En el complejo de torres Horizons, a pasos del Vial Costero en el límite entre Vicente López y Olivos, los dueños de tres departamentos nos dejan espiar el juego de sus diferencias.
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Soledad trabaja en una consultora de marketing, y se casó hace un año con Pablo, el dueño de una inmobiliaria y desarrolladora de la zona. Se mudaron juntos al departamento donde él ya vivía: un tercer piso con vista al río que se había ocupado de ambientar impecablemente.
Soledad y Pablo están casados desde hace poco más de un año. Ella trabaja en una consultora de marketing; él, en Wedo, una inmobiliaria con sede en Vicente López que nació cuando empezó a vender departamentos en este complejo de torres y ya se afianzó en la zona.
Este tercer piso de 200m2 fue primero departamento de soltero de Pablo. Cuando se mudó no hizo obra, pero sí un concienzudo interiorismo, a cargo de Alejandro Meca, un profesional del rubro que es además amigo. “Ya había equipado mi casa anterior, y sabe que me inclino por un estilo clásico pero no aburrido”, dice. Soledad ensayó convivencia mientras iba y venía de Perú por trabajo, y se instaló definitivamente (en Buenos Aires y en esta casa) cuando se casaron. “No traje casi nada: libros, ropa y dos pavadas, Pablo tenía el departamento impecable”, asegura.
Fernanda es artista y hace instalaciones en eventos. Se define a sí misma como “un gran collage”, y dice que su estilo “trabaja con lo inesperado y rompe con las formas en el espacio”. En esos términos planteó el departamento en un primer piso que comparte con sus hijas Lola y Juana, de 14 y 10 años.
“Esta casa la hice con el sentir”, dice Fernanda Díaz sobre el departamento que comparte con sus hijas Lola y Juana. Ella es artista y hace instalaciones en eventos “Digo ‘instalaciones’ y no ‘ambientaciones’ porque lo que hago está muy linkeado al arte: cualquier cosa que requiera una conceptualización en el espacio es un desafío”, aclara.
Hábil para lo inesperado, planteó cada ambiente con cadencia única. “Me encanta cambiarles la personalidad a cosas que por lo general se pasan por alto: les bajé 3mm a todas las puertas de la casa para enchaparlas en madera, los zócalos están intervenidos con azulejos, en el techo del recibidor pinté un Camino del Inca y le sumé una frase de Nietzsche (“El que no se oye a sí mismo sólo puede obedecer”). Sobre eso sumé una lámpara de los años 20, todo vale. A mí lo que me sucede es ir haciendo cosas; después la vida las va conectando”.
Poly pinta y además vende cuadros de otros artistas. Tiene un taller en Palermo, emprendimientos gastronómicos en su haber y también en la mira. Tiene uno de los pocos dúplex en el último piso de la torre, y lo ambientó de modo que funcione como un refugio: sin estridencias y con el foco en la vista.
Poly Sánchez Pinedo es un artista autodidacta. Hace un par de años se lanzó a pintar, y además vende obras de colegas: alejado por decisión propia de los circuitos tradicionales de galerías, coleccionistas y vernissages, prefiere internet como plataforma para acercar el arte a gente que de otra manera no lo compraría. Además, da clases en su taller a quien quiera aventurarse con el pincel. “Cualquiera puede pintar”, dice. “Solamente hay que tener ganas”.
Fanático del río, eligió hace dos años vivir en uno de los dúplex de la torre Costa, y le encomendó con confianza ciega a la interiorista María Inés Stefani la potestad para ambientar todo el lugar, desde el living, el comedor y la cocina hasta su cómoda suite. ¿La consigna? Que fuera un reducto de pura calma.
Texto: Bárbara orlando
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