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Estaba desorientado. No sabía qué hacer. Con 21 años y todo un futuro por delante, en su interior entendía que no estaba recorriendo el camino que lo hacía feliz. “Corría 2011 y en ese momento resultaba muy complejo conseguir un trabajo estable. Por otro lado, yo pensaba más en ir a bailar que en mi formación como persona y eso no colaboraba en la situación”, recuerda Diego.
Sin embargo, lo que entonces no sabía -ni mucho menos imaginaba- era que precisamente una salida recreativa lo marcaría para siempre. Fue en un boliche que la conoció. Ella estaba con unas amigas y la charla fluyó entre todos. Pasaron todos la noche en grupo y al poco tiempo, a él lo invitaron a un cumpleaños donde ella también estaba. “Estuve horas hablando con Romina. Luego no la vi más. Y pasó más de un año hasta que me la crucé en otro boliche. Ese día nos besamos y una linda relación comenzó entre nosotros”.
“Nunca supe qué había pasado”
Él se había enamorada de la mirada de ella, de sus dulces modales, su sonrisa y su forma de ser. “Coincidimos con solo mirarnos. Teníamos un amor sano, sin gritos, celos ni reclamos”. Pero pronto algo se rompió. Diego nunca supo realmente qué había pasado. Ella comenzó a alejarse, ponía excusas cada vez que él la buscaba para encontrarse. Aunque vivían relativamente cerca, una enorme distancia se levantó entre ellos. Y así, sin anuncio ni preámbulo, la vida alejó sus caminos.
“Nunca supe qué había pasado. La duda siempre dio vueltas en mi cabeza. Vivíamos cerca y me resultaba demasiado extraño que no pudiera cruzarla. Y tenía una sensación persistente: si al menos me la hubiera cruzado con solo mirar sus ojos hubiera entendido todo”.
Pero el destino no tenía esos planes para Diego. Al menos no en aquel momento. “Sin ella mi vida siguió naufragando. Formé otras parejas pero nunca pude establecerme. Todas, por alguna extraña razón, tenían tiempo de vencimiento”. ¿Se habría recibido Romina? ¿Dónde viviría ahora? ¿Recordaría el tiempo que habían pasado juntos? ¿Cómo se vería con el paso del tiempo? “Nunca pude olvidarme de ella. Siempre tuve la esperanza de encontrármela, de saber cómo estaba, si se había recibido. Pero tuve que esperar veinte años para eso”. ¿Destino o casualidad? Pronto llegaría el día en que pudiera tener respuesta a todas sus dudas.
Una propuesta inocente
Era tiempo de pandemia, de escaso o nulo contacto social real, de encierro y trabajo remoto. Fue en ese contexto que una tarde Diego recibió una solicitud en Instagram. ¡Era ella! Volvieron a hablar. Romina estaba transitando y cerrando un proceso de separación que había sido largo y doloroso. “Estuvimos hablando cerca de un mes. Hasta que ella un día me comentó que iba a ir a la casa de una amiga”. Él sintió que era la excusa perfecta para proponerle un encuentro, breve, sin intenciones escondidas. Solo quería verla, saber qué había pasado, recordar su sonrisa y mirarla nuevamente a los ojos.
- Nos podemos ver un ratito-, le dijo inocentemente y ella aceptó la invitación.
Veinte años después finalmente había llegado el deseado momento. “Yo tenía unos nervios impresionantes. Recién estábamos todos saliendo de los meses de pandemia más duros. Pero cuando llegó esa tarde, fue hermoso, como si la vida no nos hubiera separado”.
Charlaron unos cuarenta minutos. Era el tiempo del que ella disponía ese día. Diego supo que ella lo había visto en reiteradas oportunidades durante los años distanciados. Pero no se había animado a hablarle. Y confesó el motivo por el que había decidido ponerle fin a su noviazgo: sus padres le habían dejado en claro que la prioridad, para ella, era estudiar y no perder tiempo en el amor. Además, la vida no había sido amable con ella. Había atravesado momentos de angustia y tristeza que la habían marcado profundamente.
Pero ahora la vida les daba una segunda oportunidad y no quisieron desperdiciarla. Organizaron una cena formal. Y, como en los viejos tiempos, todo fluyó entre ellos. Se besaron como cuando eran jóvenes. Él volvió a ver un destello de brillo en su mirada y supo entonces que tenía el privilegio de estar, una vez más, junto al amor de su vida. “Seguimos juntos y espero que así sea hasta el final de nuestros caminos”.
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