan las cabezas de ganado en las distintas etapas de crecimiento, desde el nacimiento, la re cría y hasta el engorde final. La recorrida permite deambular plantaciones con soja, maíz, trigo... Las caminatas imbuyen en la serenidad del lugar y promueven el avistaje de la fauna autóctona.
Allí a un par de kilómetros espera un tránsito calmado en el centro del pueblo. Almacén Gallo se impuso con la tradición de los hermanos Jorge y Bartolomé que a fines de 1800 se instalaron en un paraje parecido a su pueblo, Cuneo, en el Piamonte de Italia. Gran parte de lo que el pueblo tiene en su centro hoy son obras o terrenos donados por los Gallo. Hace tres años, el heredero, Rodolfo Gallo, reinventó el espacio. Recreó el almacén dotándolo de recursos de vanguardia (como la propuesta de productos vegetarianos o celíacos, o encurtidos únicos), pero conservó toda la delicadeza de la historia. Comer en su patio interior, mirando al molino de origen alemán, transporta en el tiempo. Su gastronomía es simple, auténtica y con pequeños toques de chef que se precia.
Laguna Club es un complejo de Deportes Acuáticos ubicado en la zona donde se puede practicar wakeboard cable, SIP, kayak, kite surf entre otros. Disponen de un parador de playa con comidas y bebidas. Otra posibilidad es stand up paddle en Laguna de las Pampas. Lo genial de esta actividad (que ya paso a ser un deporte) es que hay una disciplina para todos los gustos: carreras, travesías, river, pesca, surf y yoga.
Si de turismo de cercanía se trata se puede visitar La posta de Figueroa, donde se firmó la carta entre Rosas y Quiroga en la hacienda de Figueroa, una de las páginas doradas de la vida política nacional. Villa Espil ofrece una mateada disfrutando de su frondosa arboleda; en tanto Villa Ruiz está repleta de restaurantes de campo, pose una de las capillas más valoradas de la zona y su estación impacta dominando la calle central. En Solís espera la Capilla de Nuestra Señora de Lourdes.
Todo esto sucede apenas a una hora de Capital, lo que permite una jornada que derrumba el espíritu con la imponencia del atardecer. Un sitio que imprime, como en la yerra, ánimo de volver o de quedarte.
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