Sonia Edith Andrada repasa la historia de su hermano Leonardo Andrada, el motorman que entregó la formación a Marcos Córdoba en la estación Castelar minutos previos al accidente. Su testimonio sirvió para fundar el pedido de enjuiciamiento, pero antes del juicio lo mataron y su muerte jamás fue esclarecida
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El miércoles 22 de febrero 2012, a las 7.20, Leonardo Ariel Andrada detuvo el tren N°3772, de la línea Sarmiento, identificado con la chapa 16, en la estación Castelar. Allí, le pasó el comando a Marcos Córdoba, el maquinista que lo reemplazó al frente del tren que se dirigía a Once, sin imaginar que minutos después, su compañero, protagonizaría una de las mayores tragedias ferroviarias del país.
Leonardo se enteró del accidente a través de las noticias, pero no se sorprendió. Consideraba que el estado de los trenes era “desastroso” y recordó que él, ese mismo día, había dado aviso de que el coche no frenaba bien. El testimonio de Leonardo –junto con otras pruebas- sirvieron para fundar la acusación contra los 28 acusados del accidente.
Cuando faltaban apenas unos días para que brindara personalmente en la justicia, el 8 de febrero de 2013, mientras esperaba el colectivo para ir su trabajo, Leonardo fue asesinado con tres disparos en la espalda y uno en la nuca. Su muerte llamó la atención de los investigadores, dado que solo habían robado su celular, pero no el dinero que tenía en el bolsillo. Nunca se encontraron culpables de su muerte, que jamás fue esclarecida. En aquel entonces, los investigadores manejaron tres hipótesis. La primera, que fue un robo al voleo, pero la descartaron porque no le robaron el dinero. La segunda, que la familia de su pareja lo asesinó por motivos ajenos a esta nota. Y la tercera, por último, es que lo asesinaron para impedir que diera su testimonio. La hermana de Leonardo, Sonia Edith Andrada, avala esta teoría: “A mi hermano lo llamaban y le preguntaban si quería cambiar la declaración. Él decía que no, que declaraba lo que vio, vivió y lo que hubiera hecho”, dice.
El día de la Tragedia de Once
Sonia estaba trabajando en una remisería y recuerda que vio en la televisión la noticia del accidente. “Lo llamé a mi hermano y no me contestaba. Me preocupé mucho. Al rato me atiende y me dice que me quede tranquila que él estaba bien, que había dejado el coche y se lo había entregado a un compañero, Córdoba. Después, hablé con él y me contó todo”, recuerda la hermana menor del motorman que hacía 35 años trabajaba en Ferrocarriles.
Sonia -¡¿Pero qué paso?!
Leonardo -Lo que pasó es que los trenes son un desastre. Yo di aviso de que a dos de los vagones no les funcionaban los frenos y me contestaron que el día anterior ese tren había estado en el taller y habían hecho lo que estaba a su alcance porque faltaban los repuestos. No les proporcionaban los repuestos que ellos necesitaban… por eso pasó lo que pasó. Los paragolpes estaban fijos porque no tenían ni los resortes que necesitan, era sabido que frenaba y seguía de largo. Lo que pasa es que nadie se iba a esperar que el tren iba a chocar.
-¿Cómo reaccionó su hermano con el accidente?
-Estaba muy mal, no solo por la gente que falleció sino por el compañero herido. Él no tenía una amistad como la que tenía con otros compañeros que trabajó, pero lo veía cuando le tocaba entregarle el coche y pienso que también tenía la sensación de que podría haber sido él.
-Luego del accidente, a su hermano lo llamaron como testigo. ¿Le dijo qué declaró?
-Sí. Declaró que el tren frenaba mal, que había dos coches que no estaban frenando correctamente y que los paragolpes no estaban bien. También me contó que le preguntaron que hubiese hecho él en ese momento y me explicó que hay tres maneras de frenar el tren: un freno de emergencia, si ese no funciona hay otro freno de emergencia y hay otra forma que me explicó que ya no me acuerdo. Pasó tanto tiempo---
-¿Él creía que el accidente se hubiese podido evitar?
-Él me dijo que este muchacho (Marcos) Córdoba no era tan experimentado como él y otros compañeros de más antigüedad. Tal vez no supo qué hacer. Mi hermano me decía: “Yo al tren lo hubiese frenado. Por ahí chocaba, pero no hubiese pasado semejante tragedia”. Yo me acuerdo que le pregunté si él le había dicho a Córdoba que venía frenando mal y me dijo que sí, que le había dicho que tenía que ir disminuyendo la velocidad de a poco para que vaya frenando, lo que sucede es que a veces con el peso que llevan es difícil. Me dijo ‘es como si tuvieses un auto al que le funcionan mal los frenos, tenés que ir disminuyendo la velocidad para que frene en el lugar que tiene que frenar’.
-En un momento se dijo que Marcos Córdoba estaba alcoholizado. ¿Le dijo algo su hermano al respecto?
-¿Usted lo cree a eso? Porque no fue así. No es así. A ellos les hacen un test así que eso de que estaba alcoholizado yo no lo creo. Mi hermano no me dijo eso. Una vez, mi otro hermano Jorge, que también es motorman, un día me contó como una anécdota que antes de entrar a trabajar se hizo el test de alcoholemia y le dio positivo y él no entendía nada porque es abstemio, entonces la médica que dejaba su turno le dijo “¿usted se afeitó hoy? ¿Se pone loción para después de afeitar?” Mi hermano le dijo que sí, entonces la médica le dijo: “bueno vaya, lávese la cara con jabón y vuelva a hacerse el test”. Y ahí le dio negativo. Con esto quiero decir que esas pruebas son dudosas, pero si te da positivo no te dejan manejar el tren. Es imposible.
-¿Qué reacción tuvo en la empresa la declaración de su hermano?
-Recibió mucho apoyo de los compañeros porque sabían en el estado que estaban los trenes. A mi hermano siempre lo apoyaron y lo querían mucho, de hecho le pusieron una placa en Castelar por su comportamiento, su compañerismo y haber sido buen trabajador.
“A Leonardo lo mataron antes de ir a declarar al juicio oral”
-¿Qué sucedió después de que su hermano declara sobre el estado de los trenes?
-Lo llamaron varias veces... le preguntaban si él no estaba equivocado, si no quería cambiar la declaración. Él decía que no, que declaraba lo que vio, vivió y hubiera hecho. Las declaraciones de mi hermano fueron por escrito. Cuando tenía que ir personalmente a declarar, unos días antes, lo matan… lo matan... Él estaba en la parada de José María Paz y Malabia, esperando a que pase el colectivo 269 o el 441 para ir a trabajar y le dieron tres balazos por la espalda y uno en la nuca [llora]. Solo le robaron el celular, no se llevaron los 1300 pesos que tenía en el bolsillo -que en ese momento era mucho- y tampoco un encendedor que el tenía de esos que son caros. Solo se llevaron el teléfono.
El día del velatorio del motorman testigo sucedió algo que alarmó a su familia. “Cuando lo estábamos velando vi que mis hermanos corrían de un lado para otro y no entendía nada hasta que me dijeron ‘andá y quédate con mami’. Ahí me entero que habían entrado a la casa de mi mamá, donde también vivía Leornado. Lo extraño fue que mi mamá tenía la plata de la pensión en un cajón, a la vista, y no se la llevaron. Revolvieron el dormitorio, todos los papeles y no se llevaron nada. En algunos medios salió que se llevaron una computadora y no es cierto, no se llevaron nada”, dice Sonia.
Cuando a Leonardo lo asesinaron, tenía 53 años, hacía 35 años que trabajaba en Ferrocarriles. Había seguido los pasos de su padre y comenzó a trabajar en la empresa a los 18. Nacido en 1959, era el mayor de cuatro hermanos. Estaba separado de la mamá de sus hijas y vivía en la casa de su madre en Ituzaingó. “Yo era la que más hablaba con mi hermano, él fue el padrino de mi casamiento y de mi primera hija”, remarca Sonia.
-Si los delincuentes que entraron en la casa, luego de la muerte de Leonardo, “no se llevaron nada y revolvieron todo” indicaría que estaban buscando algo más. ¿Qué podría ser?
-Sí. Bueno, mi hermano estaba amenazado. En ese momento, él me había dicho que si le pasaba algo había una carpeta azul en el dormitorio, que él dejaba todo escrito ahí. Mi hermano era técnico electricista y había hecho planos con los frenos y esas cosas para negar lo que estaban diciendo de Córdoba y sobre cómo habían sucedido las cosas. En un par de hojas, él lo explicaba todo. A veces pienso que mi hermano habló de más con alguien y le dijo que él estaba armando una carpeta con documentación comprometedora, porque no entendemos qué pasó.
-¿Y qué sucedió con la carpeta?
-Cuando mi hermano fallece, lo primero que hago yo es ir a buscar la carpeta azul y cerré con llave la puerta de su cuarto. La pareja de ese momento de mi hermano vino un día y me dijo que ella estaba buscando la carpeta azul. Yo le dije que al dormitorio no iba a poder entrar porque había cerrado con llave y que tenían que venir de la fiscalía a revisar el dormitorio. En verdad, no me habían dicho nada, pero como él me había pedido tanto que me hiciera cargo de la carpeta que cuando pasó todo esto la desaparecí. La quemé. Antes de hacerlo, le di la carpeta a una amiga e iba todos los días a la fiscalía donde se investigaba la muerte de mi hermano. Hasta que un día, mi amiga y su marido me dijeron “Te estás volviendo loca. Pará un poco”, entonces el marido de mi amiga agarró la carpeta y la puso en la parrilla para terminar con todo. La prendió fuego.
“La memoria de Leonardo no descansa en paz”
-¿Cómo siguió la investigación de su hermano?
-Cuando yo iba a la DDI de Merlo, los investigadores me decían que había tres hipótesis: una que lo hayan matado al voleo, pero resultaba dudoso porque no le habían robado el dinero, tenía en sus bolsillos 1300 pesos –que en ese momento era mucho- también tenía un encendedor de esos que son caros que tampoco se llevaron. Lo único que le sacaron fue el celular. La otra hipótesis era la familia de la novia de Leonardo. Eran personas complicadas y mi hermano había salido de garante de un familiar de ella para acceder a una vivienda y parece que no estaba pagando y le avisaron a mi hermano que le iban a embargar el sueldo. Las palabras que me dijeron fue que eran “pesados”. Yo no conocía a la familia de ella, solo la conocía a ella. Y la tercera hipótesis, es que eran los del gobierno, los que cayeron presos fueron los que lo mandaron a matar. Y me dijeron que ellos no sabían quién había sido, pero que estaban seguros que robo al voleo no había sido.
Pasaron nueve años de la muerte de Leonardo y su homicidio jamás se esclareció. “En la fiscalía, la fiscal que me atendió me dijo ‘yo no estoy acostumbrada a esto. Yo estoy acostumbrada a robos en el supermercado, en el quiosco, pero nunca me pasó un caso de estos. No sé cómo encararlo’. Y yo pensaba si ella no sabe cómo hacerlo, debería dar un paso al costado y poner una persona idónea para que se haga cargo. Por eso, sospecho que lo que quería hacer pasar como un robo al voleo. Pero no les importó nada….”.
Sonia cuenta que en su afán de encontrar justicia por la muerte de su hermano se contactó con dos abogados que le recomendaron buscar otro profesional. “Los dos me dijeron lo mismo: que yo necesitaba otro tipo de abogados, de esos que salen en la televisión porque ellos no tenían los recursos para meterse en este tema y temían por sus vidas. Entonces me comuniqué con uno de esos, que son pesados y tienen gente atrás que los cuida. Uno me dijo que le interesaba mi caso y quedamos en encontrarnos. Pero ahí fue cuando mis hermanos me dijeron que basta. Que iba a empezar a salir en los medios y que me iban a pegar un tiro a mí o a mis hijas. Y me asusté. Le dije a mi mamá que si estuviese sola, sin familia, sin hijos, sin nada y él era mi único hermano, yo seguía hasta las últimas consecuencias, pero tenía mucha gente atrás y si les pasaba algo iba a recaer sobre mis espaldas”.
-¿Después del juicio de la Tragedia de Once siente que se hizo justicia?
-Aunque hayan metido a esa gente presa siento que no se hizo del todo justicia y que la memoria de mi hermano no descansa en paz. No puede ser que hayan muerto tantas personas y esa gente ya este libre. Creo que lo que hicieron fue una burla. Yo no podía hablar de mi hermano, es muy doloroso porque no pude hacer nada. El no saber por qué sucedió me hace sentir peor. Al principio, nos llamaron de todos lados, pero no queríamos hablar. Me acuerdo que pensé que iba a llegar el día en que pudiera hablar y decirlo.
*Nota: Para resguardar su integridad la entrevistada solicitó no ser fotografiada.
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