"Este pibe va a dar que hablar". Con estas palabras el neonatólogo que siguió los primeros días de vida de Agustín Lasia Draiman les describió a sus padres el asombro por la rápida recuperación que su hijo había tenido tras una hipertensión pulmonar que lo llevó a un paro cardiorrespiratorio por lo que lo habían tenido que revivir.
Estas siete palabras que pronunció el médico quedaron resonando en la cabeza de Silvina y de Roberto, los padres de Agustín, aunque en ese momento en lo único que pensaban era en regresar lo antes posible los tres a casa. Sin embargo, pasarían muy pocos años para que aquella premonición comenzara a hacerse realidad.
"Me enamoré por completo del piano y decidí que quería aprender"
"Todo esto empezó un poco antes, ya que desde muy chico tengo recuerdos de escuchar a mi tía tocar el piano, siempre música clásica. Me acuerdo que me enamoré del piano al escuchar obras de Chopin tocadas por ella. Luego, a mis cinco años, le regalaron un piano de juguete a mi hermano mayor para el colegio. Es ahí cuando por primera vez toqué uno, me enamoré por completo y decidí que quería aprender".
De esta manera Agustín Lasia Draiman (18) recuerda cómo fueron sus primeros pasos como pianista aunque seguramente en ese momento, siendo tan chiquito, no se imaginaba que iba a llevar su música por auditorios tan reconocidos, ni mucho menos que sería considerado como uno de los mejores pianistas de su edad.
"Le regalamos un piano de juguete a su hermano mayor que nunca usó. Un día, Agus tomó el piano y empezó a sacar temas con mucha facilidad y a pedirnos que lo lleváramos a estudiar. Mi primera respuesta fue que no porque cada uno de sus hermanos me pedía algo diferente (son cuatro), pero como él siguió insistiendo y cada vez sacando más temas lo tomé en serio y busqué a su primer profesor, que conocimos de casualidad en un concierto", recuerda Silvina Draiman, su mamá.
Melodías que sacaba de oído con un dedo
Agustín cuenta que de niño le llamaba muchísimo la atención el poder "crear cosas tan lindas" a través del piano. Al conocer algunas obras, tenía curiosidad, ganas y la necesidad de tocar. "A esa edad lo único que tocaba eran melodías que sacaba de oído con un dedo. Además, tocaba pequeñas melodías que me enseñaba mi papá. Por ejemplo, recuerdo que me enseñó Para Elisa de Beethoven, pero solo con la mano derecha, ya que así lo tocaba él. Yo sentía mucha diversión, era el mejor juguete que hubiera podido tener. Podía hacer lo que quisiera, las melodías que quería las tocaba, me gustaba muchísimo. Luego, cuando comencé a tomar clases, empecé a entender más la música, a disfrutarla cada vez más. Me daba cuenta de lo increíble que se sentía tocar en serio".
En un viaje en un crucero, cuando Agustín apenas tenía nueve años, recuerda su mamá, él vio que había un piano e inmediatamente pidió pasar para tocar. "Cuando empezó a tocar se empezó a aglomerar la gente, todos sacándole fotos y filmándolo. No lo podían creer. Cuando terminó el viaje, la gente se acercó a pedirle su nombre para anotárselo y un día poder contar que lo habían escuchado de chico", se enorgullece Silvina.
"Fue en ese entonces cuando empecé a comprender todo y a amar cada vez más el piano"
En su historia como pianista, Agustín rescata a dos maestros que le cambiaron la vida. El primero fue el Profesor Emiliano Barreiro, con quien dio sus primeros pasos y quien le contagió un fuerte amor por la música y, al mismo tiempo, una gran curiosidad por adentrarse en la vida de algunos compositores, su historia y escuchar cada vez más la música de aquellos a los que, quizá, en ese momento no conocía.
Luego, a los 13 años, ingresó al Conservatorio Astor Piazzolla y empezó a estudiar con la profesora María Teresa Criscuolo, con quien sigue tomando clases. "Ella es quien me puso los pies sobre la tierra. Fue en este período en el que caí en la realidad de que la música conlleva muchísima responsabilidad, esfuerzo y perseverancia. Una vez me dijo: ´No importa el talento que uno tenga si no se lo iguala con esfuerzo, dedicación y mucha perseverancia´. Fue en ese entonces cuando empecé a comprender todo y a amar cada vez más el piano", confiesa.
"Notaba que lo tomaba con mucha seriedad, que cada vez tocaba mejor. Alguna vez me acerqué a su habitación creyendo que estaba escuchando un video de algún pianista y me asombraba ver que era él el que estaba tocando", cuenta su mamá.
"Los conciertos significan una de las cosas más hermosas en la vida"
Agustín toca solo música clásica, su gran pasión. Y a medida que va creciendo como pianista se va convenciendo de que es muy importante tener un repertorio bastante amplio, conocer a todos los compositores y sus diferentes estilos.
"Cuando entré al Conservatorio, mi profesora nos hacía tocar la mayor cantidad de audiciones por año, lo cual nos servía de una forma extraordinaria porque nos encontrábamos con ese momento, un concierto en público, que nos ayudó a sacar esos primeros nervios que uno tiene las primeras veces que toca".
En el transcurso de los años Agustín tocó en distintas salas del AMBA como, por ejemplo, el CCK, el Colegio de Abogados de la Capital Federal, el auditorio San Francisco de Asís (Catedral de la plata) y el Templo Libertad. "Para mí, los conciertos significan una de las cosas más hermosas en la vida. Salir al escenario con el aplauso del público, luego tocar, poner todas tus emociones ahí, levantarse y escuchar que al público le gustó, agradeciéndote con otro aplauso. Yo creo que es uno de los momentos más hermosos en la vida de un músico".
"Lo imagino dando conciertos por todo el mundo"
Agustín no podría dedicarse de lleno a su profesión si no fuera por el apoyo y por el aguante de su familia que desde muy chiquito lo acompaña llevándolo a las clases de piano y, obviamente, disfrutando en cada uno de sus conciertos. Sus padres y sus hermanos están orgullosos ya que es considerado como uno de los mejores pianistas de su edad.
En abril de este año Agustín viajará a Europa para continuar con sus estudios universitarios de piano (Intérprete de Música Clásica) donde seguramente seguirá aprendiendo, creciendo como pianista y deleitando al público con su música.
"Me gustaría seguir disfrutando de la música, seguir haciendo lo que amo. Por supuesto, terminar mis estudios, poder seguir dando conciertos y también dedicándome a la enseñanza ya que es algo que también me gusta mucho", se ilusiona.
Por último, su mamá, a quien obviamente se le cae la baba cuando habla de su hijo, se imagina y sueña con un hermoso futuro para Agustín. "Lo veo llegando a lo más grande y dando conciertos por todo el mundo".
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