En el complejo Darwin, el primer edificio reciclado para lofts de Buenos Aires, construido a fines de los 80 en la ex fábrica textil Dell’Acqua, tres vecinos aprovechan la amplitud de sus espacios para desplegar su particular visión
Hoy volvemos a visitar el complejo Darwin, construido a fines de los 80 en lo que alguna vez fuera la fábrica textil Dell’Acqua. Allí conocimos a tres vecinos que aprovecharon la amplitud de sus espacios para desplegar su particular visiones y pasiones, que generosamente compartieron con nosotros.
Miguel
Durante la década de los 80, Miguel Rodríguez Arias dejaba grabando los programas políticos para verlos cuando volvía de la Facultad de Psicología. En esas proyecciones en diferido, empezó a interesarse por algo que por entonces pasaba desapercibido: los actos fallidos, en boca de personalidades y políticos. Empezó a registrarlos y atesorarlos, y ese material –en forma de documental– que circuló primero por circuitos académicos, lo llevó a estar sentado en la mesa de Mirtha y en el living de Susana, y seguir una carrera como documentalista y productor.
Para 1989, cuando este loft fue la cocina de Francis Mallmann en la sexta edición de Casa FOA, el departamento que Miguel compartía con su mujer, Ana, en Palermo se delataba minúsculo para el crecimiento exponencial del archivo. En el 91, se mudaron. En el 95 nació su hija y readaptaron la planta alta. En 2001, mudaron allí su productora, Rodríguez Arias, que funcionaba en otro loft del complejo, donde convivió muy bien con la aceitada dinámica familiar.
El archivo está ordenado cronológicamente, pero tiene múltiples entradas de búsqueda. Más de una vez, los canales de TV les han pedido material directamente a ellos. De piso a techo y con tres filas de profundidad, la videoteca tiene material de archivo desde 1983. "Son 19 mil cassettes, con 50 mil horas de grabación: más que nada de política, pero hay de todo un poco".
El sector de escritorios junto a la ventana es el espacio de trabajo que ocupa el resto del equipo. Las mesas, sillas, computadoras y gran parte de las bibliotecas fueron traídas de la anterior sede de la productora, que funcionaba en un loft de este mismo edificio.
La cocina se mantuvo con su distribución y mobiliario original, con alacenas de hierro blanco, muebles bajo mesada del mismo estilo y mesada de madera. Los dueños de casa la complementaron con una mesa de comedor y sillas negras.
"Cuando nuestra hija empezó a caminar, ampliamos la planta alta hasta la mitad del living para agregar un cuarto y reemplazamos la baranda por pared, por seguridad", cuenta Carlos.
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Laura
Ana y Roy son diseñadores gráficos. Ella tiene una agencia de branding e innovación que maneja desde casa, y él es director creativo en una agencia. Viven con sus hijas Rita y Felisa en un luminoso tercer piso rodeados de muebles antiguos y juguetes japoneses.
"La escalera ya estaba, y hubo debate durante la obra para cambiarla por una versión que ocupara menos lugar. A mí me encantaba, así que insistí para que quedara así: no estábamos tan justos de espacio y tiene mucha onda".
"Cuando vinimos a ver este lugar por primera vez, era difícil imaginárselo como casa. Desde el lado de la construcción no estaba mal; de hecho, conservamos mucho de la distribución de la planta superior. Lo que era raro era el planteo estético: tenía unas arcadas medio extrañas, dos chimeneas y un torso cual Venus de Milo en el descanso de la escalera. Además, estaba abandonado desde hacía unos años, no tenía cocina, y el único baño estaba abajo, así que tuvimos que hacerle bastante obra", cuenta Laura.
Después de una remodelación a cargo del arquitecto Nelson Calaza, la pareja se mudó al loft con su hija recién nacida en brazos. Hoy, el espacio les es muy funcional: al ser amplio y versátil, las chicas tienen espacio para jugar y ella puede trabajar cómodamente.
"Soy de buscar lo que me gusta, cosas nuevas, vintage, refaccionadas. Y mezclo mucho: si salgo a comprar doce vasos no van a ser nunca iguales, te traigo mínimo tres modelos".
"Quisimos una cocina acorde con las dimensiones del lugar. La diseñamos con una barra bien cómoda y un extractor con motor extra, súper potente".
"El cuarto de las chicas ventila hacia afuera, pero el nuestro balconea sobre el living. Para tener luz, le agregamos un ventanal de vidrio repartido antiguo y un paño fijo". Además, se colocó piso de madera en la planta superior para darle calidez.
En el dormitorio principal, empapelado de Toile de Jouy (Tienda Palacio) detrás de la cabecera antigua (Colores) y mesa de luz blanca (Urano). El ventanal combina un panel de vidrio repartido antiguo comprado en Maschwitz, ventanas superiores de época con bisagra y un paño fijo central.
Carlos
Si bien con una madre editora y un padre que había sido dibujante el vínculo con la cultura corría por la familia, Carlos Huffmann fue el primero en declararse lisa y llanamente artista. "Quería hacer un posgrado de arte en Estados Unidos, pero primero necesitaba un título, y estudié Economía: prefería ir por algo nada que ver que elegir una carrera tibia. En retrospectiva, fue la parte más bizarra de mi formación". Tras terminar su carrera acá y en el exterior, expuso afuera, recorrió varios países y en 2007 volvió a Argentina. "Más que ser un artista itinerante, me interesaba formar parte de una escena", dice.
Carlos compró este loft, lo adaptó como taller, centro de sus clínicas de arte y vivienda. Con el tiempo, la geografía lo sorprendió por lo acertada. "En Villa Crespo están pasando muchas cosas, de hecho la galería que me representa, Ruth Benzacar, se mudó de Recoleta para estos pagos".
"No me gusta preocuparme porque las cosas se rompan. Para casa, elijo objetos fáciles de arreglar o distintos, para poder reemplazarlos. Con mi obra pasa lo mismo: es muy arreglable".
"No me molesta nada el cablerío, al contrario, me gusta. No entiendo esa obsesión de andar escondiendo cualquier evidencia de tecnología. Es un mundo que me encanta; de hecho, armé algunos de mis parlantes".
"Recibí el lugar un poco sobrediseñado para mi gusto. Para mí un loft es fabril, casi ‘mala onda’. Así que pinté las columnas y la herrería de negro mate y armé una baranda a tono".
"Me cuestionan mucho la orientación de la biblioteca, pero me encanta tener un sector medio laberíntico, de ‘casa tomada’ por los libros".
Carlos dejó la cocina tal cual la recibió y le agregó banquetas de madera a la barra. Junto a la biblioteca, una obra expuesta en la ‘Cueva de piratas australes’ de ArteBA 2008: una ‘serpiente dragón’ que ‘entra y sale’ de una consola con videojuegos antiguos rescatados con software actual.
Sobre la cama, acolchado blanco con pie de cama traído del norte, y a cada lado, una lámpara de pie realizada por el padre de Carlos usando bocas de manguera de bomberos antiguas como base.
Este espacio exterior funciona como segunda entrada y balcón. "La hamaca es el mejor lugar de lectura posible, estás doblemente colgando".
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