9000 km en 365 días. La pareja que viajó en bici de la Patagonia a Costa Rica
A pesar de haber conquistado cierta tranquilidad económica y tener una casa con lo necesario para estás confortable, Cecilia Borelli (34) y Andrés Vacca (32), una pareja de sureños que cumplieron los 30 años hace poco, renunciaron a todo y se fueron a recorrer Latinoamérica en bicicleta.
Fueron casi 365 días de pedalear durante unas 1500 horas y un total estimado de 9000 kilómetros, desde El Chaltén (Santa Cruz) hasta Costa Rica, pasando por un centenar de pueblos, ciudades y más de 15 países.
Cómo tomaron la decisión
Cecilia y Andrés se conocen de toda la vida. Aunque pasaron por las mismas aulas de Río Gallegos, su tierra natal, se reencontraron recién a los 27 años en Buenos Aires, donde estudiaron y se recibieron de nutricionista y sociólogo, respectivamente. Pablo, uno de los hermanos de Cecilia y amigo de Andrés, fue el nexo conector entre ellos y también un gran inspirador al momento de nacimiento de su viaje, ya que él les contaba desde África, meses antes de iniciar su travesía, acerca de la propia, a donde se fue con una bicicleta y con lo puesto a recorrer el continente en dos ruedas.
"Para viajar en bici se necesita mucha más voluntad que estado físico", dice la pareja que asegura inició el viaje con más kilos de los recomendados, pero totalmente convencidos de salir igual.
La necesidad de viajar también venía a reflejar otra gran prioridad: irse de Buenos Aires. Buscaron "fugarse" de la multitud que tiene toda gran ciudad, liberarse del smog, y encontrar un sitio más natural donde vivir, según cuentan. "Desde que vinimos a estudiar supe que no me quedaría para siempre. Lo mismo le pasaba a Andrés, así que cuando nos pusimos de novios ya estaba todo dicho".
Decidieron recorrer la ruta 40 partiendo de El Chaltén (Santa Cruz), sin tiempo estimado de viaje y sin punto específico de llegada. "Salimos con la idea de ver si encontrábamos ese lugar a donde nos gustaría quedarnos para formar una familia", cuenta Cecilia, desde la ciudad de Tandil, donde viven actualmente y donde crían a su hijo Piero de 3 años.
Los pasos previos
Vender todo, dejar el departamento que alquilaban y renunciar a sus trabajos. Cecilia tuvo que enviar el telegrama de renuncia a la empresa de semillas de Chía donde se encontraba encargada del área de Control de Calidad, y Andrés tuvo que hacer lo mismo en la Certificadora internacional donde trabajaba desde hace años.
Tuvieron un viaje "piloto" en el 2013, cuando se fueron un fin de semana largo hasta Chile, cruzando por Malargüe (Mendoza), y pedalearon unas 7 horas por día, con mochila, comida, abrigo y carpa por las dudas. Dicen que funcionó como entrenamiento y para darles una noción de lo que podría ser un viaje en bici.
La experiencia les gustó así que fueron por más. A mediados de 2014 partieron con lo puesto, y algo más: dos bicicletas, dos mochilas, un set de cacerolas apilables que colgaba de una de las mochilas, un calentador, un bidón de agua, una carpa, dos bolsas de dormir, ahorros y mucha voluntad. "Desde el principio buscamos gastar lo menos posible. Como no sabíamos cuánto duraría nuestro viaje nos mantuvimos con algo de ahorros y vendiendo artesanías que aprendimos a hacer en el camino. No gastábamos en nafta ni en pasajes y la comida la resolvíamos por muy poca plata y a veces gratis, ya que en los pueblos por donde nos veían pasar en bici con ´cara de viajeros´ se solían acercar por curiosidad, y al conocer nuestra historia nos terminaban ofreciendo comida y hasta alojamiento", recuerdan. También dormían en refugios, en campings, o donde se sintieran cómodos y tranquilos. "Aprendimos a escuchar a nuestra intuición, esa voz interior que te dice "quédate o ándate´, y la usábamos para decidir cuando algo nos generaba dudas".
¿Cómo era su día a día?
"Cuando empezaba a oscurecer dejábamos de pedalear y buscábamos un lugar donde pasar la noche. Al llegar a cada nuevo destino, solíamos hacer una primera recorrida general por las casas, y en aquellas donde veíamos ropa de niños colgada, infiriendo que se trataba de una familia, nos acercábamos a consultar si podíamos poner la carpa en su jardín. Las familias nos solían generar confianza…En general nos funcionó, y cuando no, siempre teníamos la opción de pasar por el cuartel de Bomberos, donde siempre nos recibieron sin ningún problema".
El clima era otro factor determinante. "Cuando estábamos en zonas de frío esperábamos a que el sol estuviera arriba para arrancar a pedalear, y en cambio en los lugares de calor, arrancábamos a las 5 de mañana para frenar al mediodía. Mientras uno desarmaba la carpa, el otro hacia el desayuno, casi siempre avena y leche, con café o arroz con leche, con eso podíamos andar dos horas pedaleando sin parar. A media mañana solíamos comer una fruta, y siempre tomamos mucho líquido".
Como en cualquier rutina, hay días buenos y días malos. "Más de una vez nos encontramos en trayectos muy exigentes, y para ser sinceros, en esos momentos nos preguntábamos qué hacíamos ahí sufriendo en vez de estar cómodos en nuestra antigua casa. Pero es así, una vez que le perdés el miedo a salir de la zona de confort, los momentos duros se superan más rápido".
Estando en Nicaragua cruzaron a una isla cercana donde se terminaron quedando 3 semanas por invitación del campesino que ahí vivía. Dedicado a la cosecha de plátanos y cacao, sin agua y sin luz, compartieron la rutina campesina con la carpa armada a un costado. Uno de esos días, Cecilia recuerda que empezó a sentirte rara, más cansada, con náuseas. "Me costaba pedalear en las subidas y el calor me molestaba cada vez más". Un poco más adelante, cuando llegaron a Costa Rica, se reencontró con sus hermanos y en un bar turístico de la zona de Tamarindo, habiendo comprobado que estaba embarazada, les dio la noticia. Los dueños de ese bar, que también escucharon la noticia, decidieron "adoptarla". Le ofrecieron hospedaje, comida y orientación para atenderse en el sistema público de salud local.
"Después de hacerme todos los análisis me recomendaron que dejara de pedalear durante el primer trimestre, así que nos quedamos vendiendo artesanías en la playa durante dos meses. Después bajamos en micro hasta Panamá, y desde ahí, tomamos un avión a Colombia, a conocer el Proyecto Gaia, que es un asentamiento humano sustentable llamado situado a unas 3 horas de Bogotá y próximo a la población de Villa de Leyva". Al mes viajaron a Bogotá a reencontrarse con los padres de Andrés, y con la decisión tomada de regresar a Argentina y buscar un lugar donde asentarse y esperar la llegada de Piero.
Instalados
Eligieron la ciudad de Tandil porque buscaban una ciudad en la naturaleza, con cierta oferta laboral y cultural pero donde se mantengan las costumbres de pueblo, por ejemplo, la hora de la siesta. Además, en Tandil vive una gran parte del año la mamá de Cecilia y están cerca de CABA, donde viven amigos y familiares y a quienes pueden ir a visitar cualquier fin de semana.
"Mientras buscábamos qué hacer para sustentarnos, hicimos un par de cursos para emprendedores que nos despertaron una veta que hasta el momento no teníamos tan clara. Lo único que sabíamos era que queríamos hacer algo del orden gastronómico, ya que a los dos nos encanta cocinar, pero no sabíamos bien qué. Además, no nos queríamos atar a algo fijo, queríamos seguir en movimiento de alguna manera. Así aparece la idea de armar un Food Truck para vender nuestra comida" concluyen.
En el 2016 Piero ya había nacido, ya habían encontrado una casa donde quedare, y en el medio de la actividad con su catering móvil reciben la noticia de que les había sido aprobado un crédito a través del programa de aportes no reembolsables para emprendedores del Ministerio de Producción, al cual se habían presentado mientras seguían adelante con su Food Truck. Así lograron seguir creciendo y se animaron a abrir su propio local al que llamaron Las Crepas a principios de 2018, dedicado a la elaboración de crepes dulces y salados.
"Ser viajeros y emprendedores nos resulta bastante similar, ya que pasa lo mismo cuando estás en la ruta que cuando estás armando tu propio emprendimiento: hay días de euforia, felicidad plena, donde todo parece salir. Y otros de frustración, que rozan el arrepentimiento y las ganas de largar todo" resumen mientras bajan la persiana.
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