La edificación fue construida en Buzludzha, uno de los lugares más emblemáticos de Bulgaria, en el pico del mismo nombre en el centro de los montes Balcanes, en el corazón del país.
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Se trata del mayor monumento que queda en pie en los Balcanes, pero principalmente es un ícono de lo que fue el comunismo durante sus grandes años de apogeo, previo a la caída del muro de Berlín y el posterior desmembramiento de la URSS. De hecho, el salón principal es una enorme sala de conferencias donde se reunían los miembros del partido comunista y se encuentra enarbolada por un gran mural con imágenes de Engels, Marx y Lenin.
La edificación fue construida en Buzludzha, uno de los lugares más emblemáticos de Bulgaria, en el pico del mismo nombre en el centro de los montes Balcanes, en el corazón del país.
Sin embargo, una de las cosas que más llaman la atención es que fue construido con forma de OVNI y hasta se lo conoce como el “el ovni comunista” porque tiene una forma muy parecida a la de un platillo volante. La estética cósmica fue bastante utilizada en las décadas de los 70 y los 80, pero este sitio parece destacarse por sobre otras edificaciones comunistas de Europa Oriental.
¿Cómo fue construido?
Este edificio se inauguró en 1981, en plena Guerra Fría, tras siete años de construcción de la que participaron casi 6.000 obreros, entre los que se encontraron los 20 mejores artistas búlgaros de la época que se ocuparon de la decoración interior.
Su ubicación no fue elegida al azar, sino que está emplazado en el sitio exacto donde se produjo la victoria final de los rebeldes búlgaros sobre los invasores otomanos en 1868. Se trató de una victoria épica en la que solamente 6.000 soldados búlgaros y rusos se enfrentaron a más de 40.000 turcos obteniendo un triunfo que quedó en la historia del comunismo. La locación exacta es en la montaña Buzludzha, a 1.441 metros de altitud, a 10 KM de la población de Shipka y a 250 KM de Sofía (capital de Bulgaria).
Sin embargo, hay quienes dicen que los líderes comunistas de ese país privilegiaron ese lugar ya que en 1891 se habían reunido algunas personas para fundar el primer grupo socialista organizado de Bulgaria.
La construcción, que fue realizada gracias a generosas donaciones de personas que simpatizaban con el comunismo, costó lo que hoy en día representaría unos siete millones de euros. El edificio mide 107 metros de altura y su superficie total alcanza los 550 metros cuadrados. Más de 930 metros cuadrados y 35 toneladas de murales repasan la historia del Partido Comunista de Bulgaria.
Entre el abandono y la simbología comunista
Quienes tienen la posibilidad de ingresar a este curioso lugar, apenas levantando la vista pueden observar el símbolo del comunismo, la hoz y el martillo, que lleva una de las frases más emblemáticas del marxismo: “Proletarios de todos los países, unidos”. Además, son característicos los murales y grandes mosaicos, obra de numerosos artistas y voluntarios que colocaron su granito de arena con la causa.
“En lo alto de la torre hay una gran estrella soviética tres veces mayor que la del Kremlin, que ha sufrido graves daños desde que el monumento fue abandonado. Se creía que estaba hecha de rubíes y por ello algunos arrojaban objetos o hasta disparaban contra ella, con el fin de recoger los pedazos que suponían tan valiosos”, describe el sitio Mamá en Bulgaria.
En noviembre de 2016 Isaac Martín y su novia Paula se trasladaron al lugar con mucha curiosidad por conocer este ícono del comunismo. Tras ascender unos 20 minutos bajo un sendero que no se encontraba en las mejores condiciones, llegaron a destino. “Exploramos su entrada y se encuentra cerrada. Había rejas y candados. Con cierta inquietud, nos movimos perimetralmente hacia la derecha de la estructura. Habíamos leído que aquí existe un hueco por donde entrar a la misma aunque hay que tener cuidado. Efectivamente, lo encontramos. Unas piedras ya colocadas en forma de escalera facilitaron nuestro acceso. Para entrar hay que tener varias cosas en cuenta. La primera es que hay que girarse para poder hacer impulso hacia arriba agarrándote en las barras superiores de la malla corrugada. La segunda es que hay que tener cuidado con esas mismas barras para no darnos en la cabeza. Finalmente, que estés seguro de estar sujeto en todo momento porque entre la plataforma a la que llegas y el agujero hay un pequeño hueco con bastantes metros de caída”, describe Martín en su blog viajes.chavetas.es.
En la película Good bye, Lenin una mujer que es ferviente simpatizante del régimen comunista y que vivía en Alemania Oriental en octubre de 1989 entre en coma, justo unas semanas antes de la caída del Muro de Berlín, previo paso a la unificación con Alemania Occidental. Cuando ella despierta ya pasaron ocho meses de ese episodio y su hijo, Alex, convierte el departamento familiar en una isla anclada en el pasado, una especie de museo del comunismo en el que su madre vive cómodamente creyendo que nada ha cambiado. Lo interesante del film es como su hijo, con la complicidad de vecinos y amigos, intenta mantenerla a salvo de las noticias. Sin embargo, por fuera de esas cuatro paredes el capitalismo asoma para marcar un antes y un después en esa parte del mundo.
Lejos de la ficción, podrá decirse que ocurrió algo parecido con este lugar que fue un símbolo del comunismo en Bulgaria y pese a que no fue derribado quedó casi en el olvido cuando en 1989 el Partido Comunista de ese país fue disuelto y el edificio Buzludzha pasó al Estado que lo cerró. Lejos de los momentos de esplendor, de orgullo y de entusiasmo, con los años esta edificación terminó en ruinas y para mucha gente pasó al olvido. El capitalismo, como ocurrió en muchas ciudades comunistas, no solo trajo un giro ideológico que irrumpió en la forma de vivir y en las costumbres de sus seguidores, sino que también propició este apego hacia los símbolos de época.
¿Una nueva oportunidad?: 200 mil euros para reconstruir
Sin embargo, en los últimos meses este sitio acaparó el interés de un grupo de personas que se propusieron trabajar para asegurar y restaurar algunos de los mosaicos que se encuentran en un área de alrededor de 1.000 metros cuadrados, lo que equivale a más de 2 millones de pequeñas pieza de piedra, terracota o vidrio coloreado que se utiliza para confeccionar un mosaico.
“El agua que se infiltra, especialmente en estas condiciones, en invierno, está congelada. Así que los poros de este mortero se llenan de agua y se expanden y literalmente explotan. Aquí, dos aspectos son fascinantes: las dimensiones, y luego la alta calidad de ejecución. Esta calidad de tiempos pasados ha sido negada y destruida por el vandalismo. Se pueden ver los rastros de los martillazos en estos mosaicos”, dijo a Euronews Thomas Danzl, experto en restauración y conservación y profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Técnica de Munich (Alemania).
La restauración de los mosaicos costó, en una primera etapa, aproximadamente 200.000 euros y contó con 18 restauradores de cuatro universidades europeas y varias ONG.
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