La comicidad de los personajes de Juana Molina marcaron una etapa televisiva que ella recuerda hoy: los inicios con Castello y Abrevaya; la relación con Gasalla y su deseo de trabajar poco y ganar mucho
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Juana Molina tenía escasos veintipico cuando fue “Juana y sus hermanas”. Argentina Televisora Color (ATC) la lanzó al estrellato. Sus imitaciones eran comentadas en la calle, que buscaba identificarlas con tal o cual personaje de la realidad nacional. Así fue la modelo Marcela Balsam, con su boca botoxeada y su flequillo desmechado; Flor de Li, la joven oriental a la que aún no reconocíamos como estereotipo porque los supermercados chinos no habían desembarcado en su totalidad; la cosmetóloga Gladys, igual a todas las conductoras que en los canales de televisión por cable compartían pantalla con el potus. También fue Stefi Grasa, la tenista a la que tanto le costaba expresarse; la psicóloga, Ruth; la profe de gym, al mejor estilo de María Amuchastegui. Yesica Yoni, Judith, Lulú, Roxana. Fue todas ellas, incluso alguna más, y a su vez ninguna, fue un boom que le valió el Martín Fierro a Mejor Labor Cómica (1991).
“Mis personajes eran todo lo que no soy. Desde chica cuando tenía que decir algo que me costaba también lo decía como un personaje. Haciendo orden, un día encontré unas cartas de una amiga del colegio en París que se acordaba de mis personajes. Cómo contestaba a los profesores cuando estaba en problemas…Mi viejo y toda la familia paterna era igual. Iba al almacén conmigo o mi hermana y le decía a la almacenera…¨dame un pancito, pero este no que está muy blanquito…éste tampoco que está muy quemadito…éste si…que es divino”, y nosotras nos queríamos morir de vergüenza. Si hasta llegó a entrar a mi escuela haciéndose pasar como un espástico”, recuerda hoy, con 58 años, treinta años después de aquel éxito que le permitió saltar a la popularidad en cuestión de meses.
Una familia muy histriónica
- Tu papá vivía de la música pero era un actor nato (NdeR: sus padres son el cantante y guitarrista Horacio Molina y la actriz Chunchuna Villafañe)
- Mi familia era muy histriónica. Familia de actores…mi abuela Mamana volvía a casa del cine, era la mayor de cuatro hermanos, y les actuaba toda la película, íntegra. Y así mis primos, tíos, todos…
Juana fue actriz como una forma de ganar dinero para hacer música, que era lo que más le gustaba en la vida ya desde muy joven. Su tío trabajaba como productor audiovisual, y un día, sabiendo de sus habilidades, la convocó para grabar un piloto de un programa en la tele que iba a protagonizar Roberto Petinatto, y donde tenía que hacer de su esposa. Pero tenía tan poco parlamento, que propuso inventar unos personajes que interpretaba esa mujer cuando se quedaba sola en su casa. Se iba a llamar “Superargento” y nunca salió al aire. Pero le sirvió a ella para tener su primer demo.
“¿Pero quién te crees que sos, la reina de Java?”
“Una amiga me había subalquilado su depto porque se había ido a vivir con el novio y mas o menos me las arreglaba, pero un día eso se acabó y ahí dije…podría trabajar en la televisión para tener con qué vivir y no tener que trabajar todos los días. Entonces me puse a ver qué había en la tele, buscando dónde ubicar mis personajes del demo (la psicóloga, la concheta, la tenista)”. Así descubrió “La noticia rebelde”, otro célebre ciclo de los ´90 que revolucionó la forma de analizar la actualidad a través del humor y que era conducido por Jorge Guinzburg, Carlos Abrevaya, Raúl Becerra, Adolfo Castello, y producido por Nicolás Repetto.
- ¡Mirá qué actitud! Picaste alto…
- Mi psicoanalista de ese momento, cuando le dije que quería trabajar pocas horas y que me pagaran bien me dijo: “¿Pero quién te crees que sos, la reina de Java?”.
- ¿Y entonces?
- Me mandé a “La Noticia Rebelde”, en la oficina estaba Castello (era una oficina de porquería, porque ATC era increíble pero lo demás era una porquería), y le dejé el video. Le dije: “Tengo algo que creo puede servir en este programa”. Ni se me ocurría que debían ir un montón de otras personas con el mismo speech. Y bueno, me dijo que volviera en una semana. El tema es que me hizo volver como dos o tres veces, porque nunca lo había visto. Y me empecé a calentar.
- ¿Cero chapeo con tus viejos?
- Lo último que yo quería era chapear con soy la hija de…. Cero. Bueno, me calenté y me terminé llevando el video. “No te pongas así”, me decía Castello. Pero vos me hacés venir mil veces, me haces perder el tiempo…Bueno, me fui. La cuestión es que una noche voy con una amiga a un club de jazz que estaba en Federico Lacroze y Luis María Campos, Shams, y en la mesita de al lado, estaba él. “Hola, che, no volviste más”, me dice. Y me insiste con que se lo lleve el lunes. Y volví, se lo dejé, lo vio, le gustó, pero se lo pasó a Nico. Y me tuvieron otra vez dando vueltas y vueltas. Finalmente me ofrecieron que sea notera en la calle. No sabía hacer eso…lo hice horrible. Y me le quejé: “vine por otra cosa”. Bueh, la cuestión es que le insisto con que mis personajes iban geniales para un espacio del programa que se llamaba La TV trucha. Y finalmente compraron. Me puse a trabajar con Abrevaya y Castello para definir un poco más los personajes, y arrancamos.
- ¿Con cuál arrancaste?
- Con la tenista. Abrevaya la llamó Stefi Grasa, que no me gustaba mucho porque me parecía un poco obvio, pero lo dejé. Nunca me gustó eso de relacionar a mis personajes con alguien en particular. Lo mío era crear un estereotipo y punto.
El programa rápidamente se convirtió en un éxito. Se sentía una genia. Trabajaba solo los lunes, grababan para toda la semana, y el resto de los días se dedicaba a su música. Y tenia para pagar el alquiler. Pero antes de los dos meses de emisión, la llamó el humorista Antonio Gasalla para que también estuviera en su programa. Y así pasó de ensayar una vez por semana, a tener que grabar otros dos más, y los ensayos… Juana recuerda ese momento como una “bola de nieve que se iba haciendo cada vez más grande” y a la que en un momento decidió parar.
La relación con Antonio Gasalla: “Sólo quería que él se divirtiera”
“Con Antonio nos llevábamos re bien. Yo actuaba para él. Le veía en los ojos como le gustaba lo que hacía y eso me daba mucha manija. Solo quería que él se divirtiera”, recuerda Juana de esos inicios. Al poco tiempo, la llamó Fernando Marín, por entonces vinculado a Canal 13, y le ofreció hacer su propio programa al año siguiente. Juana se lo contó contenta a Gasalla, y ahí terminó el idilio. “Empezó a no ponerme más, bajó la cortina en vez de decirme: ¨che, no te vayas, vemos qué podemos hacer”. Tuvieron que convivir todo un año en la tele, y hacer temporada en Mar del Plata, donde Juana conoció a Verónica Llinás, que ya se había sumado al staff televisivo.
“La Llinás me invitó a un campo que tenía el padre, y me subí a un caballo que el viejo tenía prohibido prestar. Nadie me dijo nada. Y se me disparó y empezó a cabalgar hacia la ruta. Me tuve que tirar, y me rompí el tobillo. Resultaba entonces que estaba re mal, que Gasalla me trataba mal, y encima lo del pie…Entonces, renuncié. A partir de ahí, no me quiso más. No me volví a cruzar nunca más. Cuando gané el Martín Fierro lo fui a saludar y me maltrató. Lo lamenté mucho porque yo lo amo.
- ¿Y ahí paraste?
- Se había comenzado a hacer agotador. Tenía la cabeza en otra cosa. Me empecé a acordar de la razón por la que había empezado a hacer tele: tener una entrada de guita para dedicarme a la música. Se me había ido de las manos. Todo un proceso de reflexión que coincidió con que tuve que hacer reposo por el embarazo. Y ahí dije: “Qué estoy haciendo, si mi objetivo era hacer música”.
- ¿Cómo te gustás más? ¿Cómo actriz o como música?
- Ser música es justamente lo opuesto a lo de los personajes. Ahí soy solamente yo. Ahí si que no hay nada de nadie. Es mucho más expuesto. Con los personajes estoy protegida. Algunos guiones fueron bárbaros, otros menos. Pero el personaje siempre está. Es invulnerable. Estoy en el escenario y me podés decir cualquier cosa, lo peor, y a mi lo único que me hace es ponerme más y más fuerte, y contestarte algo que te deje así de chiquitito. Para mi lo mejor de Juana fue el vivo en Punta del Este. El show era un fuego.
- ¿Y como mamá de Francisca qué tal sos?
- Si tuviera una hija ahora sería distinta. Fui un poco castradora. Muy exigente, pobre. De eso me di cuenta porque hay muchas grabaciones, donde estoy tocando la guitarra, y ella cantando y yo no dejándola ser. Tampoco es para tanto pero bueno…Igual creo que es fundamental que los chicos tengan límites, hoy se le cambió el significado a la palabra límite pero son claves para que ellos se sientan cómodos. De nena tenía una amiguita que era fatal, la tenía sometida. Un día no la dejé ir a jugar a la casa y resultó que después de la sorpresa por el no, Francisca andaba feliz. Ella no podía decir que no. Ahí me di cuenta que el no es clave. Otra vez me pidió jugar con algo que no se porque no quería prestarle y le dije que no. Se fue y al rato volvió y me preguntó por qué no.
- La dejaste pensando…
- La primera palabra que dijo fue “frágil”. Ella señalaba las cosas con el dedo para saber si podía o no agarrarlas. “¿Frágil?, me preguntaba.
- ¿El dinero mejor gastado?
- Malgasté plata en cosas que necesitaba para mi estudio de música. En general cuando las cosas me las recomendaban otros, eran malas compras. El estudio está en casa. Grabé mis ocho discos ahí pero entrás y no te das cuenta que estás en un estudio. A mi me sirve. Ahora estamos reeditando Segundo, que fue el disco que vino después del debut con Rara, el que editó Gustavo Santaolalla en 1996. Segundo cumple 21 años y decidimos agarrar las mezclas originales, las de antes de masterizar, y prepararlas especialmente para vinilo. Ahí hizo un buen trabajo Daniel Osorio. Va a salir dentro de muy poco tiempo. Viene con un libro con la historia del disco que escribió Roque Di Pietro. Lo produjo Mario Bustin González.
- ¿Volverías a hacer Juana y sus hermanas versión siglo XXI?
- No podría repetir esos personajes porque ya no existen. No sé si ahora tengo esa mirada tan crítica. Igual de repente aparece alguien y yo me enciendo, me sigo encendiendo. Ayer vimos un video de un peluquero…tengo que hacer el programa ya, pensé. No sé si funcionaría en un formato de televisión…tal vez en algún canal de streaming. Aunque el humor necesita del feedback inmediato porque es la única manera de estar seguro de que no te estás equivocando.
- ¿Cómo pasaste la pandemia?
- Mucha quietud. La re llevé. Ahora la inercia que me mantiene en la quietud. Es que durante unos meses tuvimos permiso de no hacer nada. Para muchos fue un momento de mucho relax, como un changüí.
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