El 17 de marzo de 1992 un coche bomba destruyó la sede diplomática ubicada en el barrio de Retiro; la propiedad había sido construida a principios de siglo XX por el arquitecto Alejandro Virasoro
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En un instante, la imponente casona de tres plantas con escaleras de mármol, alfombras persas, jardín de invierno y pisos de roble francés, quedó reducida a escombros. El 17 de marzo de 1992, hace exactamente 30 años, a las 14:50, una camioneta Ford F100 conducida por un suicida y cargada con explosivos hizo volar la esquina de Arroyo y Suipacha. Allí, en el corazón del barrio de Retiro, funcionaba la Embajada de Israel. El primer atentado del terrorismo internacional en la Argentina dejó 29 víctimas fatales (22 identificadas) y 242 heridos.
La casa fue construida, en 1925, por el prestigioso arquitecto Alejandro Virasoro, uno de los principales exponentes locales del Art-Deco, creador de obras monumentales como el edificio La Equitativa del Plata, en la esquina de Florida y Roque Sáenz Peña, o la Casa del Teatro, sobre la avenida Santa Fe. La diseñó para que sea residencia del aristócrata porteño Enrique Lastra.
Allí, a mediados del siglo XX, se constituyó en la sede diplomática, luego de que la Argentina reconociera, el 15 de febrero de 1949, a Israel como Estado soberano.
La llegada del primer embajador de Israel al país generó grandes expectativas. Quien ocuparía el cargo era Jacob Tsur que residía en Montevideo. Semanas antes de mudarse a Buenos Aires, pasó unos días en Punta del Este. Allí dos argentinos, Elías Teubal y Simon Mirelman, le comunicaron al diplomático que junto a un reducido grupo de amigos comprarían un lugar para ponerlo a disposición del Estado de Israel. Negociaron con sus nuevo propietarios, la familia Mihanovich.
Fue así como el primer embajador se instaló junto con su familia en la casa ubicada en Arroyo 910. “Había pertenecido a un potentado de Buenos Aires, descendiente de una de esas familias que, antes de la Primera Guerra Mundial, solían viajar en el verano a Europa en vapores de lujo y llenar los balnearios de moda de la costa francesa. Los días de grandeza habían pasado y quien vivía últimamente en la casa era un anciano, solitario, que tenía a disposición un lujoso edificio de tres pisos”, dijo Tsur en un extracto de Cartas Credenciales publicado en la edición “20 años del atentado a la Embajada de Israel en la Argentina”. Los mecenas entregaron a Vera Tsur, esposa del diplomático, una chequera firmada para que compre los muebles con una condición: “que todo sea de lo mejor y no ahorre”, le dijeron.
Luego de algunas remodelaciones, con una imponente araña de cristal que pesaba 300 kilos en la recepción y alfombras adquiridas en la representación del Reino de Persa, el 23 de abril de 1950 se inauguró oficialmente la Embajada y se convirtió en un lugar de importantes celebraciones y encuentros de la colectividad judía, como la visita en 1969 de David Ben Gurión, considerado el padre fundador del moderno estado israelí y ex Primer Ministro.
En el primer piso se encontraban las oficinas de la Embajada, en el segundo la recepción donde se realizaban las reuniones y fiestas y en el tercero estaba la vivienda del embajador que años años más tarde, se trasladó a otra dirección y allí se dispusieron más oficinas para la representación. Lindero a la embajada, en Arroyo 916 funcionaba el consulado.
“Mi madre colocó, en la entrada, un gran candelabro de siete brazos y, a ambos lados de la escalera, con la roja alfombra diplomática, dos esculturas de un pionero y una pionera de Israel... Nuestra familia residía en el tercer piso. El departamento era de amplias medidas. En el baño había una bañadera de mármol negro y espejos, grandes y curiosos. Los salones de bienvenida, ubicados en el segundo piso, eran amplios y festivos”, recordó Muki Tsur, hijo del primer embajador, en la edición “20 años del atentado a la Embajada de Israel en la Argentina”.
Los pioneros fueron destruidos por el atentado, pero el candelabro (o Menora, uno de los símbolos más antiguos del judaísmo y que aparece en el escudo de Israel) sobrevivió intacto al ataque y hoy se exhibe en la nueva Embajada, ubicada en avenida Mayo, como una alegoría de permanencia. Otra de las cosas que llamativamente sobrevivieron al ataque fue la araña de cristal del salón principal, que había sido un regalo del propietario anterior de la vivienda al Estado de Israel. Actualmente, la araña se encuentra en una sinagoga de Estambul.
Uno de los sobrevivientes del atentado fue el arquitecto Gabriel Pitchon, que estaba a cargo de la dirección de la obra de remodelación que, en ese tiempo, se realizaba en la embajada. “Yo había ganado un concurso de arquitectura para remodelar la parte consular. Era una obra importante porque la idea era agrandar ese lugar. La casa era maravillosa. Nosotros íbamos a hacer esa obra, pero todo se mantenía en valor. La obra comenzó en noviembre de 1991 y tenía que terminarse el 6 de mayo de 1992 porque se festejaba el día de Independencia de Israel en la Embajada. La duda siempre había sido si llegamos o no para esa fecha, pero después el universo hizo que nada de eso importara...”, dice.
Ocho años después del atentado, en la esquina de Suipacha y Arroyo, se construyó la Plaza de la Memoria, en homenaje a las víctimas de la tragedia. Se plantaron dos líneas de árboles de tilo y se conservó un muro original de la embajada sobre el que se colocó una placa con el nombre los fallecidos en la tragedia.
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