El parque, antiguo campo de la familia Pereyra Iraola expropiado por Perón, fue nombrado Reserva de Biósfera por la Unesco en 2008; activistas y vecinos denuncian abandono estatal y falta de cuidado de los visitantes
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La primera impresión es engañosa. La entrada principal al Parque Provincial Pereyra Iraola, a pocos metros de la autopista Buenos Aires-Mar del Plata, parece la de un castillo medieval europeo. Atravesando un arco con torres y almenas de piedra, un camino asfaltado abre paso al predio de 10.248 hectáreas de jardines y bosques, que cruza los partidos de Berazategui, Florencio Varela, Ensenada y La Plata, y es considerado el lugar con mayor concentración de biodiversidad de la provincia bonaerense.
Pero, al entrar al parque, el panorama cambia. Las bolsas de basura rebalsan de los tachos y los baños del primer sector, clausurados desde hace años, están tapados de residuos. Pero la suciedad no se limita a áreas específicas: en medio del bosque, las botellas de plástico, los envases de vino en cartón, los pañales y los trozos de papel higiénico ya son parte del paisaje. A estos se suman, dispersos por el terreno, varias cajas con gallinas descuartizadas y resecas junto a otros objetos asociados a rituales umbanda.
“Esas cajas las vas a encontrar siempre”, afirma, despreocupada, Corina Sampallo (35), mientras sus hijos y sobrinos corretean por el parque. Ella vive junto a su familia a unos 20 minutos en colectivo del parque, en Berazategui. Hoy, se acercó para festejar el cumpleaños de su marido, que improvisó una fogata para la familia. “Está sucio, sí. Recién fuimos a buscar ramitas al bosque y nos encontramos con más de 20 cajas de vinos tiradas. Pero es lindo. Y no sabés lo lindo que era cuando yo era chica: todo verde, limpio, el pasto bien cortado. Ahora, el principal problema es que los baños están clausurados. Entonces la gente que viene a pasar el día tiene que ir al bosque a hacer sus necesidades”, suma.
Según pudo saber LA NACION, los baños de este sector del parque, el más concurrido los fines de semana, están inhabilitados desde hace al menos ocho años. Pero, al parecer, algunas personas los siguen utilizando como tal. En los cubículos del sector femenino, donde antes había inodoros, hoy hay residuos acumulados y rodeados de insectos.
De moderna estancia productora a la expropiación de Perón: la historia del parque
El Parque Pereyra Iraola es el más grande de la provincia. Su dimensión solo se entiende cuando se llega a conocer su historia. Este predio de más de 10.000 hectáreas solía tener dueños. Perteneció a la familia Pereyra Iraola hasta 1949, cuando el gobierno de Juan Domingo Perón decidió expropiarlo para abrir, un año más tarde, el “Parque de los Derechos de la Ancianidad”. Luego del golpe militar del ‘55, el lugar tomó su nombre actual.
Antes de ser adquiridas por la familia Pereyra, la antigua estancia Las Conchitas había pertenecido a doña Juana Rita Pinto de Ximenez. Una vez en manos de Simón Pereyra -casado con Cyriarca Iraola-, las tierras tomaron el nombre de Estancia San Juan, la cual fue heredada por el único hijo del matrimonio, Leonardo, pionero en la modernización del campo argentino y cofundador de la Sociedad Rural Argentina.
El hacendado subdividió las tierras creando una segunda estancia, la estancia Santa Rosa, en cuyo casco hoy funciona una sede del Ministerio de Desarrollo Agrario de la Provincia de Buenos Aires. Dentro del mundo agropecuario, Leonardo Pereyra es conocido por haber traído al país, desde Inglaterra, el primer toro Hereford Puro de Pedigree. También es responsable de la forestación del predio, iniciada hace 150 años. Entre otras especies, plantó 12 Agathis Alba.
Hoy solo uno de estos ejemplares sigue en pie. Además de ser el único en todo Sudamérica, el particular árbol es uno de los principales atractivos turísticos del parque. En 1992, este ejemplar, bautizado como Árbol de Cristal -porque en las noches de luna llena su particular resina refleja la luz nocturna, haciendo que el árbol parezca de cristal- fue declarado Monumento Natural por la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia. Sin embargo, en 2020 fue vandalizado por visitantes, que hicieron numerosas inscripciones con aerosol alrededor de su tronco.
Realidad actual: incendios, intentos de tomas y reacción vecinal
Hoy, el parque, declarado Reserva de Biósfera por la Unesco en 2008, está subdividido en tres sectores. Mientras que los dos más cuidados y con mayores restricciones a los visitantes (la zona núcleo y la zona de amortiguamiento de la reserva) están a cargo del Ministerio de Ambiente, la tercera sección, conocida como “zona de transición”, donde actualmente se instala la mayor parte de los visitantes, es responsabilidad de la cartera de Desarrollo Agrario.
Más allá de las restricciones de uso propias de cada sector, para no perder el status otorgado por las Naciones Unidas, el lugar debe cumplir con determinados requisitos básicos en todos sus sectores, como, por ejemplo, la conservación de las especies nativas y el mantenimiento de un entorno ecológicamente amigable. Con ese objetivo en mente, la gestión actual, que asumió hace casi tres años, creó un Comité de Gestión de la Reserva de Biósfera.
A pesar de ello, actualmente los requisitos básicos de limpieza y preservación no se cumplen en las zonas de uso público, donde los visitantes acostumbran a prender fogones y a hacer asados que ya en varias oportunidades han ocasionado incendios. “La gente hace fuego en cualquier lado, hasta sobre las raíces de los árboles. Por eso los incendios son muy comunes. Hace unos días, un árbol que se cayó de lo quemado que estaba. Hay guarda parques, pero no alcanzan. Yo creo que el gobierno debería hacer un lugar para parrillas”, afirma Yésica Franco (37), niñera, estudiante de fotografía y vecina del barrio de Ingeniero Allan, Florencio Varela. El mayor incendio tuvo lugar en diciembre de 2021, cuando las llamas, cuyo desencadenante aún se desconoce, redujeron a cenizas más de 150 hectáreas de bosque de eucaliptos y plantas nativas.
Desde hace dos año que Yésica Franco es miembro del grupo vecinal Cuidemos el Parque, del que participan 9 personas. Todas ellas se reúnen cada miércoles y viernes en el parque para, entre otras tareas, limpiarlo y separar los residuos. Luego, entregan los materiales reciclables a un grupo de bomberos voluntarios, que los llevan a una planta de tratamiento. Pese a su dedicación, sus tareas, dice, nunca son suficientes.
“No tendríamos que hacer esto, pero lo hacemos igual, por amor al parque. Yo me crié ahí. Todos los vecinos nos criamos ahí”, afirma. Y suma: “Cuando era chica, era otra cosa. Jugaba entre las cañas con mis primos. Mis hijos, que ya son mayores de edad, también jugaban ahí. Ahora te metés en el cañaveral y es pura mugre. Como no hay baño, la gente hace sus necesidades ahí. Hay dos problemas: el gobierno no se hace cargo y los vecinos no cuidan”.
Emiliano Cucciufo, director provincial de Innovación Productiva, Extensión y Transferencia afirma que la reparación de los baños de este sector del predio está en agenda y será ejecutada cuanto antes. “Ya habilitamos baños en otros sectores. Por ejemplo, abrimos el centro de atención al visitante, que esta cerca del Casco Santa Rosa. Ahí hay baños. Cuando llegamos al gobierno, este centro estaba cerrado”, explica. El Comité de Gestión, dice, ya ha avanzado con otros proyectos, como el mejoramiento de los caminos internos y la colocación de tachos de residuos diferenciados, para poder reciclar.
Su gobierno deposita parte de la responsabilidad del estado actual del parque en la gestión anterior. “Cuando llegamos, nos encontramos con un panorama de desinversión y desmanejo”, afirma Cucciufo. Según él, el personal del ministerio recoge los residuos del parque todos los días. “Se hace un esfuerzo enorme para que esa basura se disminuya al máximo”, asegura.
En noviembre del año pasado, los guardaparques y oficiales del destacamento policial del predio lograron frustrar un intento de toma de tierras por parte de un grupo de personas. Los hechos ocurrieron en el sector que pertenece a la localidad bonaerense de Gutiérrez, en Berazategui. “Se retiraron no sin antes amenazar que, como no les permitimos instalarse, volverían con 50 familias de la agrupación a la que pertenecen”, escribieron los uniformados en un comunicado oficial. En el informe, dieron a entender que ya habían ocurrido otros intentos de apropiación de terrenos en el pasado.
Además de incendios e intentos de tomas, existe una tercera problemática que atenta contra la integridad del parque: la extracción ilegal y clandestina de leña. Según la cartera de Desarrollo Agrario, evitar estas extracciones y los incendios son algunas de las prioridades del Comité. Los vecinos y activistas entrevistados, por su parte, reclaman una mayor presencia de guardaparques y efectivos policiales. Los actuales, dicen, no son suficientes.
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