Generaron espacios que favorecen la conexión entre los vecinos y la posibilidad de que los chicos se muevan solos sin problemas.
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Cine al aire libre, picadas, festejos de cumpleaños y un constante ir y venir de triciclos y bicis. Todo sucede en torno al patio y al jardín de este particular edificio de Chacarita, habitado por una comunidad familiar tan activa como diversa. Así lo pensaron las arquitectas Bárbara Moyano Gacitúa y Florencia Rausch, socias del Estudio GMGR que proyectó la obra. A la experiencia de ser vecinas, se sumo su amiga, la socióloga Tamar Finzi.
Bárbara y Florencia tenían la misma necesidad: encontrar un lugar donde vivir y encarar un proyecto profesional. El objetivo de Dos Patios Dos fue generar un conjunto de viviendas con espacios que fomentaran la relación entre vecinos. El primer volumen se construyó entre 2008 y 2010, con áreas comunes (como el patio y el jardín). En 2011, cuando se puso en venta el terreno de al lado, las socias vieron la oportunidad de ampliar el proyecto con un nuevo edificio que se une y complementa el primero. Así surgió una flamante construcción que sumó espacio para parrilla y SUM.
Tamar
Tamar Finzi es socióloga y vive aquí con su pareja Ezequiel y sus dos hijos varones. Conocían el edificio porque son amigos de Bárbara Moyano Gacitúa y de Florencia Rausch. Cuando se enteraron de que el proyecto se iba a expandir, supieron que era la oportunidad de tener la casa que estaban buscando: en Capital, en una zona bien conectada con el Centro y que mantiene la mística del barrio; rodeados de vecinos-amigos y con la posibilidad de tener un jardín urbano.
Nos gustó mucho la propuesta de una comunidad en la que crecen los vínculos de amistad entre los chicos y los vecinos, a la vez que está garantizada la privacidad
El ambiente principal tiene un sillón (Mesopotamia), lámpara de pie, sillones de hierro, de mimbre, sillón individual retapizado en lino (Mercado de Pulgas) y alfombra gris con rayas beige (Elementos Argentinos).
Detrás de la mesa de incienso, la obra de Juan Becú. Sillas ‘Bertoia’ traídas de la casa anterior. Mantas (Elementos Argentinos). Pisos de incienso vaporizado. Centro de mesa de ratán (Claudia Adorno). Cortinas (Tapicenter) y móvil (Cuerpos Móviles) de Mara Steinberg, arquitecta y amiga de las vecinas.
En el cuarto infantil, cuna (Ikea) y cómoda traída de la casa anterior. La mesa baja estaba en la casa de la abuela paterna de Tamar. Además, alfombra de lana de oveja tejida en telar (Elementos Argentinos).
"Todavía no nos decidimos por un modelo de cama, y como los chicos se siguen pasando a la noche, mantenemos el colchón en el piso".
La terraza verde tiene una pérgola hecha con la misma madera que se usó para los postigos del frente y las aberturas del edificio. El techo tiene una chapa de PVC que protege del sol y evita filtraciones.
Bárbara
A fines de los 90, Suiza fue el destino de Bárbara Moyano Gacitúa y de Bruno, su marido. Ella había ganado una pasantía en el prestigioso estudio Richter-Dahl Rocha y ambos formaron parte del equipo. Después de seis años, decidieron regresar a Buenos Aires para abrir la sede local del Estudio. Más tarde, Bárbara resolvió separar las aguas: pareja por un lado y trabajo por otro. Se asoció con Florencia Rausch, amiga y excompañera de la facultad.
Ahora que son madres, están cerca para ayudarse en la crianza de los chicos que se sienten parte de una familia numerosa y diversa.
Cuando nos mudamos, la terraza ocupaba toda la planta superior. Tras el nacimiento de Antonio y Malena, llevamos la cocina allí, y nos quedó todavía un generoso espacio exterior.
En el comedor, mesa a medida con tapa de Silestone, sillas de petiribí con base de cuero (Net), mantel de algodón estampado (Petite Margot) y lámpara colgante traída de Suiza. Muebles con frente de madera laqueada, barra y nicho revestidos en madera de incienso (todo diseño estudio GMGR).
Parte del sillón está montado sobre el hueco de la escalera. Así lograron que sea más largo y profundo.
En planta baja con pisos de guatambú vaporizado, destinada a un playroom, y un segundo estar, antes estaban el living-comedor y la cocina.
El lugar adecuado en el momento justo. A la consola de Knoll (icónica marca de diseño) que se apoya contra la pared la encontraron en la calle cuando vivían en Suiza.
"Como en el resto de las unidades, las ventanas en esquina son corredizas. Cuando las abrimos, la sensación se parece mucho a la de estar durmiendo en un balcón".
Florencia
Después de graduarse, Florencia Rausch puso proa a Holanda, país que en esa época era un punto de referencia para los arquitectos de su generación. Rápidamente se sumó a estudios locales, pero decidió volver cuando la convocaron para formar parte del equipo que diseñó la carrera de Arquitectura de la Universidad Di Tella, donde fue docente. Con Bárbara habían sido compañeras en la facultad, compartían la visión de la arquitectura y las ganas de hacer un edificio juntas.
Inicialmente, pensó su departamento como un loft con recursos funcionales que, llegado el caso, permitieran cerrar ambientes para ganar privacidad, pero luego de un tiempo la casa se transformó con la llegada de Nicoella, la hija adoptiva de Florencia, nacida en Haití.
Fuimos eligiendo materiales simples y nobles con los que nos sentimos identificadas. Levantarme y ver el techo de hormigón para mí está buenísimo. A veces me preguntan: ‘¿No lo vas a pintar?’. Y… no
La barra revestida en incienso separa la cocina del comedor diario. Más atrás se encuentra el living, que queda casi integrado al balcón cuando los ventanales se abren.
En el living, sillas bajas ‘Eames’ (Manifesto), sillones individuales (Urban Outfitters), alfombra y manta cruda de lana sobre el sillón (Elementos Argentinos) y cortinas (Tapicenter). Acá también hay un móvil de Mara Steinberg.
"Los postigos son de timbó y cumplen distintas funciones: le dan identidad al edificio, filtran la luz del sol en verano y brindan privacidad".
Por la escalera del living se accede a la planta alta, que estaba pensada como cuarto de huéspedes y que en el futuro será el cuarto de Nicoella, que aquí juega con sus instrumentos, la hamaca o tela que cuelga del techo. Mientras tanto, funciona como playroom y también es lugar donde algunas de las vecinas toman clases de yoga.
“Para nosotras, la vida comunitaria es importante, por eso proponemos espacios comunes y circulaciones abiertas. Por supuesto que tenemos diferencias, pero es tanto lo que recibimos que quedan compensadas”.
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